El gran público conoce el WEF (por sus siglas en inglés) como el “Foro de Davos”, el nombre de la estación de esquí suiza donde este organismo privado reúne cada año a la élite económica y política mundial. En esta ocasión, la reunión tendrá lugar de lunes a viernes en formato totalmente virtual debido a la pandemia del coronavirus.
Pregunta: En el documental “Hold-Up”, el Foro de Davos está acusado de querer esclavizar a la población mundial. ¿Entiende que este club elitista siga alimentando los fantasmas conspirativos?
Respuesta: “Está claro que Davos tiene influencia, dado que son los poderosos los que se reúnen, pero hay que ver los límites del poder de Davos, ya que hay que traducir las decisiones adoptadas en el marco de las instituciones existentes en términos jurídicos y normativos. ¡No basta con que cinco jefes de Estado y de gobierno se pongan de acuerdo para que funcione! Si se le da demasiada importancia al poder de Davos, entramos en una teoría de complot”.
P: El discurso de los organizadores del WEF tiene a veces propuestas sorprendentes. Por ejemplo, su fundador Klaus Schwab insta a “repensar el capitalismo”, afirma que el “neoliberalismo” está muerto y que las desigualdades son preocupantes. ¿Esto es nuevo?
R: “Hace treinta años que es así, forma parte del propio funcionamiento. El Foro tiene un lado público, asegura que existe para pensar en el interés general, estar al servicio de la mejora del orden mundial, que las élites tienen una responsabilidad con el clima o con las desigualdades. Pero sigue siendo un club exclusivo donde no todo el mundo tiene cabida. Además, este discurso permite tener una agenda reformista bastante ambiciosa, pero sin cuestionar el orden económico donde las decisiones de las grandes empresas cotizadas en Bolsa están definidas por unos accionistas que buscan la máxima rentabilidad a corto plazo.
Es el límite de este tipo de discursos supuestamente progresistas, pese a que hay soluciones relativamente simples para invertir esta tendencia de aumento de las desigualdades, con los impuestos a las empresas, que pueden ser mayores, impuestos a las transacciones bursátiles o a las herencias. Es el momento para restablecer un poco de justicia, sobre todo para las grandes fortunas.”
P: El presidente chino, Xi Jinping, será la estrella de esta edición. ¿Cómo explica el interés de China por Davos?
R: “Con Donald Trump, los chinos recurrieron a Davos para dar visibilidad a su pretensión de ser un poder respetable y a encarnar una mundialización responsable. El interés del poder chino es presentarse como una alternativa creíble de la globalización, en particular ante todos los países con los que Pekín está estableciendo relaciones duraderas en el marco del proyecto de Nuevas Rutas de la Seda o en África.
Antes de Donald Trump, solo Bill Clinton había acudido, ya que el resto de presidentes consideraba que un mandatario estadounidense estaba por encima de eso y que no necesitaba ir a Davos para reunirse con quien quisiera. Pero Trump (que fue dos veces) consideró que era el espacio ideal para poner en marcha su política transnacional, ya que Davos, no es solo una vitrina pública, sino también un lugar donde hacer avanzar los dosieres, jugar a las influencias...
De hecho, el Palacio de Congresos no es el lugar que importa, sino los hoteles, y en este sentido el foro es sobre todo un hotelero que hace ganar tiempo y está regido, como en la tragedia griega, por la regla de las tres unidades: el lugar, el tiempo y la acción”.