Incluso antes del día de las elecciones, el 3 de noviembre, el multimillonario republicano ya aseguraba que las elecciones serían “amañadas”, una denuncia que reitera cada vez que puede, a pesar de la clara victoria del demócrata Joe Biden en los votos (siete millones por delante) y en el sistema de electores (306 a 232).
“Estamos en una era en la que la legitimidad de nuestras instituciones está siendo desafiada como nunca antes, excepto quizás durante la Guerra Civil” (1861-65), explica David Farber, profesor de historia de la Universidad de Kansas.
Alegando un “fraude masivo” pero sin aportar pruebas, Trump y sus aliados han presentado unas 50 denuncias en todo el país y han presionado a las autoridades.
Los jueces -incluidos los de la Corte Suprema- y los funcionarios locales, incluso los republicanos, no han cedido, y los miembros del Colegio Electoral se reunirán el lunes en cada estado para registrar sus votos.
“Los estadounidenses pueden estar orgullosos de eso”, estima Farber.
Sin embargo, el discurso presidencial convenció a un sector de la población: un tercio de los estadounidenses piensa que Biden debe su victoria a un fraude, cifra que se eleva al 77% entre los votantes de Trump, según una encuesta de la Universidad de Monmouth.
“Este tipo de veneno puede realmente filtrarse en una democracia y deslegitimar la forma tradicional en que se desarrolla la política en este país”, considera el historiador Farber, que advierte sobre un “peligro” para la democracia.
“Miedo”
Las acusaciones de Trump florecieron en un contexto favorable, señala Wendy Schiller, profesora de ciencias políticas de la Universidad de Brown.
Debido a la pandemia, la gente ya no tiene pláticas en lugares de culto, el trabajo o fiestas. Consumen aún más contenido de los medios de comunicación, pero eligen aquellos que apoyan sus puntos de vista, como los pequeños canales pro-Trump Newsmax y OAN.
“No hay lugar para el contrapunto”, explica Schiller.
“Realmente, hoy puedes elegir tu realidad escogiendo qué canales ver y qué sitios visitar. (...) No es muy bueno para la democracia, porque solidifica las opiniones”, asegura Thomas Holbrook, profesor de política pública de la Universidad de Wisconsin.
Al guardar silencio o adherir a las teorías del presidente, los republicanos del Congreso reforzaron aún más las dudas de los votantes conservadores.
“Nadie se levantará para contradecirlo”, asegura Michael Nelson, politólogo del Rhodes College. “Tienen miedo de enfurecer a sus votantes”.
Tolerancia para milicias
En este contexto, se espera que Biden encuentre “una fuerte resistencia durante los primeros seis meses o el primer año” de su presidencia, predice Wendy Schiller.
Para la experta, esta tensión disminuirá cuando la población se vacune contra el covid-19, la economía repunte y la gente se dé cuenta de que “Trump se ha ido”.
Pero para Nelson, la preocupación “no es tanto lo que va a pasar en el próximo año”, sino “si esto sigue pasando en los próximos 10 años o en las próximas elecciones presidenciales”.
“Podríamos empezar a ver lentamente cómo se erosiona la democracia”, advierte.
Holbrook coincide con esa preocupación al advertir que “algunas personas sienten que las elecciones fueron robadas”.
Eso podría llevar a un mayor nivel de tolerancia hacia los “grupos marginales” como las milicias, explicó.
Trece miembros de una milicia de Míchigan fueron arrestados en octubre por conspirar para secuestrar a la gobernadora demócrata Gretchen Whitmer, y el fin de semana pasado, en ese mismo estado, manifestantes armados organizaron una protesta frente a la casa de un funcionario electoral.
En un video de la escena, publicado en internet, una de los manifestantes se compromete a “seguir luchando para devolver la elección al presidente” Trump. “Esto es sólo el comienzo”, advierte.