Hasta ahora, buena parte de los neoyorquinos, que no suelen contar con un vehículo propio, dependían para desplazarse de un sistema de transporte público anticuado, sucio, lento y, sobre todo, abarrotado, una combinación de características que lo convierte en un medio poco aconsejable en los tiempos que corren.
“Desde el principio, pedimos a la gente que si no se tenía que montar en el metro, que no lo hiciera. (...) Si pueden ir andando o ir en bici o cualquier otra cosa, háganlo “ , urgió recientemente el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio.
Los más jóvenes no han dudado en tomarse al pie de la letra ese ” cualquier otra cosa “ del político, y se han estado moviendo por las desiertas calles de la ciudad en monopatines y en patinetas eléctricas, atravesando un solitario y a toda velocidad Times Square sin tener que esquivar a un sólo turista, o cruzando tranquilamente las grandes y ahora desoladas avenidas de Manhattan.
Los médicos se mueven en bicicleta
Desde que se desatara la epidemia, el número de pasajeros del subsuelo neoyorquino ha descendido un 90 %, una tendencia diametralmente opuesta a la del uso registrado de la bicicleta, que se ha convertido en el vehículo más popular para los trabajadores esenciales de la metrópolis.
Uno de ellos es la pediatra Melissa Goldstein, que está recurriendo a su bicicleta para poder llevar a cabo una parte esencial de su profesión, la de inyectar a sus pacientes con algunas de las vacunas que se consideran indispensables, sobre todo en los menores de un año.
”La gente está tan preocupada con lo que está pasando que lo último en lo que están pensando es en las vacunas usuales“, dice Goldstein a Efe durante una entrevista virtual, que no duda en cruzar Manhattan a pedales hasta las residencias de las familias que necesitan inocular a sus hijos.
Desde hace 3 o 4 semanas, cada vez que uno de sus pacientes necesita una vacuna, la doctora mete con sumo cuidado las inyecciones en una pequeña nevera portátil que transporta en una mochila subida en su bicicleta.
Una vez ha llegado hasta las viviendas de sus pacientes, se toma su tiempo en ponerse todo el material de protección antes de avisar de su llegada, y después inyecta a los pequeños en las puertas de las casas, teniendo cuidado de no adentrarse en el edificio.
El peligro de una visita al hospital
A Goldstein se le ocurrió la idea hablando con la madre de uno de sus pacientes, que tenía miedo de llevar a su bebé al hospital por miedo a contraer el virus, ya que padece de una diabetes, lo que la convierte en una persona altamente vulnerable a la enfermedad.
“Logísticamente, es duro para la gente aquí, porque estás evitando el transporte público, no tienes un auto y no estás a una corta distancia para poder caminar. ¿Cómo vas a llegar aquí con el bebé?”, explica la doctora del Centro Pediátrico de Carnegie Hill.
“Pero que quede claro -subraya Goldstein- no es que la gente me esté suplicando que vaya y no tenga tiempo de hacerlo. Ojalá fuera así”. Y es que a la pediatra le preocupa que la pandemia pueda a la vez provocar otra epidemia, dados la cantidad de niños y bebés que no habrán estado recibiendo sus vacunas, y que la actual situación de encierro podría extenderse varios meses más.
“Pasar por todo este COVID y que luego resurja una enfermedad completamente prevenible como es el sarampión, eso sería muy triste”, opina.
Compartir es vivir
La doctora no es la única que ha convertido a la bicicleta en su mejor amiga. Según cifras facilitadas por la asociación neoyorquina “Transportation Alternatives” , el sistema de bicis compartidas de la ciudad, Citibike, registró en la primera semana de marzo 500.000 usuarios, en comparación con los 300.000 de las mismas fechas del año pasado.
Además, los puentes que conectan a Brooklyn, Queens, Manhattan y El Bronx han registrado un aumento de tráfico tanto peatonal como en vehículos de dos ruedas del 34 al 54 por ciento desde el inicio de la epidemia en comparación con el mismo periodo de 2019.
Citibike también ha hecho un esfuerzo por apoyar al personal médico de Nueva York, y además de ofrecer membresías gratuitas a todos ellos, inauguró en plena pandemia una nueva estación de sus bicis en la zona norte de Manhattan, donde se encuentra la Columbia University Irving Medical Center.
La compañía de motocicletas compartidas Rebel también está ofreciendo sus servicios gratuitos a todos los que trabajan en el sector sanitario, y además a los dueños de restaurantes para poder hacer entregas a domicilio seguras y rápidas.
Menos tráfico, pero más peligro
Aunque el coronavirus y las medidas adoptadas por el estado de Nueva York han hecho desaparecer los constantes atascos de las calles de la Gran Manzana, las autoridades también han registrado un aumento importante en las infracciones de tráfico, en concreto relacionadas con el exceso de velocidad. Las cifras del Ayuntamiento de Nueva York indican que a finales de marzo, se estaba expidiendo cerca de 25.000 multas por exceso de velocidad al día, casi el doble de las 12.600 diarias de un mes antes.
Las autoridades también han visto un incremento en la presencia de vehículos ilegales: “ Ahora que las calles están vacías, los que quieren ser como ‘Fast and Furious’ realmente piensan que viven en un videojuego”, dijo recientemente el concejal neoyorquino Justin Brannan en redes sociales.
Hace poco más de una semana la Policía de Nueva York confiscó 20 vehículos ilegales en un sólo día, entre ellos quads, motocicletas de cross y carts que estaban circulando por las calles de la metrópolis.
¿Llegará el cambio?
Mientras, el fallo del sistema público ha llevado al gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, a tener que dar su brazo a torcer y legalizar por fin el uso de bicicletas y patinetes eléctricos en plena pandemia después de años de debate, y sólo cuatro meses después de vetar otra legislación que ya se había aprobado el pasado mes de diciembre.
La situación vivida en la ciudad hace pensar a algunos activistas que quizá los políticos se den cuenta de lo necesario que es tener sistema de transporte público fiable y variado. “Nuestra ciudad necesita un transporte público eficaz y limpio, y que haya en nuestras calles más vías para los autobuses”, dice a Efe Erwin Figueroa, representante de Transportation Alternatives.
“Hay que usar este momento para ver cómo miramos el transporte en Nueva York después del coronavirus y no volver a cometer los mismos errores que hemos estado haciendo antes de que nos afectara el virus”, zanja.