La ciudad de 16 millones de habitantes está confinada de nuevo desde el jueves hasta el domingo como parte de las medidas del gobierno para frenar la propagación del coronavirus que ya se ha cobrado al menos 2.700 muertos en Turquía.
Ver delfines en el Bósforo, que registra usualmente un intenso tráfico marítimo entre los mares Mediterráneo y Negro en el corazón de Estambul, suele ser motivo de gran alegría para los habitantes locales, en particular para los más pequeños.
La disminución del tráfico de barcos y el abundante alimento de peces ahora está haciendo que los delfines se estén adueñando de las aguas y se acerquen a la costa.
"La caída del tráfico marítimo y humano en el Bósforo tiene un gran impacto", dice Erol Orkcu, presidente de la asociación de pesca deportiva de Estambul.
"Los seres vivos acuáticos y terrestres se sienten libres sin la gente, lo que hace que los delfines se acerquen a las costas", dice a la AFP.
Para cientos de personas antes de la pandemia, pescar en Estambul era un ritual diario que se acompañaba de fuegos o de samovares para preparar el té mientras esperaban a que picara algún pez en los anzuelos de sus cañas.
La vista de miles de pescadores aficionados en el puente Galata y en la rivera del Bósforo es una de las imágenes más icónicas de Estambul, pero ahora no hay nadie.
- "Pesca incontrolada" -
Yoruk Isik, que se dedica a avistar barcos en el Bósforo, dice que había fotografiado delfines antes de la pandemia pero ahora se acercan mucho más a la orilla "ya que la pesca de caña incontrolada ha cesado temporalmente", dice a la AFP.
Considera que estos pescadores son un "terror" porque "el 90% de ellos no son conscientes de lo que hacen y generan una contaminación medioambiental increíble".
En Sarayburnu, que separa el Cuerno de Oro del mar de Mármara, una manada de delfines estaba nadando al lado de un ejército de gaviotas, para dicha de los fotógrafos.
El poder verlos es una señal de la salud del ecosistema marítimo ya que estos mamíferos luchan para sobrevivir.
El escritor turco Yasar Kemal plasmó el problema de la caza de delfines en aguas de las costas turcas en los años 1970 en una obra titulada "The Sea-Crossed Fisherman" ("El mar enfadado").
El libro denuncia la destrucción del ecosistema por la sobrepesca de delfines para obtener su grasa.
Desde 1983, está prohibida la pesca de este mamífero en Turquía donde los delfines están protegidos por ley.