Ya en febrero, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó sobre la “infodemia masiva” que rodeaba a la covid-19, es decir, una sobreabundancia de informaciones, que no siempre son verdaderas o exactas. Prueba de ello desde el inicio de la epidemia, el servicio de factchecking de la AFP (AFP factual) publicó no menos de 140 artículos en inglés verificando las afirmaciones falsas más virales, 52 en español y 53 en francés.
“Las mismas informaciones falsas aparecen en Asia, Europa, Estados Unidos y América Latina a pocas horas de diferencia”, explica a la AFP Cristina Tardaguila, directora asociada de la red internacional de factchecking IFCN, cuyos miembros, presentes en 45 países, comparten sus artículos. “Hemos ganado batallas”, con afirmaciones falsas que han dejado de circular, asegura Tardaguila, “pero estamos perdiendo la lucha vinculada con los falsos tratamientos y las falsas prevenciones”.
Porque, a falta de un tratamiento médico contra el coronavirus, los falsos remedios (tomar cocaína, beber lejía), las falsas recomendaciones (no utilizar gel desinfectante porque es cancerígeno), los números de emergencia falsos y las pruebas de detección falsas se multiplican por las redes.
Velocidad de reacción
Si la gente deliberadamente crea y comparte contenido falso, con fines de conspiración -como los vídeos que afirman que el virus fue creado en un laboratorio francés- o incluso comercial -como los falsos remedios a la venta- “muchas personas” transmiten afirmaciones sin saber que son falsas y, por tanto, sin “malicia”, comenta a la AFP Claire Wardle, experta en la desinformación. Con la introducción de medidas de contención en varios países, el fenómeno se intensifica.
“Muchas personas están en casa solas, así que todos se envían mensajes porque la gente está asustada y quiere ayudar”, destaca la experta. Y especificidad de esta crisis sanitaria mundial, que ha causado más de 10.000 muertes en el mundo desde su aparición en diciembre, es justamente la desinformación, que “afecta absolutamente a todo el mundo, incluidas las personas educadas”.
Para Emanuele Capobianco, director de salud para la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja (IFRC), lejos de ayudar, este intercambio de información no verificada tuvo un “impacto muy negativo en la velocidad de reacción” de las sociedades frente a la epidemia cuando “la velocidad es un factor crítico para contener una epidemia”. Las plataformas, duramente criticadas, se ven obligadas a actuar para romper la viralidad de la información falsa y a presentar información procedente de fuentes autorizadas, como los centros de control de enfermedades y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Google, fuente más consultada en el marco del coronavirus, la información publicada proviene de la OMS.
Facebook se movilizó en varios frentes, como la valorización de la información proporcionada por las fuentes competentes, la lucha contra la propagación de contenidos nocivos (publicidad para los supuestos remedios, información falsa) y el apoyo a los servicios de salud con fondos y herramientas informáticas.
“El nivel de llamadas a través de WhatsApp y Messenger se duplicó con respecto a lo habitual” en las zonas más afectadas por la pandemia, señaló el miércoles Mark Zuckerberg, el presidente ejecutivo de la red social. Whatsapp, donde circulaban numerosos mensajes de “investigadores” o de “personas en contacto con el gobierno”, anunció una subvención de 1 millón de dólares para apoyar a los miembros de la IFCN. Como las conversaciones son privadas, la mensajería a los 2.000 millones de usuarios constituye un gran desafío en esta lucha contra la desinformación.