Este experto asegura que el efecto económico ya se está produciendo y aunque es pronto para saber si esta epidemia tendrá el alcance de un cambio histórico, las medidas de aislamiento y cuarentena, la recesión de China o las consecuencias en el tejido industrial y empresarial, entre otros daños, van a suponer “pérdidas difíciles de cuantificar, con un efecto devastador” en el comercio, los negocios o el turismo.
“Vivimos en una sociedad de confort y cualquier agente externo físico, químico o biológico hace tambalear sus pilares. Vivimos en una aldea globalizada; en un avión, en unas horas, estás en Wuhan y, poco después, en Nueva Zelanda. Las posibilidades de transmisión de agentes biológicos como existen ahora, no existían antes. Ahora, te llevas el patógeno contigo a la otra parte del mundo”, expone Pedro Gargantilla, profesor de Historia de la Medicina de la Universidad Francisco de Vitoria.
Gargantilla, también jefe de Medicina Interna del Hospital de El Escorial (Madrid), ofrece dos datos para aportar tranquilidad: la mortalidad del coronavirus en torno al 2 %, y su capacidad de transmisión de 2,3 por cada persona infectada, mientras que en el caso del sarampión, por ejemplo, una persona puede llegar a contagiar a 18.
Los gobiernos y las autoridades sanitarias, analiza este experto, están tratando de evitar nuevas epidemias de coronavirus en el futuro e intentando que esta nueva enfermedad “no se quede en nuestras vidas, que desaparezca; el objetivo es evitar un nuevo agente infeccioso en el mundo que provoque neumonías y enfermedades respiratorias”.
Pedro Gargantilla repasa los efectos de algunas de las grandes epidemias de la historia. La peste de Atenas fue la primera de ellas, en el siglo V a. C.el siglo de Pericles, que falleció por esta epidemia.
“Atenas era hegemónica en el Peloponeso y la peste que se desencadenó (entonces peste era sinónimo de epidemia) supuso que Esparta tomara el relevo de Atenas como estado más importante de Grecia.
En el siglo XIV, hacia 1384, la peste negra asoló Europa. Los mongoles llegaron a la península de Crimea e intentaron conquistar una ciudad de los genoveses, catapultaron por encima de la muralla muertos infectados de peste y se inició un epidemia que recorrió todo el continente menos Islandia.
La peste negra, prosigue este profesor, supuso cambios importantísimos en la economía y un fortísimo retroceso; la mortandad fue del 60 por ciento y el bache poblacional tardó 100 años en recuperarse.
“Desapareció el comercio, cayeron las ciudades, la gente se fue al campo, murieron reyes, afectó a todos los estratos sociales”, añade.
La llamada “gripe española” de 1918 causó tantos muertos como la I Guerra Mundial, y hay quien comenta que la contienda bélica acabó por la epidemia. “Esta epidemia no surgió en España, pero España, ajena a la guerra, informó mucho de los casos y por ello lleva su nombre”, recuerda Gargantilla, quien resalta que entre la gripe y la guerra se hundió la actividad económica y afectó enormemente a los movimientos migratorios.
Otra gran epidemia, en 1981, fue el sida, que supuso la estigmatización de parte de la población e influyó enormemente en las costumbres, las percepciones sociales y los hábitos sexuales.
Pedro Gargantilla menciona varias epidemias que ya se han producido en lo que va de siglo, como el síndrome respiratorio agudo grave (SARS) en 2002, parecido al coronavirus, proveniente de Asia; la gripe A en 2009, que reavivó el fantasma de la gripe española; el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS), en Arabia Saudí, en 2012; el ébola entre 2014-2016, en África; y el zika, que casi impide la celebración de los Juegos Olímpicos de 2016.
¿Por qué tenemos epidemias?, se pregunta este médico y profesor, quien señala que parte de las del siglo XXI están relacionadas con el contacto con animales, y recuerda que chinos y asiáticos tienen la costumbre de consumir animales con condiciones higiénicas deficientes, con mercadillos ambulantes o granjas en las propias ciudades.