La decimosexta edición de la cita de tatuadores reúne a 300 profesionales de diversas partes del mundo, y algunos de ellos son ya clásicos, como su fundador y organizador, Diego Staropoli, que con sus creaciones reconstruye las areolas mamarias a mujeres que superaron el cáncer de mama, y su colega, Sebastián Maurig, quien cubre cicatrices con su arte.
Ellos son referentes en un país de referencia para los tatuajes en América Latina, como reconoce a Efe el venezolano Juan Ocando, de Doctor Tattoo, quien afirma que Argentina es “uno de los países donde más se mueve” una práctica cada vez más extendida y menos estigmatizada. Él, que llegó de Maracaibo a Buenos Aires hace cinco años con sus agujas, ha conseguido labrarse un hueco en el mercado tras empezar tatuando a compatriotas, y participar del evento es un “reconocimiento” para su trabajo.
Para aderezar los miles de dibujos que se harán hasta el domingo, día en que se clausuran las jornadas, habrá actividades como batallas de gallos, batallas de barberos, el tradicional concurso de Miss Tattoo Argentina, concurso de ‘cosplays’ y un parque de motos. “Es un evento multicultural, eso es lo lindo del lugar”, dice Staropoli.
Tatuajes para todos
Y por los diferentes estands hay de todo: hombres y mujeres con tatuajes de diseños finos, como contornos de montañas y penínsulas, moteros con la piel cubierta del negro de sus chupas de cuero, un joven con cuernos, varias señoras pin-up y curiosos sin “tattoos” a la vista que quizá aprovechan para lanzarse a por su primero. Camila Páez ya va por el séptimo, y de hecho lleva el muslo envuelto en film plástico porque todavía su “Medusa y Atenea” -como lo define- no está terminado, aunque tiene que estarlo de cara al domingo, día en que se celebra el concurso en el que su tatuador presentará ese diseño para intentar llevarse uno de los galardones que otorga el Tattoo Show.
“Un tatuaje es demostrarle a alguien lo que sos por dentro, es sacar un poco lo que tenés dentro para afuera, en la piel. O sea, todos mis tatuajes tienen algo que ver con lo que soy”, cuenta. El tatuaje que aparece como trabajo en progreso en su pierna izquierda es de un tamaño grande, igual que el que se empieza a ver en la pierna opuesta de la colombiana Rosa Zapata, que lee un libro de Agatha Christie para intentar concentrarse y así evadir el dolor del detallado monstruo que quedará perpetuado dentro de poco en sus poros, ni más ni menos que el personaje de la película ‘La forma del agua’, de Guillermo del Toro. Según el festival, la tendencia de este año es alcista, no solo por el número de tatuajes, sino por los tamaños cada vez mayores requeridos por los clientes.
Un trasfondo humano y solidario
Con todos los tabúes derribados, quizá uno de los últimos es el mito de que las personas con tatuajes tienen más riesgo de contraer el virus del sida, algo sobre lo que el Tattoo Show conciencia con una acción que es novedad en esta edición: un puesto en el que los asistentes se pueden realizar test de VIH de forma gratuita. Staropoli considera que “todos los años es un desafío” montar el festival, pero que tras más de tres lustros han conseguido que el Tattoo Show sea “el epicentro de todo lo que es la movida del tatuaje en Argentina y uno de los referentes más importantes a nivel latinoamericano”. Él es uno de los que le pone la guinda a la piel que también hay debajo del evento, ya que en los últimos cuatro años ya ha tatuado de manera gratuita a 1.250 mujeres que sufrieron una mastectomía y que ven sus pechos lucir de nuevo con todo tipo de diseños.
“Las mujeres que se tatúan llegan después de haberle batallado a la muerte, literalmente, y para ellas terminar con este proceso tan doloroso es superconfortante. Si bien lo que hacemos no les cambia la salud, sí les cambia lo que es su salud emocional”, indica. Lo mismo dice Maurig que sienten sus clientes que acuden a su local con heridas por quemaduras de todo tipo o pieles arrancadas: “te abrazan y lloran, por lo general, es la emoción de que ya no se va a ver esa cicatriz”. Los tatuajes de 2020, estén hechos por el motivo que estén hechos, según Maurig, cumplen “el requisito por el que nació el tatuaje”. “Un ornamento. Y ornamentarse el cuerpo es ese privilegio primitivo del hombre”, sentencia.