El general Soleimani estaba a cargo de los asuntos iraquíes en el ejército ideológico de la república islámica y Abu Mehdi al Muhandis era el número dos de las Fuerzas de Movilización Popular o Hashd al Shaabi, una coalición de paramilitares mayoritariamente proiraníes y ahora integrados en el Estado iraquí.
Poco después de sus muertes, el Pentágono anunció que el presidente estadounidense Donald Trump dio la orden de “matar” a Soleimani.
Para Phillip Smyth, un especialista estadounidense en grupos armados chiitas, “esta es la operación de decapitación más grande jamás llevada a cabo por Estados Unidos, más que las que mataron a Abu Bakr al Bagdadi u Osama bin Laden”, jefes del Estado Islámico (EI) y de Al Qaida respectivamente.
El ministro de Relaciones Exteriores iraní, Mohamad Javad Zarif, lo calificó de “escalada extremadamente peligrosa e imprudente” y el exjefe de los Guardianes de la Revolución Mohsen Rezai prometió que la “venganza contra Estados Unidos será terrible”.
Desde hace años, Irak se encuentra entre dos fuegos, atrapado entre sus dos grandes aliados: Estados Unidos e Irán.
En 2003, derrocando al régimen del presidente Sadam Husein, Estados Unidos pasó a controlar los asuntos iraquíes. Pero Teherán y los proiraníes se infiltraron en el sistema puesto en marcha por Washington.
Los proiraníes han acumulado un arsenal gracias a Irán, pero también a lo largo de los años de combate junto con los estadounidenses, en particular contra el Estado Islámico. Incluso lograron atacar la embajada de Estados Unidos en Bagdad el martes.
“Orden de matar”
El viernes, Washington respondió al asalto al inmenso complejo en el corazón de la ultraprotegida Zona Verde de Bagdad, y a semanas de ataques con cohetes contra sus diplomáticos y soldados.
Unos ataques atribuidos por Estados Unidos a proiraníes en Irak pero nunca reivindicados.
“Por orden del presidente, el ejército estadounidense ha tomado medidas defensivas decisivas para proteger al personal estadounidense en el extranjero al matar a Qasem Soleimani” , dijo el Departamento de Defensa de Estados Unidos en un comunicado.
Minutos antes, Trump había tuiteado una bandera estadounidense.
Inmediatamente el influyente senador republicano Lindsey Graham, cercano a Trump, amenazó a Irán: “Si quieren más, tendrán más”.
Pero las consecuencias del asesinato selectivo de una de las figuras más populares de Irán suscitaron preocupación entre otros parlamentarios, cuando falta menos de un año para las elecciones presidenciales estadounidenses.
Los congresistas de Estados Unidos no fueron informados con anterioridad del ataque.
“El presidente Trump está llevando a nuestra nación al borde de una guerra ilegal con Irán sin la aprobación del Congreso”, criticó el senador demócrata Tom Udall.
El bombardeo estadounidense tuvo como blanco a un convoy de vehículos en el interior del recinto del aeropuerto de Bagdad y mató al menos a nueve personas, según varios mandos de los servicios de seguridad iraquíes.
La noticia hizo subir más del 4% los precios del petróleo en Asia. El oro negro iraní ya está sujeto a sanciones estadounidenses y la creciente influencia de Teherán en Irak, el segundo productor de la OPEP, hace temer a los expertos un aislamiento diplomático y sanciones políticas y económicas.
La otra gran figura muerta este viernes es Abu Mehdi al Muhandis, verdadero jefe de las operaciones de las Fuerzas de Movilización Popular y lugarteniente del general Soleimani para Irak durante décadas.
Ambos, que serán enterrados el sábado, se encontraban bajo sanciones estadounidenses.
Las Fuerzas de Movilización Popular lucharon a partir de 2014 con las tropas iraquíes y la coalición internacional antiyihadista liderada por Estados Unidos, pero Washington considera actualmente que sus facciones más proiraníes (algunas de ellas surgidas durante la lucha contra la ocupación estadounidense de 2003 a 2011) constituyen una amenaza más importante que la del grupo EI.
“Soleimani, mi jefe”
El martes, miles de sus combatientes y partidarios suyos participaron en una demostración de fuerza sin precedentes en Irak. Llegaron a la ultraprotegida Zona Verde de Bagdad, donde se encuentra la embajada estadounidense, y la atacaron además de pintar grafitis en los muros en los que se leía “No a Estados Unidos” o “Soleimani es mi jefe”.
Este episodio de violencia terminó el miércoles con la retirada de los proiraníes de la Zona Verde, por orden de las Fuerzas de Movilización Popular.
Pero las muertes del viernes incrementan la amenaza que se cierne sobre Irak desde hace meses: su territorio se está convirtiendo en un campo de batalla indirecto para Irán y Estados Unidos.
Desde finales de octubre soldados y diplomáticos estadounidenses fueron blanco de una decena de ataques con cohetes, en los que murió un subcontratista hace una semana.
El domingo Washington, que acusa a las facciones pro-iraníes de las Fuerzas de Movilización Popular de estar detrás de estos ataques no reivindicados, respondió bombardeando bases en una de ellas cerca de la frontera siria, con un saldo de 25 muertos.
El martes fue el cortejo funerario de estos combatientes el que forzó la entrada del recinto de la embajada estadounidense en Bagdad.