El procedimiento marca un hito en la forma en que el país afronta su complicado y tormentoso pasado reciente, con un dictador que murió en 1975 tras casi cuatro décadas en el poder y una transición democrática pactada para dejar atrás la violencia de la Guerra Civil (1936-1939), un acuerdo que respetó buena parte del legado franquista en pos de la reconciliación nacional.
La exhumación pone fin a la “afrenta moral” que suponía que un dictador tuviera una tumba en un mausoleo público donde podía recibir homenajes, afirmó el presidente del Gobierno en funciones, el socialista Pedro Sánchez, en una declaración oficial tras el final de la operación.
“Nos costó mucho tiempo deshacernos de un régimen represor. Y casi nos ha llevado el mismo tiempo apartar los restos de su artífice del homenaje público”, remarcó Sánchez.
El féretro con los restos de Franco fue exhumado de la tumba en la basílica del monumento del Valle de los Caídos, a unos 60 kilómetros de Madrid, una operación cerrada al público con la única presencia de miembros de la familia y sin ningún miembro del Gobierno, a excepción de la ministra de Justicia, Dolores Delgado, que oficiaba como notaria mayor del Reino.
A continuación, el ataúd salió a hombros de sus familiares, una imagen de gran significado en España que seguramente dará la vuelta al mundo, antes de ser trasladado a un helicóptero para el vuelo hacia el cementerio de Mingorrubio, en El Pardo, un barrio de las afueras de Madrid.
Cerca del cementerio se congregaron varios cientos de ultraderechistas simpatizantes de Franco, que protagonizaron leves incidentes con la prensa.
Una ceremonia privada en el panteón donde ya estaba enterrada la viuda de Franco, fallecida en 1988, concluyó el proceso, al término del cual la familia emitió un comunicado en el que denunció “la profanación del sepulcro de nuestro abuelo, Francisco Franco”.
“Lo que el Gobierno presenta como una victoria de la democracia no es más que un impúdico circo mediático que sólo busca propaganda y rédito electoral”, añadieron los familiares.
Esta jornada ha visto un breve renacer de la simbología y los eslóganes del régimen franquista, tanto en los gritos de “Viva España” y “Viva Franco” de sus familiares hasta en las banderas y actitudes de sus nostálgicos.
La exhumación de Franco ha sido un empeño personal de Sánchez tras llegar al Gobierno en junio de 2018, después de que la ley de Memoria Histórica de 2007 comenzara a ocuparse de algunas cuestiones como la retirada de la simbología del franquismo de lugares públicos o la reparación de sus víctimas.
Pero los recursos legales de la familia Franco retrasaron durante largos meses la exhumación, que al final se ha producido una semana antes del inicio de la campaña electoral para los comicios del 10 de noviembre.
Varios líderes de partidos opositores acusaron hoy a Sánchez de electoralismo: “No debe ser prioridad de un Gobierno los huesos de Franco, muerto hace 44 años”, afirmó Albert Rivera, líder del partido liberal Ciudadanos.
“Hoy ningún partido tiene derecho a hablar de victoria ni a atribuirse méritos”, recalcó por su parte Pablo Iglesias, máximo dirigente de la coalición izquierdista Unidas Podemos.
El conservador Partido Popular, principal fuerza opositora, señaló que no presta atención al pasado, sino que está centrado en el futuro, “en las cosas que realmente influyen en los españoles”, como pensiones, empleo, vivienda o sanidad.
Pero la exhumación de Franco no ha cerrado todos los asuntos relacionados con su régimen que siguen abiertos: sobre todo, España sigue teniendo más de 114.000 desaparecidos, asesinados y enterrados en fosas comunes por casi todo su territorio, lo que le convierte en el segundo país del mundo, tras Camboya, en este aspecto.
En este sentido, Sánchez señaló que la existencia de esas fosas son “una aberración que debemos atender con decisión”.
Hasta ahora, las asociaciones de víctimas se han quejado de la falta de apoyo político para solucionar esta cuestión y de los privilegios de los que sigue disfrutando la familia Franco.
Un símbolo de ese problema es el propio Valle de los Caídos, donde están reunidos los restos de cerca de 34.000 combatientes de ambos bandos muertos en batallas de la Guerra Civil o víctimas de la represión política franquista.
La exhumación “es una jornada histórica y la apertura de una puerta para reflexionar sobre el trato injusto que se ha dado a las víctimas”, ya que “nunca han tenido reconocimiento”, afirmó en unas declaraciones televisivas el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, Emilio Silva, principal impulsor de ese movimiento.