Trump, que ha mostrado repetidamente su apoyo a la población rural de su país y le ha prometido protección contra las supuestas malas praxis comerciales de China y el efecto de la disputa comercial, indicó que aplicará aranceles del 10 % a 300.000 millones de dólares a productos chinos en represalia por la falta de avances en las compras agrícolas y en las negociaciones con Pekín.
Pekín parece aclarar cuáles son las “contramedidas” que anunció el pasado viernes, tras haber perjurado que “millones de toneladas de soja han partido de EE. UU. a China desde el 19 de julio” y que las firmas del país habían retomado también las compras de algodón, cerdo y sorgo estadounidenses. El Ministerio de Comercio del país asiático reveló hoy que, no solo se han suspendido las compras de productos agrícolas estadounidenses por parte de empresas chinas, sino que no se descarta que se apliquen gravámenes a la importación de los bienes de este tipo adquiridos después del 3 de agosto.
La institución lamentó en un comunicado publicado en su página web la subida arancelaria y la consideró “una grave violación” de la tregua comercial pactada en junio por Trump y su homólogo chino, Xi Jinping. Además, se permitió recordar al inquilino de la Casa Blanca la “enorme capacidad de mercado” del país asiático y se arrogó “unas perspectivas brillantes para la importación de productos estadounidenses agrícolas de alta calidad”.
Eso sí, estas perspectivas van sujetas a que Washington respete las condiciones del pacto suscrito por Trump y Xi. Esta es la primera de las represalias que China toma contra Estados Unidos tras el anuncio de los nuevos aranceles, aunque los analistas aseguran que no es así, y que ayer ya se vio la primera de estas contramedidas.
El renminbi (el yuan, la divisa nacional) se devaluó por encima de la barrera psicológica de las 7 unidades frente al dólar por primera vez desde 2008; expertos consideran que el Banco Popular de China (BPC, central) dejó caer conscientemente el valor de la moneda y que ha “convertido en un arma” las tasas de cambio frente al dólar.
La respuesta de Washington no se hizo esperar: el Departamento del Tesoro estadounidense designó a China como país “manipulador de divisas” y amenazó con nuevas represalias para acabar con sus “injustas” ventajas competitivas. Un yuan más débil significa que los productos chinos denominados en dólares son más baratos, algo que ayudaría a frenar el efecto negativo de los nuevos aranceles estadounidenses sobre su competitividad, aunque el precio será un aumento del coste de las importaciones. La institución, por su parte, niega la mayor: en un comunicado emitido en la mañana de ayer defendía que todo era cosa del mercado, aunque reconocía la influencia de los nuevos aranceles, mientras que en otro publicado por la noche, el gobernador del BPC, Yi Gang, prometía: “Nunca se utilizará el tipo de cambio como instrumento para lidiar con disputas comerciales”.
La consultora Capital Economics, que sí que veía cierta connivencia del BPC con la depreciación del yuan, afirmaba hoy que la denominación de China como manipulador de divisas no tiene un fundamento económico firme: “En todo caso, el yuan sería incluso más débil de no ser por el apoyo” del banco central, cuyas intervenciones anteriores, agrega, trataban de apuntalar su valor.
El analista Julian Evans-Pritchard considera que la decisión de Washington está politizada ya que China solo cumple con uno de los tres criterios -tener un superávit comercial de más de 20.000 millones de dólares con Estados Unidos- para merecer tal calificativo. Otra de las noticias que saltaron hoy en la relación China-EE.UU. es que la aerolínea de bandera china, Air China, cerrará la ruta Pekín-Hawái a partir del 27 de agosto debido al “diseño del mapa de rutas, organización de la capacidad y otros motivos”, sin aclarar cuáles son.
Estos últimos acontecimientos no han sentado nada bien en los mercados chinos: la Bolsa de Shanghái perdió hoy un 1,56 %; la de Shenzhen, otro 1,39 %, y la de Hong Kong, un 0,67 %. El efecto también se sintió en otros mercados asiáticos como Tokio (-0,65 %) o Seúl (-1,51 %).
Las dos principales economías mundiales mantienen desde marzo de 2018 esta disputa arancelaria que deja marca en las previsiones de crecimiento mundial: en su última actualización, el FMI rebajó sus proyecciones al 3,2 % -una décima menos que en abril- como consecuencia de las “tensiones comerciales” entre Washington y Pekín.