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Nacida en Uruguay, Montevideo, Alicia pasó parte de su niñez en otras ciudades del interior de su país y también en Buenos Aires. Todo a raíz del trabajo de su padre, el artista plástico Juan Guerra Gaja. “Viajábamos bastante en familia, todos uruguayos, mis padres, mi hermano y yo. Recalamos en Asunción en los años 80, cuando yo era adolescente”.
Desde que Alicia nació su vida estuvo rodeada de arte; sin lugar a dudas, la referencia de su padre es muy grande, “no solo por el amor que siento por él, sino por la admiración y respeto a su trabajo, por tener la certeza de que dominaba su arte, fue un gran conocedor y artista que tal vez no haya mostrado ni el 50% de su genialidad”
-¿Tu madre también pintaba?
Mi madre, Blanca Elsa, también pintaba y firmaba como Elsa Parodi, sus lapachos eran muy románticos, en la neblina, fue la primera en hacer el cochón de flores caídas alrededor del tronco.
-Qué bella esa alfombra de pétalos tiernos todavía…
Con el tiempo fue revalorizando más su figura y rol. Ella era la verdadera fortaleza y sensibilidad que nos sostenía y nos mantenía unidos, y en especial a mi padre. Sin ella jamás se hubiera decidido a seguir su vida como artista.
-Hoy todo confluye en vos: la maternidad y el arte.
Tengo un hijo maravilloso, Lautaro (23), paraguayo. Dicen que siguió mis pasos, más bien creo que él camina solo y por su cuenta desde hace mucho. Ama el cine y la escritura. Este año terminó su carrera cinematográfica. Es realizador y guionista.
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-Pregunté al azar a algunas personas si quién es Alicia Guerra y todas me dijeron: “Es la actriz”. ¿La pintura es un arte más discreto, más íntimo?
Durante mucho tiempo esa fue mi disyuntiva, dedicarme a una u otra profesión o, mejor, a uno de estos dos nobles oficios. Creo que les soy fiel por periodos, porque además tengo otra gran pasión que es la docencia, y que ha sido mi cable a tierra a lo largo de la vida.
Creo que desde hace unos años logré equilibrar mi tiempo para los tres. Sin culpas y sin hacer caso a críticas o demandas. Trato de ser lo más profesional y honesta en cada uno; si el teatro o el cine no me ofrece oportunidades o no me convence, lo dejo y me apoyo en la pintura. Pero nunca me quedo en un lugar por quedarme o por resignación o por temor a “perder mi silla”. Hay otras sillas para ocupar o me invento la mía.
Sin lugar a dudas la pintura es más introspectiva, es más mi refugio. La actuación es más colectiva, son las ganas de crear y hacer con los otros, es comunidad, igual que la enseñanza.
Sobre su reciente “Mujeres...”
“Esta última exposición individual, en el Centro Paraguayo Japonés, fue como un cierre para mí. Nació como una muestra figurativa de casi retratos de mujeres con sus hijos, viviendo a plenitud la maternidad y fui derivando en distintas etapas de las mujeres y ciertas formas de vivir esa maternidad. Desde la visión clásica, romantizada, glamorosa, amorosa de ser madre a aquella que pesa, preocupa o es una carga”
A medida que la artista pintaba, surgían también otras mujeres, tal vez madres, tías, hermanas de esas otras madres. “Me atrae la fragilidad y a la vez la fortaleza de las mujeres llegando a un periodo avanzado de sus vidas, aún trabajando, sin expectativas de jubilación; las que saben que comienzan y cierran su vida haciendo lo mismo en el mismo lugar, pero a la vez sin perder la esperanza ni alegría”.
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-¿Qué siente el pintor cuando observan sus cuadros? ¿es como si lo miraran a él/ella?
De esta exposición y de todas en general, rescato y ansío el contacto con la gente que observa, llamémosle público, cuando me comparten sus impresiones, sus interpretaciones, como ven cada cuadro y como recrean las historias que vislumbran detrás de cada imagen. Y ahí sí, supongo que me ven, me descubren intenciones o adivinan mis estados de ánimo de acuerdo con la mirada de las mujeres plasmadas en cada obra. Puede ser.
O tal vez son solo personajes. Al igual que en el teatro, les prestó un rato mi alma, mi cuerpo a esos seres que interpreto o retrato desde el escenario o con un pincel.
-El artista también tiene que pensar en lo económico, ¿cómo enfocás la venta?
La pintura es un oficio que requiere distribución económica, sin eso es muy difícil. Siempre tengo claro cuando pinto a sabiendas que se va a vender y cuando es pintura para ser mirada o admirada pero no adquirida, por costos, o porque es difícil pretender tener ciertas obras colgadas si solo querés decorar tu casa. A excepción que seas coleccionista y te interese la obra, su significado y la firma.
Entonces, vendo lo que pinto, lo que propongo y eso es una gran satisfacción y también pinto, aparte, lo que sé que se vende o encargos. Hago esto siempre que estén en la línea de lo que yo puedo ofrecer, no me meto en terrenos que no me pertenecen, que no me satisface realizarlos.
-Sos retratista como tu padre, pero tenés tu propio estilo.
Sí, soy retratista, de hecho, así fue como convencí a mi padre que yo amaba pintar y dibujar y que quería aprender con él. Le mostré mi primer retrato que hice sola, de forma autodidacta, aunque con la memoria de los años de haberlo visto a él hacer retratos.
Mi estilo, te digo que puede llamarse figurativo expresionista, aunque estoy experimentando cada vez más con la abstracción o el realismo disruptivo que deja más libertad para jugar con las imágenes, los conceptos, la textura y la fragmentación sin darle acabados perfectos o previsibles.
-¿Pintora de obras que nunca acaban o contigo tienen una pincelada final?
Como dice Da Vinci: “La obra nunca se termina, solo se abandona” En mi caso con estas figuras, cuando creo que tengo lograda la mirada del personaje o de esas mujeres, entonces abandono el cuadro, lo doy yo por terminado, aunque queden inconclusas otras partes. Final abierto.
-¿Qué representan los colores para vos? Por ejemplo, el negro es fúnebre y el blanco lo opuesto?
Me gustaría probar ser más uruguaya para pintar. Jugar un tiempo con la discreción de la paleta baja y los colores fríos, apagados, pero ahí me gana mi trocito de alma guaraní, mi historia paraguaya. Yo pinto con colores saturados, vibrantes, absolutos. Como es en Paraguay. Paraguay es luz y sus colores son bien definidos.
No uso el negro, uso el oscuro para valorizar y contrastar esa luz que no es blanca, es blanca y amarilla. El supuesto negro que utilizo es azul profundo con carmín. Todo es mezcla, todo es vibración, textura y vida. Esos son los colores para mí.
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La alegría de cada nuevo día, de la familia, de los proyectos
-¿Cómo estás viviendo hoy un día normal, los fines de semana?
En un día normal, Alicia se dedica a la enseñanza, los talleres, la pintura y organizándose ahora para empezar a escribir. Los fines de semana son de paseos, series y almuerzos familiares, “estamos todos juntos, aunque somos familia pequeña”, cuenta.
-¿Cómo estás terminando este año y qué planes tenés para el próximo?
En esta última etapa del año estoy cerrando mis clases en el cole, en cine y actuación. Iniciando un taller de interpretación para cine, otro de escritura en grupo de una serie (me contrata mi hijo, ya que ganó un concurso del Instituto Nacional del Audiovisual Paraguayo –INAP- y me invita, junto con otros cuatro talentosos guionistas a formar parte del equipo de creadores).
En la pintura, documentándome y haciendo bosquejos para la exposición del año que viene, que será muy diferente a esta última. Nuevos comienzos y temas.
En el teatro, retomando un proyecto de dirección que no se pudo culminar este año y con ganas de volver a actuar en algo desafiante. A esta altura solo los desafíos me llaman la atención. No importa el resultado, pero que no sea solo más de lo mismo. Tengo muchas metas todavía.
“Paraguay es un joven con cara de viejo”
-Si tuvieras que pintar hoy el rostro de Paraguay, ¿cómo sería, cómo lo harías?
Lo que me viene a la mente ahora es un joven o una chica con cara de viejo. Con muchas arrugas, cansado y decepcionado. Pero con una lucecita en sus ojos que puede ser una esperanza de despertarse. Creo que ----Paraguay tiene toda la vitalidad para limpiarse sus heridas y renacer de verdad. Solo hace falta sacudir la anestesia que todavía lo tiene adormecido, catatónico.
Me preocupa el Paraguay de jóvenes con exceso de información inútil que desespera y crea ansiedad y angustia. No sé cuál es la salida, pero supongo que pasa por moverse y empezar a ser protagonistas de verdad. No quedarse esperando a que otros cambien, porque “esos otros” nunca van a cambiar.
-¿Alicia Guerra, según Alicia, es…?
Estoy satisfecha de haber sido fiel a mí misma, a mis oficios y al legado que heredé. Soy una mujer fuera de lo común, y ya me acostumbré. Sencilla pero no convencional. Soy todas y ninguna.
Todavía no me sale decir que soy artista. Porque esa es una meta-sueño, probablemente la más difícil de alcanzar. Por el respeto que les tengo a los verdaderos artistas y maestros.