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Creadas en un restaurante de Suecia, las papas Hasselback se hicieron famosas en todo el mundo y dieron origen a un estilo de corte “en acordeón”, que se puede utilizar con carnes y diversas verduras y frutas.
Este corte permite que el resto de los ingredientes penetre y funda su sabor, al tiempo que el ingrediente principal se cocina y tuesta más rápido que si estuviera entero.
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A 20 kilómetros al este de la ciudad de Estocolmo se encuentra Djurgården, una isla y un parque natural que recibe 10 millones de turistas al año. Allí se encuentra uno de los más prestigiosos restaurantes de Suecia: el Hasselbacken, con una historia que se remonta al año 1760.
Entre 1947 y 1969 se creó allí la primera escuela-restaurante del país, de la cual surgieron grandes cocineros que recorrieron el mundo.
Allí nacieron las papas Hasselbacken, una idea de los alumnos para darle prestigio a la más humilde de las guarniciones: las papas asadas. Fueron esos alumnos quienes –ya siendo grandes cocineros– las prepararon con diversas variantes y en las cocinas europeas comenzó a llamárselas “papas acordeón” por su forma distintiva.
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Se utilizan papas pequeñas, jóvenes y tiernas, y se las corta en finas rebanadas sin llegar a desprenderlas.
Entre cada rebanada se pone manteca o aceite, sal pimienta, y las hierbas y especias que se deseen, aunque esto ya es una adición de la cocina moderna.
El secreto es que salgan crujientes y, para ello, se utiliza pan rallado para espolvorear entre las rebanadas. Se cocinan al horno, y quedan unas papas espectaculares, sabrosas y de excelente presentación para acompañar un trozo de carne.