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No solo el gusto decide si un plato es agradable y sabroso, sino que participan todos los sentidos al momento de comer. No importa el sabor de la comida, sino también lo que oímos, vemos, sentimos en nuestra piel o la boca, así como lo que olfateamos. Nuestros sentidos determinarán si esa comida es o no agradable para nosotros.
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Son muchas las variables del ambiente que influyen en lo que comemos. No solo nuestro nivel de hambre o los deseos de comer afectan lo que ingerimos, sino que el ambiente también influye en lo que comemos, incentivándonos o, por el contrario, reduciendo el efecto placentero de un plato en el organismo.
Asimismo, el ambiente en el que comemos puede condicionar el impacto de un plato sobre la salud de nuestro cuerpo. Una comida descontrolada puede ser excesiva, y una comida acelerada en medio de nervios y gritos suele ser indigesta. Pero siempre podemos controlar estas variables, evitando lugares poco apropiados para comer, escogiendo un ambiente bien iluminado y con pocas distracciones, así como priorizando comer siempre sentados, sin discusiones en medio y bien acompañados.
Entonces, el ambiente con su decoración, el plato con su aroma, un restaurante con la iluminación y la música e, incluso, con los colores que presenta pueden ser determinantes al momento de comer. También se debe tener en cuenta el ambiente emocional, es decir, si estamos en compañía, si el entorno nos hace sentir bien o mal, si estamos nerviosos a causa de alguna situación, entre otras cosas.
Controlar las variables a la hora de comer
• Buena luz. Un ambiente con poca iluminación nos empuja a comer más, básicamente porque nos desinhibe, nos impide visualizar correctamente lo que comemos y dificulta la toma de conciencia de la cantidad ingerida; por ello, lo mejor para comer de forma neutral, con un control más adecuado de las cantidades, es comer con buena iluminación.
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• Sin música. La música suave estimula el consumo porque, al igual que las luces bajas, relajan y favorecen el tiempo de permanencia en el acto de comer, al mismo tiempo que distraen la atención del plato de comida. Lo mejor para controlar bien la cantidad es comer sin música.
• Sin discutir. Los ruidos molestos o gritos excitan nuestro sistema nervioso, favoreciendo el consumo rápido, descontrolado y poco placentero de comida, por ello, para no tener problemas digestivos y conservar el autocontrol de la cantidad consumida, lo mejor es comer sin gritos ni discusiones en medio.
• Sin distraerse. La televisión, mientras comemos, también retira nuestra atención de la comida y nos empuja a comer más. Lo mismo sucede si estamos pendientes del celular y sus numerosos sonidos de notificaciones. Por ello, mejor sin distracciones al momento de comer.
• La buena compañía. Generalmente, lleva a un consumo más placentero, pero a mayor número de comensales, mayor es la ingesta. El diálogo en medio de la comida favorece la asociación de esta a un buen momento compartido, aunque no debemos perder de vista qué comemos y cuánto.
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• Evitar el bufé. A mayor variedad de alimentos, más consumo; es decir, la diversidad de platos hace que la ingesta sea de mayor cantidad, por eso, si estás intentando controlar la cantidad que consumes, mejor optar por una sola preparación por comida y evitar comer en un bufé.
Ojo con la vajilla
La vajilla y los cubiertos también afectan lo que comemos, tal es así que utilizar cubiertos de plástico o platos de colores disminuyen el sabor percibido, así como el placer que genera una comida. Tres estudios han comprobado la influencia de la cubertería y la vajilla en el acto de comer, detectando que el color de los platos y el material del cubierto afectan la percepción del sabor.
Así, en platos blancos, un postre se percibe más dulce y sabroso que en platos de color negro. Y si los cubiertos son de plástico, el plato pierde sabor con respecto al uso de cubiertos de metal.
Es decir, está comprobado que se experimenta más sabor y placer al comer en platos de loza blanca con cubiertos metálicos que en cualquier otro tipo de vajilla. Una vez más confirmamos que la comida “entra por los ojos”, por eso, el contraste de un postre sobre el plato blanco resulta más atractivo y, por ende, se percibe más sabroso que sobre un plato de color negro.