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Según Fernando Valdivia, autor del libro “Alimentación inteligente”, la cabeza es el eje sobre el cual hay que trabajar para revolucionar los hábitos. Dice que "evitando las dietas, la tiranía del supermercado y las costumbres que hacen de la alimentación una tortura cotidiana".
Valdivia es un médico veterinario especialista en asuntos de salud pública y seguridad alimentaria en Argentina.
Asegura que la alimentación experimentó un gran retroceso desde hace aproximadamente dos décadas, “probablemente el más importante, porque la alimentación es algo que estamos en condiciones de controlar y somos nosotros quienes decidimos no hacerlo. Pero hace poco más de medio siglo decidimos dejar de tomar estas decisiones por nuestros medios y ‘tercerizamos’ todo lo relativo a qué comer y cómo hacerlo. Delegamos estas decisiones en la industria alimentaria, que tomó la posta con agrado, por cierto, diseñando alimentos y culturas alimentarias a su imagen y semejanza. El efecto fue y es devastador”, señala.
Las consecuencias de esa alimentación mostró sus efectos sobre la salud, con un incremento nunca antes visto en las tasas de obesidad y en las enfermedades crónicas no transmisibles. En la actualidad, el 80% de las enfermedades son el resultado de nuestro modo de alimentarnos, aunque las personas parecen no reparar en este hecho, y piensan que enfermarse es algo normal y que debe pasar.
Según sostiene, hay dos problemas que rigen la mala alimentación actual: la pérdida de diversidad alimentaria y la baja proporción de alimentos naturales en nuestra dieta. Es decir: “comemos un conjunto muy acotado de alimentos que, para colmo, no son alimentos naturales, sino que se nos presentan como naturales cuando en verdad no lo son. Pero, pese a todo, la inteligencia alimentaria está ahí. Ese conocimiento adquirido por siglos y siglos sigue acompañándonos y está listo para ser usado por todo aquel que quiera liberarse del yugo que nos impone el modo de alimentación actual”.
Agrega que “comemos lo que otras personas nos dicen que hay que comer, pero nadie repara en que estas recomendaciones no suelen corresponderse con lo que nuestra biología requiere”.
Establece una comparación con los animales, diciendo que no existe la obesidad ni enfermedades crónicas alimentarias en los animales en estado de naturaleza. “Es sencillamente maravilloso, así como la prueba inequívoca de que las enfermedades aparecen cuando alteramos la forma natural de la misma. Es lo que hacemos con nosotros, y también lo que estamos haciendo con las mascotas, que ya presentan las mismas enfermedades crónicas que los humanos, producto de la alimentación con ‘alimentos balanceados’ que no tienen nada que ver con la alimentación natural de éstos”.
En referencia a las llamadas dietas restrictivas, que en esencia son las que buscan restringir el consumo de calorías hasta hacerlo inferior a lo que se gasta. “Lo paradójico es que esta técnica va a contramano de lo que indica cualquier manual de fisiología porque cuando se somete a un ser vivo al estrés que implica una alimentación restrictiva, lo que se desarrolla es un mecanismo de compensación que termina con lo que se conoce como ‘efecto rebote’. En vez de alcanzar el objetivo de adelgazar, las dietas restrictivas hacen aumentar de peso”, explica.
Señala que este mecanismo es tan conocido que se utiliza en producción animal para exactamente lo contrario de lo que lo usan los nutricionistas. Es decir, se utiliza para ganar peso.
“Para modificar nuestros hábitos y comer mejor lo que tenemos que dejar de pensar la alimentación en clave médica. Los alimentos no son medicamentos y la alimentación no es un hecho médico. Hay que volver a basar nuestra alimentación en alimentos naturales y a recuperar el control de la misma”, asegura.
Dice que no es una situación natural estar sentado en un consultorio frente a una persona con guardapolvos que nos pone arriba de una balanza y nos diagrama los consumos semanales. Es una situación de dependencia incompatible con el desarrollo de la inteligencia alimentaria. Es algo que no existe ni existió jamás en la naturaleza humana ni de ninguna especie viviente”.
Para comer bien hay que comer diverso, para comer diverso hay que cocinar, y para cocinar hay que producir o salir a comprar. “El atajo de tener la cocina resuelta por terceros es el principal de los problemas argentinos actualmente, y se da en todos los estratos sociales”, sostiene.
Otros atajos son, según considera la idea de los ‘superalimentos’: se ponen de moda alimentos y entonces las personas salen a consumirlo con esa vocación mágica de que resolverá vaya a saber qué cosa. “¡Y no hay superalimentos! No puede haber superalimentos cuando nuestro fundamento alimentario es precisamente la diversidad, es decir, que haya muchos alimentos que hagan una dieta variada”, remarca.
Valdivia prosigue diciendo que la base de estos atajos está en nuestra cultura, y es la razón por la cual, en vez de educar en alimentos y alimentación, implementamos, por ejemplo, "kioscos saludables" en las escuelas. “Suele decirse que hay mucha gente que se psicoanaliza, pero en verdad es un fenómeno más amplio: la gente se ‘medicaliza’.
Mucha gente busca respuestas afuera y, por lo general, termina medicalizando cosas que no lo requerían”, señala.
Y sigue “es entonces cuando mucha gente cree que debe ir al nutricionista y genera esos atajos que nos alejan de la posibilidad de recuperar la inteligencia alimentaria perdida, como la imposición de un modo de alimentación planificada que es totalmente antinatural: racionar porciones, establecer una cantidad determinada de comidas diarias, contar calorías y nutrientes, suplementar con pastillas, etc”.
Fuente: clarin.com