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"Durante mucho tiempo no quise aceptar ayuda profesional pero en un momento llegué a un punto en el que me di cuenta que no podía seguir así", dice. Hoy día recibe tratamiento contra la depresión.
Sin embargo, esta enfermedad sigue cargando con un estigma. Y pocos saben que los niños también pueden sufrirla. Laura cuenta que hay gente que no le cree que está deprimida y le dice que lo aparenta para llamar la atención.
Aunque no sea un dato conocido, la depresión se encuentra entre las enfermedades psíquicas más frecuentes en niños y adolescentes. En niños en edad escolar, la incidencia es menor al 2 por ciento. Entre los 12 y los 17 años, ya afecta a entre 3 y 10 por ciento de los adolescentes. Pero ¿cómo pueden saber los padres si su hijo está atravesando una tristeza pasajera o está deprimido?
Los psicólogos señalan que en los niños la depresión se manifiesta cuando se vuelven retraídos, ya no tienen ganas de juntarse con sus amigos, les empieza a ir mal en la escuela, tienen la sensación de valer poco y todo les cuesta.
En muchos casos, para los niños es además difícil nombrar o describir sus miedos o depresiones. Los casos difieren según la edad. Sin embargo, cuando síntomas como la tristeza, la falta de ganas o la ligera irritabilidad perduran durante más de dos semanas y no hay un motivo externo, se recomienda visitar a un especialista.
En primer lugar, los padres deben mantener la calma, informarse y dejarse asesorar. Luego deberían hablar tranquilamente y en profundidad con su hijo para que les cuente sus problemas. Es importante que los padres demuestren voluntad de ayudar y comprensión hacia la situación. Laura dice que, al principio, su familia no la entendía, pero que luego todos se mostraron comprensivos.
Los padres no deberían esperar demasiado para acudir a un experto. Un problema frecuente es que los padres esperan que el desánimo de su hijo se le pase de un día para el otro. Pero decirle solo "ya va a pasar" no sirve de nada.
Si se reconoce la enfermedad, se la puede tratar. Laura va al psicólogo dos veces por semana y además va tres veces por semana a musicoterapia. Asegura que el tratamiento le ayudó bastante. Está mejor de ánimo y se siente más motivada.
En casos extremos puede ser necesaria una internación, aunque el suministro de psicofármacos en niños y adolescentes se decide rara vez. Sin embargo, ninguna internación debería ser decidida pasando por encima del niño. Es necesario hablar abiertamente y explicarle que estará mejor. Un buen acompañamiento es explicarle al adolescente cómo es una sesión de terapia o que toda la familia lo acompañe a la clínica.
El objetivo más importante de la terapia es fortalecer los recursos del niño. Se enseña a los pacientes a deshacerse de malos pensamientos y modificar la situación que lo sobrecarga. También es necesario trabajar sobre el entorno: la familia debe estar fuerte para ayudarle. Los familiares deberían evaluar también recibir ayuda profesional si se sienten sobrepasados por el problema.