Perfecto pero estresado: cómo ponerle un freno a la exigencia

En casa todo se debe ver impecable, en la mesa solo se sirve comida casera y siempre hay un oído presto para un familiar o amigo que lo necesite. Además en el trabajo todo resulta a la perfección, aunque es difícil no verse afectado por ese ritmo.

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Muchas personas viven de esta forma tan exigente y tienen estándares altos no sólo para el trabajo, sino también en su vida privada. Son perfecccionistas. Pero como en todo, es la dosis la que hace al veneno: en cierta medida el perfeccionismo es de ayuda en la vida privada, pero si es excesivo puede ser negativo.

Los especialistas coinciden en que la cosa se complica cuando hay intereses enfrentados, es decir, que no se puede cumplir del todo con los propios intereses. Es decir: si alguien tiene el deseo de vivir en una casa ordenada y tiene el tiempo para ordenar, no hay ningún problema. Pero si a esta persona le suena al mismo tiempo la alarma de la lavadora, se le acumulan los platos sucios y además debe cuidar a su niño, es difícil hacer todo bien. Cuando esto se convierte en norma, el perfeccionista empieza a tener dificultades.

Para muchas mujeres la crisis surge cuando son madres. Algunas de ellas tienen una buena posición en el trabajo y luego tienen hijos. De pronto, se ven superadas por la exigencia de atender a niños pequeños y seguir siendo perfectas en el trabajo. Si a eso se suman problemas familiares, como la enfermedad de uno de los propios padres, la combinación puede ser extenuante, sobre todo si se sigue queriendo hacer todo a la perfeccción.

Sin embargo, este problema no afecta solo a las mujeres. Quizá las mujeres hablan simplemente más de ello. Pero el deseo de perfección puede afectar a los dos sexos. Y el problema es que como los perfeccionistas quieren quedar siempre bien, cuando no lo logran sienten una enorme presión y mucha rabia.

Esto hace, a su vez, que debido a su comportamiento los perfeccionistas sean personas más bien solitarias: es poco probable que los demás pueden seguirles el ritmo. El estrés que sufren también puede degenerar en un burn-out o una depresión debido al agotamiento.

Sin embargo, los afectados pueden hacer algunas cosas para combatir esta tendencia. Uno de los pasos más importantes es, primero, ser consciente del propio perfeccionismo y tomar conciencia que no se puede hacer todo.

Luego hay que pensar en cómo se pueden sortear las situaciones y delegar en otros. Los perfeccionistas suelen amar las estructuras y las listas, por lo que les puede resultar útil hacerlas. Por ejemplo: se puede prever en la agenda una ventana en la semana en la que se realizarán tareas domésticas. De esta forma, se asegurará de hacerlo pero sin la presión constante de que aún está pendiente. Es importante, por supuesto, que la planificación sea realista. Para estar seguro, se le puede dar a revisión la lista o calendario a un amigo o a la pareja.

Los especialistas recomiendan además otra cosa: valentía para hacer frente al vacío. Por ejemplo: si se es una típica esposa que está en todos los detalles, la próxima vez que su esposo le pregunte: "Querida, ¿dónde dejé las llaves?", usted bien puede contestar: "No lo sé, querido, son tus llaves, no las mías". A veces, son estas pequeñas modificaciones de los viejos hábitos las que hacen el cambio.

Otro consejo es tomarse a conciencia un rato para uno mismo: hacerse una taza de rico café, salir media hora a caminar. Si sólo se está pendiente de cumplir con los requerimientos de los demás, ya no se detectan las propias necesidades. Por eso, los especialistas recomiendan pensar en qué es importante para uno y darle a estas necesidades la misma prioridad que a las de familiares y amigos. Es decir: sólo hay que suspender la propia clase de pilates en caso de tragedia.

La actitud que se asuma es definitoria: es necesario ser consciente de que el valor de una persona no depende de su rendimiento. Si se piensa de esta forma es algo más fácil bajar las propias exigencias. Y otra cosa que hay que tener en claro es que para que el primer 80 por ciento de lo que se quiere hacer se necesita la misma energía que para el 20 por ciento restante.

Entonces, para cuidarse, lo ideal es contentarse con cumplir con el 80 por ciento de las metas, aunque cueste. Por ejemplo: ¿es realmente necesario que el piso esté tan limpio que se pueda comer sobre él? A fin de cuentas, existen los platos y los cubiertos.

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