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El término se deriva del inglés y combina dos palabras: “man” (hombre) y “explaining” (explicar). El término fue acuñado por la pensadora feminista estadounidense Rebeca Solnit.
"Por supuesto, es un término un poco para llamar la atención", dice la activista y feminista alemana Anne Wizorek. "Pero describe un fenómeno que existe realmente". Y es que cuando se pueden nombrar las cosas, es más fácil reconocer los problemas que hay detrás de ellas.
En este caso se trata de relaciones de poder desiguales. "Los hombres son considerados racionales y las mujeres las irracionales de sentimientos encontrados a las que hay que explicarles cómo funciona el mundo", dice Wizorek. Esto hace que algunos hombres asuman una posición de sabelotodo.
Aunque para muchos parezca banal, se trata de una forma de sexismo que las mujeres sufren a diario. El problema empieza en casa. "A los hombres se los educa para estar siempre en el centro de la escena", dice Wizorek. A las niñas, en cambio, se les transmite que su opinión vale menos. Es decir que se trata de un problema estructural.
Si bien el "mansplaining" está presente en todos los ámbitos, en el trabajo se vuelve especialmente llamativo y problemático. "Los términos ambición, profesionalidad y éxito parecen estar destinados sólo a los hombres", explica Villa. Cuando las mujeres avanzan en el ámbito laboral, suelen ser consideradas poco femeninas o no son apreciadas del todo. El "mansplaining" suele ser una práctica inconsciente de los colegas varones hacia ellas.
Las rondas de discusión en las que no se ve ninguna mujer -o al menos una- siguen siendo muchas. En esos casos, los hombres tienen el terreno libre para ejercer su "mansplaining". Cuando se les pregunta a los organizadores de una conferencia, por ejemplo, por qué no hay mujeres presentes, simplemente afirman: "No encontramos ninguna". Una excusa que no tiene mucho asidero.
De por sí, ya es problemática la forma en que se organizan las conferencias. La idea es tener siempre dos o tres personas importantes. ¿Pero cómo son las estructuras de poder en la política, la economía o la cultura? Masculinas. Además, los organizadores suelen contactarse con personas que ya conocen o de las que escucharon hablar alguna vez a otro colega. De esta forma, el sistema masculino no hace más que reproducirse.
La pregunta es, ¿cómo reaccionar cuando se está ante uno de estos explicadores? Con redes, es decir, oponiéndose en conjunto a este tipo de comportamiento. Para Villa, es importante que aquellos que son avasallados se junten. ¿Y en el momento concreto, qué hacer? Lo mejor es siempre apelar al humor. Pero ser clara. Wizorek también apuesta por el humor y las redes. "Gracias por explicarme algo que ya sabía" puede ser una buena respuesta.
Pero ¿son realmente sólo los hombres sabelotodos? De ninguna manera. “Pasa en todos los ámbitos en los que hay repartos desiguales de poder o uno se siente más poderoso que el otro”, explica Wizorek. Es decir que estas diferencias pueden darse también entre jóvenes y viejos o personas de distintas etnias. Pero una cosa está clara: explicarle al otro las cuestiones desde una posición de superioridad es ridículo por más que se esté seguro de haber bebido de la fuente misma de la sabiduría.