¿Las terapias hacen que los problemas crezcan?

Las terapias psicoanalíticas pueden ser una gran ayuda cuando uno está pasando por un mal momento o tiene cosas del pasado que han quedado trabadas y por solucionar, pero, como todo medicamento, también conllevan ciertos riesgos.

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Muchos dicen estar mejor gracias a la asistencia psicológica, pero otros se sienten peor. Al menos eso es lo que señalan algunos estudios. "Las psicoterapias tienen algunos riesgos o efectos colaterales", opina el director de la Asociación Alemana de Psicoterapia, Jürgen Margraf. Al comenzar una terapia de este tipo, vale la pena tener en cuenta algunas consideraciones.

El especialista Sven Barnow investigó los efectos y los motivos que generan ciertos efectos indeseados. "Estas terapias tienen un gran efecto en muchos casos", constata el profesor de Psicología de la Universidad de Heidelberg. Sin embargo, dice que hay que tener en cuenta que a veces las terapias propuestas no encajan con los síntomas que trae el paciente.

También puede suceder algo muy simple: que el terapeuta no empatice con el paciente o que simplemente no haya química. Por eso Barnow subraya que es fundamental escuchar el instinto. A uno el terapeuta debe caerle bien. Es crucial poder sentirse en buenas manos para confiar.

Hay varias características primordiales: por un lado, el paciente debe sentir cierta empatía, percibir el interés del terapeuta y ver cómo describe su caso. También debe sentir que el terapeuta está bien preparado para afrontar la sintomatología que se le está planteando, y en este sentido siempre es bueno que el profesional, en las primeras sesiones, explique cómo quiere trabajar.

Puede suceder que al comienzo uno se sienta mal o un poco peor, porque es natural que al abrirse al problema y a sus causas surja cierto malestar, pero la mayoría de los pacientes que buscan asesoramiento psicológico suele notar las mejoras después de unas ocho sesiones.

De todos modos, si pasa este período y uno sigue sin tener una buena sensación, es mejor hablar del tema y sopesar un cambio de terapeuta.

Otros efectos secundarios pueden repercutir en el entorno social, ya que puede ser que uno, al hacer una terapia, cambie de actitud ante ciertos amigos o incluso en su vínculo de pareja. Pero justamente de eso se trata: de elegir bien un terapeuta y ver, a partir del trabajo conjunto, qué se puede cambiar de lo que uno sentía como un peso o molestia.

Nadie debería dejar de hacer una terapia por miedo a los efectos secundarios. Lo único que hay que evaluar bien es qué métodos se aplica y con quién se hace el tratamiento. Si uno no siente que avanza, hay tiempo para cambiar.

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