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Hay algo que está claro: un nacimiento es siempre un hecho algo brutal. Muchas mejores quedan traumatizadas. De acuerdo con estudios realizados en Alemania, casi el 80 por ciento de las madres han dicho poco después del parto que lo vivieron como algo traumático. Esto no significa que hayan quedado traumatizadas.
Muchas se olvidan luego de la experiencia, pero algunas presentan los síntomas típicos de un trauma. Sienten lo vivido aún como algo cercano incluso meses después. No pueden dormir bien, se resiente la relación con el bebé y también con la pareja. Muchas se sienten culpables y se preguntan qué hicieron mal.
Que la clínica no cuente con el suficiente personal puede ser también contraproducente, ya que esto genera una presión de tiempo y la presión aumenta con ello sobre las parturientas. Bajo ciertas circunstancias, esto genera el riesgo de que la mujer no pueda compartir decisiones que se toman sobre su parto.
Lo peor es que se tomen decisiones contrarias a la voluntad de la mujer, se la trate de forma violenta o se la amenace. Muchas mujeres sienten tanto miedo cuando les presionan el abdomen que apenas pueden respirar. También se pueden vivir de forma violenta una episiotomía muy profunda o la manipulación de la boca del útero.
Es importante que la parturienta tenga la sensación de que puede confiar en su cuerpo. La partera debería transmitir a la mujer que es la protagonista del parto y que tiene todo permitido. Los psicólogos recomiendan a las mujeres prepararse bien para el parto y conocer bien a las personas que intervendrán en él. También debería resultarle familiar el lugar en el que parirá y sentirse cómoda en él.
Si una mujer tiene la sensación de que no pudo elaborar bien su parto, debería buscar ayuda. Si ella está traumatizada, también sufrirá el bebé, ya que la experiencia influirá en el vínculo madre-hijo.