Cómo encontrarle sentido al trabajo y sentirse realizado

El autor estadounidense David Graeber acuñó el término "bullshit-job". Su tesis es que cada vez hay más tareas que no tienen ningún sentido.

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Ni siquiera las personas más voluntariosas pueden convencerse en estos casos de que hay un motivo concreto para lo que están haciendo. Por otro lado, tampoco es tan fácil determinar qué hace que un trabajo tenga sentido.

Tatjana Schnell dirige como profesora asociada de la Universidad de Innsbruck, en Austria, el grupo de trabajo Investigación Empírica del Sentido. Para ella es importante distinguir entre un trabajo que tiene sentido para uno y el trabajo como fuente que le da sentido a la vida. "Un trabajo que tiene sentido no es necesariamente un trabajo que le de sentido a mi vida", explica.

Sin embargo, es importante que las personas sientan que su trabajo tiene sentido. "Pasamos demasiado tiempo en nuestros trabajos. Si tenemos la sensación de que no tienen sentido, esto se convierte en una carga muy grande", asegura.

Bernd Slaghuis, asesor de carreras y coach de la ciudad de Colonia, en Alemania, sabe por su trabajo con sus clientes que para muchos es más importante "regresar por la noche tranquilo a casa" que encontrar su verdadera vocación. Para otros, el trabajo tiene sentido si se pueden identificar con su empleador y sus productos.

¿Pero qué significa sentirse pleno? Encontrarle sentido al trabajo es "siempre muy subjetivo", explica Schnell, y depende además de la propia situación: para algunas personas, por ejemplo, puede tener sentido un trabajo monótono por el sólo hecho de que los ayuda a alimentar a su familia.

La psicóloga y asesora en carreras alemana Madeleine Leitner habla de la pirámide de necesidades de Abraham Maslow. "En la parte de abajo de la pirámide está la supervivencia, y en la parte más alta la autorrealización", explica. Esto quiere decir que es poco probable que quien no puede cubrir sus necesidades básicas se pregunte cuánto sentido tiene su trabajo. "A veces ya es suficiente con tener un trabajo y un ingreso", afirma.

La investigación toma en cuenta varios criterios para medir la idea que uno se hace del propio trabajo. En primer lugar, la percepción de que el trabajo propio tiene algún sentido. "Esto puede entenderse como la contracara de que me de todo igual", explica Schnell. "Quiere decir que siento que lo que hago y cómo lo hago tiene una función".

El segundo criterio es la coherencia: ¿son mis valores compatibles con mi puesto? En tercer y cuarto lugar son importantes la orientación y la pertenencia. Una significa que como empleado se está a la altura de lo que exige el trabajo o la empresa. La otra se refiere al sentimiento de ser valorado como persona en el trabajo y no sentirse como un número o una máquina.

"Estos valores no deben ser muy fuertes para que uno le encuentre sentido a un trabajo", subraya Shnell. Pero si no se cumplen uno o varios de los cuatro criterios, el sentido comienza a resquebrajarse. En este caso, hay que analizar la cuestión de forma crítica y buscar causas concretas.

Siempre es de ayuda evaluar los pros y contras del propio trabajo. "Las desventajas se suelen percibir con mayor intensidad, pero si se analizan las cosas con una perspectiva más amplia puede ser que finalmente pesen más las ventajas", dice.

Si ya se renunció internamente por considerar que el trabajo no tiene sentido o se está camino de sufrir un burnout, hay que ponerse a pensar: ¿Qué posibilidades tengo? A veces puede ser útil hablar sobre algunos cambios con el jefe. Si esto no conduce a nada, se puede pensar acortar las horas de trabajo o cambiar de empleo.

Sin embargo, los empleados deben tener en claro una cosa: "No hay tantos trabajos que le permitan a uno salvar el mundo. En la mayoría de los casos, el trabajo es una forma de ganarse el pan. Esto puede requerir ciertos compromisos, aunque éstos no deberían estar reñidos con nuestros valores", dice Schnell.

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