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A veces hasta las decisiones más sencillas pueden hacer que nuestro pulso se acelere. Y cuando se trata de decisiones que cambian la vida, la presión de tomar la adecuada (¡la vida es corta!) y el temor siempre presente de que tal vez te pierdes de opciones mejores pueden provocar un estado casi de parálisis.
Esta abundancia de opciones es el resultado de un privilegio increíble —no todos tienen la libertad de escoger dónde trabajan o viven ni cómo gastan su tiempo o su dinero—, pero aun así puede ser abrumadora. Como lo dijo Barry Schwartz, autor de La paradoja de la elección: “Estoy bastante seguro de que estamos considerando muchas más opciones de las que necesitamos y de las que nos son útiles para muchos aspectos de nuestra vida”.
Con estas cinco estrategias podrás pasar menos tiempo sufriendo por decisiones, y más tiempo apreciando los resultados:
Debido a que el perfeccionismo y la indecisión a menudo van de la mano, Schwartz dijo que tu primer paso debería ser pasar de una mentalidad según la cual solo cuenta lo mejor a una que te permita pensar que algo bueno es suficiente.
“En el mundo actual, donde las opciones prácticamente son ilimitadas, buscar lo mejor es una receta para ser miserable”, comentó. En cambio, su consejo para quienes piensan todo detenidamente es que persigan lo que sea suficientemente bueno, se trate de un trabajo o un cereal por la mañana.
Es muy útil reflexionar sobre el objetivo original de una actividad cuando estés pensando en el estándar a seguir. ¿Comenzaste tu odisea de compras en línea en busca de un tostador que se limpia solo, cocina zanahorias y encima carga tu celular? ¿O solo estabas buscando algo que tostara el pan?
“Nos seduce la idea de preocuparnos por todos los aspectos de las cosas en que estamos pensando”, dijo Schwartz, “porque toda esa información está allí para que la evaluemos”. Recordar tu propósito puede simplificar el proceso.
Las investigaciones han demostrado que la abundancia de opciones debilita tu fuerza de voluntad y provoca que tengas fatiga por la toma de decisiones. Quizá por eso Sheena Iyengar, autora de El arte de elegir, anima a la gente indecisa a elegir sus batallas: en sus palabras, “a elegir cuándo decidir”.
Cuando se trata de elegir un vino, por ejemplo, Iyengar destaca que normalmente solo quiere una buena copa para acompañar la cena. Así que en vez de analizar las cepas y los años, le delega esa decisión a su vinatería local, a la cual paga para que le envíen una caja con sorpresas cada tantos meses. “El vino sigue siendo una parte de mi vida que disfruto porque no me esfuerzo en elegirlo”, dijo. “Soy más feliz cuando tengo menos decisiones que tomar”.
Además de depender de los expertos, puedes compartir la carga con los que te rodean. En mi caso, cuando mi pareja y yo hacemos planes para cenar con su hermano y su cuñada, nadie quiere encargarse de elegir el restaurante. Así que ideamos un sistema de turnos, lo cual permite que tres de nosotros quedemos libres de haber tomado una decisión en un feliz 75 por ciento de nuestras cenas compartidas.
Para decisiones igual de triviales, ni siquiera necesitas a otro humano. Podrías depender de las costumbres y las rutinas, como usar un uniforme para el trabajo o comer ensalada para el almuerzo todos los días, a fin de reservar ancho de banda mental para decisiones más importantes.
¿Alguna vez te has quebrado la cabeza para decidir si asistirás a un evento social o si aceptarás un nuevo proyecto de trabajo autónomo? Cuando una decisión de sí o no tiene muchos pros y contras, prueba la “regla del 90 por ciento” de Essentialism, el libro de Greg McKeown.
La regla se trata de evaluar alguna oportunidad en una escala del cero al cien. Si tu interés está por debajo del 90 por ciento, reduce su calificación a cero y recházalo. “Te devuelve la cordura”, dijo McKeown. “Si no es un sí definitivo, entonces puedes convertirlo en un no definitivo. No tienes que preocuparte mucho al respecto”.
Para el evento social, quizá el 80 por ciento de tu mente piensa que sería divertido, pero el otro 20 por ciento de ti preferiría acurrucarse con tus hijos. Para el proyecto independiente, tal vez al 50 por ciento de tu mente le gustaría recibir ese dinero, pero la otra mitad sabe que ya no puedes con más carga de trabajo.
Esta regla hace que sea fácil tomar decisiones: ya que ninguna alcanza un 90 por ciento, se rechaza. “Piensa en cómo te sentirías si sacaras un 65 en alguna prueba”, escribió McKeown en su libro. “¿Por qué elegirías deliberadamente sentirte así respecto a una decisión importante en tu vida?”.
En su popular blog Wait But Why, Tim Urban ha aconsejado a sus lectores sobre tomar grandes decisiones, como casarse o elegir una carrera, al guiarse por una disquisición imaginaria.
Digamos que tienes dudas sobre tu relación amorosa actual, pero no puedes decidir si deberías terminarla. Urban sugeriría que te imagines un botón: presionarlo te llevaría a un futuro dos meses después del rompimiento. Ya habrías tenido las conversaciones difíciles y los resultantes brotes de llanto en lugares públicos como el metro; en la parte del clóset donde estaban las cosas de tu ex ya solo queda un solo calcetín extraviado. ¿Presionarías ese botón para adelantarte dos meses? Si la respuesta es sí, entonces lo que temes no es realizar el rompimiento en sí, sino el dolor y las molestias que lo acompañan.
Si estás decidiendo si te mudarás al otro lado del país, imagina que le pides a tu mejor amigo que decida por ti y que entonces te entrega un sobre con un mensaje: te vas el mes próximo. ¿Te sientes emocionado o decepcionado?
Urban indica que con los postulados imaginarios se logra aislar las variables importantes, lo que puede ayudarte a “disipar la neblina para ver claramente”; es especialmente práctico para que las personas que suelen basarse solamente en la lógica confíen más en sus instintos.
El camino hacia ser más decisivo está lleno de estrategias. Podrías limitar artificialmente tus opciones, al visitar solo tres sitios web cuando busques un nuevo vestido, por ejemplo. Podrías hacer una hoja de cálculo o establecer un marco de tiempo muy específico para decidir. Podrías hacer como que tu caso es el de una amistad a la que necesitas aconsejar, para racionalizar más la decisión.
No obstante, una de las cosas más importantes para los indecisos que están en recuperación es darse cuenta de que jamás tendrán toda la información y aceptar que así es. Steve Jobs tiene una frase célebre sobre que solo es posible conectar todos los puntos cuando lo haces en retrospectiva; en esa línea, Tim Urban sugiere que cualquier persona atorada en la indecisión simplemente elija un “buen punto próximo”. Explicó: “No tiene que ser perfecto, pues es solo un punto en el camino”.
Schwartz, de La paradoja de la elección, está de acuerdo. “Quienes somos privilegiados vivimos en un mundo en el que estamos eligiendo entre opciones muy buenas”, comentó. “No vale la pena esforzarse en discernir entre algo muy bueno y algo muy muy bueno, incluso cuando el tema no es trivial”.
Al enfocarte en el siguiente punto y luego el siguiente, en teoría todo será cada vez más fácil. Urban dijo que él ya recorrió puntos hilados para superar su indecisión, mediante años de reflexión, de escribir sus pensamientos y de analizar posibles resultados.
“La toma de decisiones es el volante en el auto de tu vida”, explicó. “Y conviene practicar para ser buen conductor”.