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Sin embargo, cuando se hizo el último raspado sangró tanto que terminó en el hospital. Tras la operación quedó claro que tenía un tumor maligno: cáncer de cuello uterino. Algo con lo que no había calculado.
Dado que el cáncer de cuello uterino se desarrolla con bastante lentitud, la idea es que los tests detecten modificaciones en las células antes de que se forme el cáncer. En general, se recomienda que todas las mujeres de más de 20 años se realicen un PAP al año. Esta prueba consiste en raspar suavemente células de la zona del cuello uterino, que se observan luego bajo el microscopio. Los resultados se ordenan de acuerdo con distintas categorías y pueden brindar indicios sobre células con mutaciones o etapas iniciales de cáncer.
Sin embargo, este raspado no es tan infalible como desearían los médicos, por lo que a veces se pueden pasar por alto células con mutaciones. El test es seguro si se lo realiza con regularidad. Pero el cáncer de Ana quedó sin detectar a pesar de que se hizo los controles regularmente, algo que pasa muy raras veces.
Para evitar este tipo de casos, a partir de los 35 años los controles se vuelven más rigurosos. En algunos países se recomienda un PAP cada tres años pero con un test adicional que detecte los virus del papiloma humano (HPV). Hoy día se sabe que el HPV es responsable de alrededor del 90 por ciento de los carcinomas de cáncer de cuello uterino. Casi todas las personas se infectan alguna vez en la vida con HPV, muchas ya en su primer contacto sexual a través de la piel. Es decir que ya se volvió normal que la mayoría de las mujeres de menos de 30 años den positivo en una prueba de HPV.
La infección suele trasncurrir sin síntomas y curarse sola. Sin embargo, en algunos pocos casos el sistema inmunológico no puede eliminar los virus y una consecuencia posible es que haya alteraciones de las células y que éstas se transformen en células cancerosas.
Cuando se detecta una infección con HPV en mujeres de más de 35 años se suele considerar que esta infección existe desde hace tiempo y no desaparecerá sola. Por eso, esta forma combinada de detección es a veces mejor que sólo el PAP.
Si el ginecólogo detecta células con mutaciones en el cuello uterino, esto tampoco significa necesariamente un diagnóstico de cáncer. En principio, se analizan las modificaciones. Una opción en un estadio temprano es la conización, una cirugía para extraer una muestra de tejido anormal del cuello uterino. Los médicos afirman que el 90 por ciento de las mujeres sometidas a una conización no desarrollan otras mutaciones en las células a lo largo de su vida. También es posible embarazarse tras esta intervención, solo que aumenta ligeramente la posibilidad de un parto prematuro.
El caso de Ana es distinto. Le hubiera gustado tener hijos propios pero ya no tiene útero. El médico le recomendó extraerlo por completo dado que el tumor era muy grande. Tras una operación de siete horas, los médicos también le extirparon 30 nódulos linfáticos para asegurarse de que no hubiera células cancerosas en ellos. Dado que no fue el caso, no tuvo que someterse a quimioterapia. En general, se trata de optar por un tratamiento, ya sea una operación o una terapia de rayos y quimioterapia para no sobrecargar a la paciente.
Sin embargo, Ana sigue lidiando con las consecuencias de la operación. Tiene incontinencia urinaria, problemas digestivos, a veces sensación de sordera, debe someterse regularmente a drenajes linfáticos por retención de líquidos y no puede practicar todos los deportes. "Me decidí por la vida y todo tiene un precio en la vida", resume, resignada.
Antes de la operación tenía miedo de no volver a sentirse mujer. Un temor que no se cumplió. La contención de un grupo de mujeres en su misma situación la ayudó a sentirse menos sola. Incluso hizo nuevas amigas. Estuvo de licencia médica por medio año pero pronto volverá a trabajar.
La enfermedad de Ana formará pronto parte del pasado. Las nuevas vacunas contra el HPV evitan que se contagie con un nuevo tipo de virus. Las más recientes protegen de los nueve tipos más frecuentes. La vacuna se recomienda para todas las niñas antes de su primer contacto sexual, ya que, una vez que existe la infección, esta no sirve de nada. En esos casos, es el mismo cuerpo el que debe combatir los virus.
(El nombre original de la mujer fue modificado para esta nota).