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La adolescencia es una de las etapas más difíciles de atravesar para muchos jóvenes y para sus padres. Por un lado, pueden ser esquivos, egoístas y perezosos, pero para sus intereses rápidos y eficientes. La psicóloga Haruka Saito explica: “En esta etapa, el cerebro de los adolescentes sigue en construcción, eso debería explicar muchas cosas. La corteza prefrontal, que es la parte que nos ayuda a tomar decisiones, planificar y controlar impulsos, todavía no está completamente desarrollada, y eso pasa hasta más o menos los 25 años. Por su parte, el sistema límbico, que maneja las emociones y las reacciones intensas está a mil por hora. Este desequilibrio hace que sientan todo de forma muy intensa y tomen decisiones más impulsivas, a veces sin pensar mucho en las consecuencias”.
-Un cambio que sucede por dentro con repercusiones en sus padres.
A esto se suma el hecho de que están en pleno proceso de buscar quiénes son, su identidad. Esto los lleva a cuestionar todo, incluso los valores y normas que aprendieron desde pequeños. No es que estén rechazando a los padres o el esfuerzo que hicieron, sino que están en una especie de lucha interna para definir quiénes son y adónde quieren llegar.
-Como padres, ¿cómo diferenciar si son adultos muy jóvenes o niños muy crecidos?
La diferencia está en cómo manejan sus responsabilidades y qué tan capaces son de enfrentar las consecuencias de lo que hacen. Un adolescente que planifica, que cumple con sus compromisos y, aunque se equivoque aprende de ello, está dando pasos hacia ser un adulto joven. En cambio, cuando todavía evitan responsabilidades o necesitan que los padres estén encima de ellos todo el tiempo para que hagan las cosas, es señal de que siguen funcionando como niños.
Tratarlos de manera justa significa observar estas señales y darles autonomía en las áreas donde ya demuestran madurez, pero sin dejarlos solos en las cosas para las que todavía necesitan apoyo. Aquí es necesario el siguiente equilibrio: les das más espacio para crecer, pero también les hacés saber que estás ahí para cuando necesiten.
-Uno de los grandes problemas con los jóvenes es que se liberen del celular. Sin embargo, parece misión imposible. Antes se castigaba, hoy hacerlo es delito.
A esa edad más que castigar, lo que funciona es fomentar hábitos saludables, como acordar horarios para usar el celular o tener momentos en familia donde todos, incluidos los padres, dejen las pantallas de lado.
Lo que realmente ayuda es el ejemplo. Si ellos ven que los adultos también equilibran su tiempo con la tecnología, será más fácil que lo imiten. Al final, no se trata de controlar cada cosa que hacen, sino de darles herramientas para que aprendan a usar la tecnología de manera consciente y responsable, sin que termine afectado su bienestar.
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-¿Existe el ego adolescente que los lleva a querer hacer lo que quieren sin miramientos?
Lo que muchas veces parece ego, en realidad es parte de su búsqueda de identidad. A esta edad están tan concentrados en descubrir quiénes son y qué quieren que a veces no se dan cuenta de las necesidades de los demás. No es que lo hagan por maldad, simplemente todavía están aprendiendo a mirar más allá de ellos mismos. Una buena manera de ayudarles es enseñando a desarrollar empatía. Esto se puede lograr involucrándoles en tareas de la casa, haciéndolos parte de decisiones familiares y demostrándoles que aportar al entorno no solo es necesario, sino que también les hace sentir más valiosos. Al final, se trata de que entiendan que no todo gira en torno a ellos, pero sin que esto les haga sentir culpables.
Presencia: Ser los padres y madres a los que siempre quieren volver
-¿Cómo influye en esta edad la situación sentimental, emocional de los padres, los problemas de pareja?
El ambiente en casa tiene un impacto enorme en los chicos. Si hay muchas discusiones o problemas sin resolver, pueden sentirse inseguros, ansiosos o incluso culpables de lo que pasa. Si los conflictos son inevitables, como una separación o tensiones frecuentes, lo más importante es ser honestos con ellos, explicarles la situación de manera adecuada para su edad y dejar claro que no es su culpa. También ayuda mucho mantener rutinas y demostrarles con palabras, acciones que, aunque las cosas sean difíciles, siempre pueden contar con el cariño y apoyo de sus padres. Eso les da una base emocional más fuerte para lidiar con los cambios. No necesitan padres perfectos, pero sí un entorno que les dé cierta estabilidad.
-¿Puede su comportamiento desganado, desobediente, desafiante ser una “retribución” o una revancha por situaciones sufridas durante su niñez?
Es posible, pero no tanto como una revancha, sino más bien como una forma de expresar el dolor que no pudieron procesar. Cuando un adolescente vive experiencias de abandono o malos tratos, muchas veces su reacción viene desde la frustración, el resentimiento o incluso una profunda necesidad de ser visto. Es como si su comportamiento estuviera diciendo: “Esto me dolió y necesito que lo reconozcas”. A veces estas heridas no resueltas se manifiestan en la adolescencia porque es cuando empiezan a conectar más con lo que sienten y a cuestionar lo que vivieron. Reconocer sus emociones, validar lo que están sintiendo y abrir un espacio para hablar de lo que les dolió puede ser un gran primer paso hacia la comprensión mutua.
-Siguiendo con esta última pregunta, escucho mucho que los padres niegan cosas que pasaron en la familia, “no fue así”, “no me acuerdo” “nunca hice/dije eso”, etc. Incluso sobre los maltratos físicos justifican diciendo que antes la cultura era así –y efectivamente era-.
Esto que mencionás me parece muy interesante. Los padres suelen minimizar o justificar lo que pasó porque no quieren sentirse culpables o porque realmente no eran conscientes del impacto que podían tener en ese momento. Pero, para los chicos, esas experiencias son reales y pueden haber dejado marcas importantes. Aceptar que las cosas se hacían diferentes en otra época puede ayudar mucho; por ejemplo, decir lo siguiente: “En ese tiempo esto se veía como lo correcto, pero ahora entiendo que pudo afectarte, y quiero hacerlo mejor”, este gesto no solo sana la relación, sino que les enseña a reflexionar y asumir responsabilidades de una manera positiva.
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-Muchos jóvenes prefieren consultar sus dudas en internet antes que a sus padres, y ahora con la IA, creo que las charlas familiares quedarán más lejos. ¿Cómo hacer prevalecer el amor y la confianza frente a esta tecnología?
El amor y la confianza no se construyen con grandes gestos, sino en esos pequeños momentos del día a día: escucharlos sin juzgar, interesarse por lo que les gusta, y estar ahí cuando los necesitan, incluso si no lo dicen directamente. Si sienten que en casa tienen un espacio seguro donde pueden hablar y ser ellos mismos, la tecnología no podrá reemplazar ese vínculo. Me refiero a estar presentes de verdad, no solo físicamente. Esto les da la seguridad de que pase lo que pase seamos ese lugar al que siempre quieren volver.
Respetar la unicidad y el ritmo de maduración
-¿Cuándo un joven adolescente está preparado para tomar decisiones sensatas y sobre qué asuntos?
No hay una edad exacta para esto porque depende de cada adolescente, pero en general alrededor de los 16, 17 años pueden tomar decisiones sobre su tiempo libre, actividades extracurriculares o cómo manejar el dinero que reciben. Tengamos en cuenta que estas habilidades no aparecen de la nada, es decir, se van desarrollando con práctica. Por eso es importante darles espacio para tomar decisiones pequeñas. El miedo a los padres a soltarlos es completamente normal, pero necesario hacerlo de manera progresiva. Darles autonomía poco a poco mientras estamos atentos para guiarlos si lo necesitan. Esa es la clave.
-¿Cómo ves hoy al varón y a la mujer adolescentes?
En general, las chicas tienden a desarrollar su inteligencia emocional antes, y esto tiene que mucho que ver con cómo la sociedad les permite expresar sus emociones desde chiquitas. Los varones, en cambio, suele crecer con más restricciones emocionales “los hombres no lloran”, “los hombres son fuertes”, lo que puede dificultar que conecten con lo que sienten. Más allá del género, tengamos en cuenta que cada adolescente tiene su propio ritmo. Algunos avanzan más rápido en ciertas áreas y otros necesitan más tiempo, y eso está bien. Lo importante es crear espacios en casa donde puedan explorar sus emociones sin miedo al juicio.
-¿Tenés chicos/as que van a consultar por su propia decisión?
Sí, trabajo todos los días con adolescentes en forma virtual. Para empezar el proceso psicoterapéutico, siempre llevo a cabo una entrevista con sus padres para entender el contexto y definir cómo vamos a trabajar. Los temas que más suelen traer a consulta son ansiedad, estrés por temas académicos, conflictos familiares o dudas sobre su identidad y autoestima. Cada caso es diferente, pero algo que siempre buscan es un lugar donde puedan hablar y sentirse realmente escuchados, sin miedo a ser juzgados.
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-Consejo para fortalecer la capacidad paterna/materna respecto a nuestros adolescentes, ex niños, futuros hombres y mujeres maduros.
Ser papás de adolescentes no es fácil, pero lo importante es que no necesitan que seamos perfectos sino conscientes. Esto implica reflexionar sobre nuestras propias emociones, creencias sobre la crianza y cómo estas afectan lo que hacemos o decimos.
Al final, lo que más valoran es tener padres que, aunque se equivoquen, estén presentes, aprendan y sigan mostrando interés real en su mundo. Esa conexión es lo que hace la diferencia.