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Hoy más que antes escuchamos hablar de la etiqueta y del protocolo, generalmente lo relacionamos a las ceremonias de embajadores o políticos, también en cuestiones médicas o de asuntos legales. No obstante, también hay comportamientos que debemos conocer cada uno en la vida diaria. Recibir gente en casa, mucho más ahora que se acercan las fechas de vacaciones o de reuniones familiares, es una materia que todos deberíamos conocer. El manejo de la situación nos hará no solo mejores anfitriones sino mejores personas: amables, habilidosas, aprendidas y flexibles.
Hay frases conocidas que expresan incomodidad, sorpresa o desesperación: “Viene fulano de visita por unos días y no tengo espacio”, “llegaron visitas y no tengo tiempo para atenderlas”, “llegó mi pariente sin avisar”, “tengo visitas pero no me dicen cuándo se van”, son algunos problemas comunes que se nos pueden presentar y que muchas veces no sabemos cómo resolver. Recibir visitas-huéspedes puede ser una experiencia de sufrimiento y disgusto o una oportunidad que nos cambia a positivo el compartir y ofrecer nuestra casa, afecto y tiempo.
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-¿Qué razones nos cierran a recibir visitas: limitaciones económicas, de espacio, de personalidad, falta de educación, de etiqueta…?
En el caso del paraguayo, creo que es un poco de cada cosa que mencionás. Pero culturalmente, como pueblo, tenemos algo a favor: la eterna y cordial hospitalidad. Cuando uno recibe a alguien en su casa debe dar lo mejor que puede, esto incluye ser honesto, sincero, auténtico. Decía Jean Anthelme Brillat-Savarin, magistrado y primer gastrónomo francés: “Invitar a alguien es hacerse cargo de su felicidad durante el tiempo que permanezca bajo nuestro techo”.
-Una frase muy humana que nos exige y compromete. ¿Qué es lo primero que debemos ordenar en nuestras ideas respecto a recibir gente?
Ante todo ser realistas y hacer una buena planificación de la estancia del invitado:
-Hacer los cálculos para las compras, si yo voy a solventar todo o se harán de manera conjunta.
-Controlar que estén en buen estado los servicios y artefactos de la casa: aire acondicionado, ventiladores, que en el baño todo funcione, igual en la cocina y el resto de la casa, siempre hay detalles que ajustar.
-Demostrar cortesía al invitar, al recibir y al despedir.
-Preguntarle al invitado su religión o si sufre alguna enfermedad o restricción alimentaria.
Mi maestra, la condesa Eugenia de Chikoff (maestra de protocolo, cultura social y buenos modales, figura mediática argentina) siempre me decía: “Hay que prever, no constatar”, prever toallas y sábanas extras y no constatar que faltan, por ejemplo.
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-¿Hay que hablar sobre reglas básicas de convivencia?
Siempre con cortesía es bueno establecer ciertas reglas o códigos de la casa, dejar seco el baño después de ducharnos, lavar los utensilios usados, apagar las luces que no se usan, etc.
-¿Cómo ir a preguntas “más profundas”, como -si no lo dijo de antemano- cuánto tiempo se va a quedar?
Todo se puede preguntar con suma educación, porque nos permite prever y planificar. Con una simple aclaración del modo de vida de la casa o del tiempo que se dispone realmente para acogerlo, el invitado debería entender.
-¿Cuánto aporta la confianza a la convivencia?
Tiene un gran peso: si es una amiga muy querida que no veo hace mucho y me visita, puedo andar por la casa más cómodo, en pijamas, por ejemplo, pero si no existe tanta cercanía, tendré que tomar precauciones.
-¿Qué nos convierte -hablando del lado emocional- en buenos anfitriones?
La buena educación en todo momento es la mejor carta de presentación. Una sonrisa al levantarnos y desayunar juntos aporta mucho, al contrario, un rostro serio –que quizás es nuestra forma de ser- daría la impresión de que no estamos a gusto con la presencia del invitado.
-¿Es recomendable ser crudamente sinceros si la visita nos empieza a incomodar por disidencia de ideas?
No es nada recomendable ser muy sinceros. Si somos empáticos, debemos decir las cosas lo menos directo posible. Pero debemos evaluar nuestras diferencias culturales y religiosas sobre todo. Podríamos, como sugerencia y para aplacar “los choques”, un día invitar a la visita a salir y comer algo y así distendernos.
-Lo ideal es tener un lugar aparte para las visitas, pero si no lo tenemos, ¿hay que decírselo de antemano? incluso otros puntos como que nuestra mascota duerme adentro.
Siempre es recomendable tener un cuarto para las visitas, pero si tenemos un departamento pequeño o todas las habitaciones ocupadas, debemos advertirle que dormirá en la sala. Respecto a las mascotas, hay que decir que son parte de la familia y duermen adentro. Además, otros detalles, como si en un edificio no hay ascensor solo escaleras, si pueden darse cortes de energía eléctrica o el agua no tiene suficiente presión, etc.
-A veces la experiencia de la hospitalidad acaba, por diversos motivos, agotándonos o, lo contrario, deseamos –por el cariño y la educación- que la visita no se vaya. Recibir gente es una escuela.
Cuando somos anfitriones o invitados, ambos aprendemos de las experiencias. Si somos anfitriones, aprendemos qué medidas debemos tomar la próxima vez que decidamos alojar a alguien. Mientras que el invitado también aprende costumbres de esta zona del país, si es del interior o si es extranjero.
Para salir airoso de toda situación, se planifica bien, si se ponen reglas claras desde el principio, si se está atento a las necesidades del invitado, preguntando si quiere conocer la ciudad o sus alrededores, si quiere comprar artesanías como recuerdo.
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Mejor solos que malos anfitriones
Si no queremos tomarnos todo el trabajo que implica recibir a alguien, no invitemos a nadie a nuestra casa. Es un gran esfuerzo que, según los japoneses dura tres días: el primer día para arreglar todo y dejarlo a punto, el segundo día o días para recibir y que el invitado esté a gusto y el tercer día para limpiar todo y volver a la normalidad. Como sugerencia, dejo la recomendación de tener cuidado con lo que ofrecemos de nuestros platos típicos para los extranjeros. Recuerdo en una ocasión, una anfitriona hizo probar el reviro a un grupo de personas de muy alto nivel social y cultural. Como era de esperar, varios de ellos sufrieron malestares estomacales, por obvias razones.
Ocurre lo mismo con el tereré o el mate; en algunas culturas es antihigiénico compartir la misma bombilla. Es como si nosotros fuéramos al extremo Oriente y nos sirvieran perro, serpientes, monos, etc. Eso se llama empatía cultural.
-Por último, si abrimos nuestro hogar, ¿debemos esperar ser recibidos de la misma manera? ¿contempla la educación pensar en esta retribución?
Exactamente, si te comportaste excelente como anfitrión/a, la otra persona debería poner el mismo empeño para recibirte con amabilidad. Si te ofrecen su casa, es señal de que te destacaste como anfitrión.