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“La vanidad tiene un porcentaje de genética y otro mayor adquirido a través de la cultura, las costumbres, la moda, el entorno. La muñeca Barbie no por casualidad ha marcado un estereotipo, ya que manipuló el concepto de belleza basándolo en un cuerpo muy delgado, con exceso de cuidados físicos, vacío por dentro”, dice la psicóloga María Luisa Barboza
Y agrega, “los padres, sobre todo la madre, pueden influir en la construcción de una falsa identidad buscando la perfección en especial con los estándares sociales del peso corporal”
-¿Cómo diferenciamos una extrema coquetería de la vanidad?
La coquetería, así como la elegancia y el estilo propio no tienen la necesidad de aplastar a los demás. Mientras que la vanidad tiene la característica de la obsesión, de una exagerada preocupación por la apariencia buscando constante aprobación de los otros, es una continua competencia en la cual siempre se tiene que ganar.
Ciertamente hay una línea muy delgada entre ambas, lo que nos dará claridad tiene su base en la educación en valores, los afectos.
-Aunque en la mujer es mucho más visible, sin dudas también hay hombres coquetos-vanidosos.
El hombre es más tendiente a reforzar la vanidad a través del poder, en cambio la mujer con la belleza física. Sin embargo, el hombre que tenía históricamente el rol de protector y proveedor del sustento, hoy está confundido ante lo que se espera de él.
No obstante, no debemos convertir nada en guerra de sexos, hay una nebulosa; debemos esforzarnos por atravesar este tiempo afianzando lo aprendido ante las conductas de moda. Todos estamos expuestos a la pérdida del equilibrio entre el bien y el mal.
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-¿Qué esperan las vanidosas: admiración, autoestima, afecto, amor, atención, dominio…?
Una mujer vanidosa carga un vacío que necesita llenar. Vanidad es una palabra que viene del latín y significa vano, fraude, pura apariencia. Una mujer vanidosa se alimenta de la presunción, supone que su valor está asociado a una exagerada belleza que debe ser sostenida con el tiempo.
El costo emocional es altísimo, primero porque no hay beneficios verdaderos, segundo porque el mundo de la vanidad está cargado de falsas creencias. Es agotador sentir que nunca es suficiente, es un hueco interior que no llenará jamás.
-A pesar de que nuestros cuerpos son prioritariamente funcionales a la vida, la supervivencia, las redes rebosan de mujeres presumiendo exageradamente sus atributos corporales en torno al placer, y cada día suman más seguidoras.
Las personas aprendemos por modelamiento, necesitamos modelos a seguir. Un niño abandonado en la selva aprende a reptar, gruñir, a comunicarse a través de otros canales que los del humano que vive entre sus pares.
En el caso de las redes se puede manipular a un grupo con determinado modelo que crea dependencia, y tengo que decir que es adictivo. Fotos, filtros, Photoshop, todo sin regulación alguna (salvo en algunos países donde prohibieron “embellecer” fotos de candidatos en campañas políticas)
-¿En qué nos puede afectar el modificar constantemente nuestra apariencia virtual?
El dibujo que nos hacemos de cómo nos vemos, sumado a la necesidad exagerada de mostrar algo que no es real, solo virtual, causa estragos en la construcción de la imagen corporal. El cerebro no diferencia la realidad de la fantasía en lo emocional, por eso lloramos con las películas dramáticas, nos enojamos con los malos, nos asustan las películas de terror aunque sabemos que no es algo real.
Presumir y ser egoísta, una sola moneda
“La vanidad está relacionada a la excesiva necesidad de mostrarnos, es una vida donde prevalece lo exterior: todo para afuera. El egoísmo está asociado con uno mismo: todo para adentro. Digamos que son dos caras de una misma moneda, de alguna manera están unidas pero se contraponen.
En la vanidad la expulsión de información es el motor; en el egoísmo, por el contrario, la retención de todo lo que signifique que la persona existe. En ambos casos, el foco de atención está puesto en el sentido que la persona le da a su vida. Hay muchos que no encuentran un norte, una señal, un puerto seguro, de esta manera fácilmente caen en la victimización, culpando a los demás de su mala suerte en la vida para no responsabilizarse de sus elecciones o decisiones”, explica la psicóloga.
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-Además de la belleza, ¿qué otras vanidades existen?
La vanidad hace alusión al orgullo excesivo de sí mismo, también puede ser un líder que necesite la admiración e idolatría de su persona o personalidad, sin importar su belleza sino cuánto puede transmitir y movilizar. Por otro lado, tenemos la vanidad basada en el exceso de cosas materiales, de dinero, el poder adquisitivo mantiene al vanidoso en el punto central de los demás proyectando un estatus social.
- ¿Qué nos dice el cerebro, la ciencia sobre la vanidad?
La neurociencia en los últimos años ha generado cuantiosa información en relación a las funciones del cerebro y el comportamiento humano, tanto individual como en masa.
Es el único órgano que se estudia a sí mismo y el que no se puede extirpar para estudiarlo y luego volver a armarlo. La ciencia demuestra que el cerebro es esencialmente social, busca agruparse, identificarse por referencias, por similitudes, busca a sus semejantes, tiene que haber comportamiento que refleje como un efecto espejo con el cual se sienta unido y genere comunidad.
Por ello es importante entender que la normalidad se afianza a partir de lo que para una cultura sea considerado como común, siempre asociado al bien, a la moral y los valores que hacen que uno elija ser mejor persona sin dañar ni dañarse.
A través de la vanidad pueden estar anestesiadas las heridas de infancia, el miedo al rechazo, al abandono y así con los años dan origen a patologías que, bien llevadas por profesionales de la salud mental, se hubieran podido evitar, como los trastornos de la personalidad.
Concursos de belleza y una vida desgastante
-Hay madres que consienten a sus hijas recién entradas a la adolescencia con tratamientos o cirugías estéticas; también las que anotan a sus niñas en concursos de belleza desde los 6 años.
Ningún extremo es bueno, lo mejor es buscar el equilibrio. La vanidad no es mala en sí misma sino cuando es mal interpretada y según qué intenciones tenga la persona.
A las niñas es fundamental darles una base sólida respecto a los límites, la integridad, partiendo de los valores de respeto, responsabilidad, libertad, dignidad, teniendo claro que los valores humanos que se aprenden en el seno familiar se sostienen en el tiempo con mucho orgullo, un orgullo bien entendido.
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-¿Tendrá alguna vez fin la obsesión y manipulación femeninas? ¿la competencia por alcanzar un ideal
-constantemente cambiante- de la belleza?
Sumamente perjudicial caer en la comparación con las demás, cada mujer es única e irrepetible; no tenemos necesidad ni obligación de gustar ni caerles bien a todos. Lo que preocupa es cuando el fin justifica los medios, los excesos, los extremos, polariza la conducta sin llegar a un análisis del costo-beneficio.
Este análisis solo se logra a través del diálogo y el buen ejemplo, hacer contrapeso con lo que la sociedad a nivel global muestra hoy como símbolo de poder y éxito.
Es imposible ser feliz esperando que otros me hagan feliz, que un celular, ropa, maquillaje, viajes, etc. me dé felicidad; son goces momentáneos que se esfuman en días, semanas, así funciona el consumismo.