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En esta entrevista, explica por qué debemos cambiar totalmente nuestra forma de pensar al respecto.
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Pero, antes, Becker aclara: “La felicidad psicológica se compone de tres elementos: sentir, pensar y hacer. Se trata de la dimensión de las emociones positivas percibidas momentáneamente, es decir, de nuestro sentir”, dice.
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Para él se trata también de cómo uno valora su vida, si tiene sentido, si uno mira con optimismo al futuro o si tiene tareas que cumplir que lo llenan y le generan felicidad.
Se dice que cada uno forja su propia felicidad. ¿Es eso cierto? En parte. Sabemos que una clara parte del “ser feliz” viene de nacimiento. Algunas personas suelen sentirse más frecuentemente infelices, aun cuando su situación objetiva es buena, y otras, felices.
Cómo lograr la felicidad dando pequeños pasos
Y lógicamente también hay características de cada situación que no podemos cambiar realmente: es decir, en qué familia nacimos, en qué sociedad, en qué situación de salud o política. Pero tenemos en nuestras manos un tercio sobre el que sí podemos influir.
¿Qué podemos hacer para ser más felices? Suena a lugar común, pero suficiente sueño, suficiente movimiento, especialmente en el verde, meditación y alimentación saludable forman parte y está demostrado que tienen efectos positivos sobre el sentimiento de felicidad.
Deberíamos hacer mucho de las actividades que nos hacen bien. Y dejar las que no nos hacen bien. Por ejemplo, delegándolas o reorganizándonos.
Si me pone nervioso hacer la declaración impositiva, se la doy a un contador. O si odio el camino al trabajo y constantemente quedo atrapado en el tránsito debería intentar hacer más teletrabajo.
Cómo lograr la felicidad desde los pensamientos
¿Puedo influir en mi felicidad con el pensamiento y los sentimientos? También en ese sentido es mucho lo que está en mis manos. Por ejemplo, si me entrego a sentimientos negativos como la envidia, la rabia o la venganza o si, por el contrario, impido ese tipo de emociones.
Al pensar, es importante cómo veo mi vida: si me concentro en lo que va bien o en lo que no va tan bien.
¿Puedo hacer algo mal en el intento de ser feliz? Sí, ¡si partimos de creencias equivocadas! Por ejemplo, si se cree que la felicidad es un subproducto del éxito o del tener mucho dinero. La prosperidad, el éxito en una carrera o un matrimonio influyen en nuestra felicidad, pero solo marginalmente, demuestran los estudios.
Pero muchas personas lamentablemente creen en su interior: “Quien dice que la felicidad no se puede comprar es que no conoce el lugar correcto para comprar”.
Las cosas materiales
Pero si después de mucho ahorrar me puedo comprar por fin el coche de mis sueños o esos zapatos nuevos, ¡entonces me siento feliz! Eso es cierto. Pero solo a corto plazo.
Lo interesante es que ese sentimiento se desgasta rápidamente. Se llama rutina hedonista. La alegría no dura mucho y después tenemos que comprar otra cosa nueva. Y una y otra vez. Es un círculo vicioso.
¿También se desgasta el ganar la lotería? ¡Sí! Hay estudios en los que se investiga a personas que juegan a la lotería y no ganaron y a aquellas que jugaron y ganaron.
Poco después de ganar, lógicamente, hay una enorme diferencia. Los ganadores están completamente felices.
Pero lo interesante es que tras aproximadamente un año ya no hay diferencia en cuanto a la satisfacción vital y la felicidad que las personas describen. Repito: más dinero no es la solución.
¿Y qué aprendo de ello?
Tenemos que cambiar completamente la forma de pensar sobre la felicidad. Aun cuando en principio parece disparatado para muchos: la felicidad no es tanto un subproducto del éxito y de las buenas condiciones de vida, sino más bien la causa de estos.
Quien es feliz es, como consecuencia de ello, más querido, más sano, más exitoso en lo profesional y tendrá mayor probabilidad de tener citas.
¿La felicidad también es contagiosa? ¡Por supuesto! No podemos comprar la felicidad, pero hay un montón de posibilidades de enriquecer nuestra felicidad.
Una relativamente sencilla es realmente encontrarse más seguido con gente que es feliz y que irradia felicidad.
Y la segunda es: si nosotros mismos somos felices y estamos de buen humor, ¡eso es reflejado! Cuando le sonreímos a alguien, esa persona muchas veces también nos sonríe.
Así entramos en un circuito positivo, una dinámica positiva y realmente podemos hacernos más felices a nosotros mismos y adicionalmente también a los demás.
¿Qué me puede ayudar a ver cada día de manera más positiva?
Una medida sencilla es llevar una especie de diario de agradecimiento y, por ejemplo, pensar antes de dormir tres cosas nuevas y preguntarse: ¿por qué estoy agradecido hoy? Puede ser algún acontecimiento en el trabajo, un bonito encuentro, la vista de una flor, lo que sea.
Quizá una puede ser que ese día haya leído una entrevista interesante sobre la felicidad y me haya inspirado a través de ella.
Toda persona encuentra cosas que fueron buenas. Se trata de acostumbrar a nuestro cerebro a esta nueva perspectiva. Muchos están acostumbrados a preguntar: “¿qué molesta, qué funciona mal, dónde hay un riesgo, qué me fastidia?”. Lo ideal es aprender a dirigir nuestro pensamiento hacia aquello que es positivo.
Este ejercicio debería volverse una costumbre, que entrenemos nuestro cerebro para prestar atención a cosas que son buenas. Así también veremos más oportunidades en las relaciones y en el trabajo.