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“La mayoría relaciona con eso probablemente toda su zona de bienestar personal. Es, por así decirlo, una especie de morada mental”, dice Matthias Blattmann, empresario y autor del libro “Sie verlassen nun die Komfortzone. Schritte zum Erfolg” (Está abandonando la zona de confort. Los pasos al éxito).
La mayoría de las personas vinculan con ello en su trabajo lo familiar, es decir, aquello que hacen siempre, lo que saben hacer bien y lo que hace a su rutina, dice el psicólogo del trabajo Florian Becker. Y eso, de hecho, puede ser importante, sobre todo en trabajos con altos riesgos de seguridad, en los que hay que rendir al máximo. Por ejemplo, un cirujano.
Y también está el nivel emocional. “Entonces la zona de confort es donde no tienes miedo, donde te sientes seguro”, dice Becker. Eso suena bien. ¿Por qué se escucha entonces tanto que hay que abandonar la zona de confort?
“Porque, si nos quedamos en ella demasiado tiempo, intercambiamos nuestro disfrute del presente por nuestra felicidad en el futuro”, dice Becker. “Quien nunca esté en condiciones de abandonar su zona de confort nunca entrará en lo que llamamos zona de crecimiento”. Y solo allí es posible la evolución, tanto en lo personal como en el trabajo y en la sociedad.
Además, dice Blattmann, entonces quedan en el camino la satisfacción e importantes logros de aprendizaje. “Me faltarían ideas para poder enfrentarme en la vida a situaciones no previstas”.
Él mismo inició su carrera en su momento como profesor de danza en Friburgo. Hoy este hombre de 50 años gestiona varias empresas en toda Alemania. Y, asegura, le sigue pareciendo apasionante ponerse nuevas tareas y aprender algo nuevo.
Fuera de la zona de confort se aprende más
El mejor ejemplo de que uno crece con los desafíos son los niños: “Tienen algo que muchos adultos perdieron”, opina Becker. Porque quieren ampliar su radio de acción constantemente, se exponen a situaciones desagradables, se caen y se vuelven a levantar, llegan hasta los límites.
Formulado de otra manera: abandonan su zona de confort. Y así ganan cada día en capacidades, saberes, confianza en sí mismos, posibilidades. Todas cosas que lógicamente también son útiles en el trabajo. Pero, señala Becker, con la edad ese espíritu muchas veces se suele ir perdiendo.
El problema es que a quien solo se quede siempre en su agradable zona de confort, no solo le falta perspectiva de futuro, no solo queda paralizado, sino que incluso involuciona. “En las personas que nunca salen de los límites la zona de confort se vuelve más pequeña en vez de más grande”, dice Becker.
¿Cómo logramos animarnos? “Es importante analizar primero y tomar consciencia de dónde voy a ir a parar dentro de cinco, diez o veinte años si sigo así”. Si uno logra figurárselo, esa visión disuasoria puede generar la motivación para el cambio.
Pero pocas veces las soluciones son simples. “Las personas que supuestamente hicieron un cambio de rumbo de la nada tenían una determinada constelación que les posibilitó abandonar la zona de confort”, dice Blattmann.
También Becker está convencido de que no siempre es miedo o pereza los que nos retiene en la zona de confort. Mucho tiene que ver también con la personalidad.
“Algunos son introvertidos, otros simplemente no quieren un cambio”, dice el psicólogo. A estas personas les resulta difícil hablarle a alguien, pedir un aumento de sueldo o esforzarse por conseguir desafíos en el trabajo.
Otros que logran pasar a la zona de crecimiento muchas veces disponen de un factor de la personalidad llamado “disposición a lo nuevo”, dice Becker.
Atreverse a algo, sin exigirse demasiado
“Pero sin esfuerzo no se puede”, dice Blattmann. “Y para ello hace falta energía”. Para reunirla, hay que ser consciente de dos cosas: lo que lo retiene a uno y lo que lo impulsa hacia adelante.
“Y entonces debo crearme una herramienta mental, individual para ello”, aconseja Blattmann. Por ejemplo, estar orgulloso de haber hecho algo grandioso. Si uno quiere revivir esa sensación especial de felicidad, eso puede impulsarlo, al igual que la curiosidad, buenas metas o un fuerte deseo de aprovechar la vida.
También ayuda sumergirse en buenos libros con mundos inspiradores, encontrarse con personas nuevas y simplemente probar cosas que nunca se han hecho antes. “Cuanto más fuera de lo común sean las acciones, antes nuestro cerebro se verá estimulado a pensar”, señala Blattmann.
¿Pero no puede ser peligroso atreverse a demasiado? “Lógicamente es bueno a veces meterse en agua fría”, dice Becker. “Pero si de la zona de crecimiento pasas a la zona de pánico, entonces no hay más agua, sino una capa de hielo, con la que te lastimarás”.
Quien durante todo el año no anda en bicicleta y cree que debe atravesar los Alpes no se hace ningún favor. Tiene más sentido un crecimiento razonable y sano.
“Lógicamente cuando uno quiere atreverse a algo nuevo es importante una cierta autoevaluación”, señala Blattmann. Pero en realidad no hay nada que perder. Por el contrario. “De alguna manera, siempre se gana, aunque más no sea experiencia”.