Recientemente, el exfutbolista francés Thierry Henry, campeón del mundo en 1998, habló en las páginas del diario L’Équipe sobre cómo se consideraba la cuestión en su época de jugador: “Llorar era imposible. No podías mostrar tus debilidades. Me decía, ‘Thierry no llores, no llores, no llores’.
“Me ocurrió llegar a llorar solo, pero luchaba por no hundirme. Ahora sí que lloro”, contó Henry, que tras su retirada continuó ligado al fútbol como entrenador y comentarista de televisión.
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Para Greg Décamps, investigador en psicología del deporte en la Universidad de Burdeos, las dificultades para hablar del tema se explican por el hecho de que “el entorno deportivo sigue siendo un lugar en el que se rinde culto a la excelencia, a la fuerza, a la virilidad, y donde todo signo de debilidad va a verse totalmente proscrito”.
A ello se suma que en disciplinas como el fútbol, “con implicaciones financieras enormes”, salvo las “lesiones físicas” que no pueden ser disimuladas, el resto se convierte casi en “secreta defensa”, dice a la AFP.
Focos de estrés
A pesar de esos obstáculos, la toma en consideración de la dimensión psicológica avanza paso a paso.
En 2021, además del caso de Simone Biles, impactó el de la tenista Naomi Osaka en Roland Garros.
La jugadora japonesa explicó que atravesó por “largos periodos de depresión” y por episodios de “ansiedad social”. Abandonó el torneo francés ante la presión, optando por no tener exposición mediática en ese momento.
En Estados Unidos, el campeonato femenino de fútbol (NWSL) incluyó el pasado febrero una “baja por salud mental de seis meses” en su convenio colectivo.
Deportistas con sufrimiento mental
“Las chicas que se desgarran el ligamento cruzado anterior siguen recibiendo el salario aunque estén alejadas del terreno de juego durante meses. ¿Por qué tratar de manera diferente un sufrimiento mental?”, se pregunta Cari Roccaro, una jugadora que atravesó por “un muy mal momento” y que presionó para el reconocimiento de ese tipo de bajas.
Detrás de las victorias suele haber en el deporte grandes sacrificios y ello afecta a todos en mayor o menor medida.
“Los deportistas de alto nivel están mucho más expuestos a fuentes de estrés muy extremas”, explica Greg Décamps.
El entorno de la alta competición puede “vulnerabilizar” a esos deportistas, aunque también puede enseñarles a “desarrollar capacidades de adaptación a entornos estresantes”, analiza.
Otro aspecto desestabilizador para muchos en los últimos años son las redes sociales.
Para Karin Moesch, psicóloga del deporte en Suecia, puede ser un elemento “estresante”. El piloto de Fórmula 1 Lando Norris habló recientemente del efecto que habían tenido en él y en sus familiares diversos mensajes de odio.
“Como una lesión de tobillo”
El exfutbolista francés Vincent Gouttebarge está al frente de un grupo de trabajo sobre salud mental en el Comité Olímpico Internacional (COI) y es jefe del servicio médico de la FIFPro (sindicato de futbolistas profesionales). Como experto en ambos campos aboga por tratar una dificultad psicológica “como una lesión en el tobillo”.
“Hay que convencer a todo el mundo que una lesión en el tobillo es lo mismo que una lesión de naturaleza mental, no es el fin del mundo”, explica.
En su opinión, las declaraciones de deportistas que comparten públicamente sus problemas “desempeña un papel para romper el tabú que existe todavía sobre el tema”.
“Según los datos científicos que hemos reunido, entre un 20 y un 35% de los deportistas de alto nivel tienen sentimientos o pensamientos negativos relacionados con la depresión o la ansiedad, o problemas de comportamientos alimentarios nefastos, o incluso de sueño”, explica.
“El tabú no es específico del deporte. La salud mental también es una cuestión cultural. Hay países donde las cosas se mueven más que en otros. Reino Unido, Estados Unidos, Canadá o Australia se sitúan en lo alto”, añade.