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“Cuando hacemos una cata, con frecuencia estamos llenos de automatismos (...) no exploramos el vino correctamente”, explica a la AFP Gabriel Lepousez, doctor en neurociencia del Instituto Pasteur, que ha colaborado con la casa Mumm para crear una degustación distinta.
En una cabina insonorizada, probamos el mismo champán en dos vasos idénticos: la primera vez, tras haber sostenido un cristal y acompañados de música staccato para apreciar el frescor; la segunda, tras haber palpado una pequeña bolsa de terciopelo rojo escuchando una melodía lenta para sentir la redondez.
Perfumes, uno fresco, el otro envolvente, preceden a la primera y segunda copa, mientras en las paredes de la cabina se proyectan imágenes con colores que evolucionan de los tonos fríos a los cálidos.
“Placer como clave”
La idea es apelar a los cinco sentidos --vista, tacto, gusto, olfato y oído-- mientras se bebe champán. Pero, ¿con qué objetivo?
“El cerebro crea correspondencias sensoriales, sinestesia. Muchos grandes artistas tenían esa facultad, cuando oían un sonido veían un color (...), como el poeta Arthur Rimbaud”, explica el científico. “Todos tenemos esa misma facultad”, considera, y su puesta en práctica llevará a quien esté catando vino más allá del simple “me gusta, no me gusta”.
“Cuando entendemos el vino, ganamos confianza y placer, lo que, al final, es la clave de la experiencia”. Una de las pioneras de las catas musicales, la casa de champán Krug, propone este año una experiencia virtual con un cofre que contiene una botella, platos que resaltan las diferentes facetas del vino, un código QR para acceder a una sinfonía compuesta para este champán y una venda negra para poner en los ojos para escuchar mejor.
Como hacer yoga
En París y en las regiones vinícolas no faltan catas: escupideras, libretas para anotar vinos, viejos especialistas en traje y corbata con su opinión final... elementos de una cata clásica que incluso algunos profesionales encuentran “snob” y demasiado “técnico”.
La idea del experto en hipnosis Adrien Moulard y la enóloga Juliette Combet, autores de la fórmula de degustación bajo hipnosis es que apelar a las emociones y “democratizar sin vulgarizar” la práctica.
Bloqueando los “pensamientos parásitos”, la hipnosis permite centrar la atención en el vino a través de la nariz, la vista, la boca e incluso el oído para “sumergirse en la melodía, en el ballet de burbujas”, cuando bebes champán, explican.
Alucinaciones olfativas de un cruasán de mantequilla mientras se bebe un chardonnay, visiones eróticas con un Saint Amour, baño en una botella de champán, viaje en barco, paseo entre las viñas... al final de cada sesión, los participantes cuentan lo que han sentido.
Flora Vida, profesora de yoga, compara esta experiencia con una suerte de “meditación”. “Es la misma sensación que cuando haces yoga, no ha demasiados pensamientos que te vengan. Estás muy relajado”. Durante la sesión, “me he bañado en la botella de champán porque me sentía microscópico”, asegura por su parte el treintañero Barthélémy Le Blan. “He hablado con el vino”.