Tan solo un puñado de calles clave quedarán con la posibilidad de circular a un máximo de 50 km/h, mientras que en el cinturón periférico el límite se mantendrá en 70.
La medida se suma a otras tomadas en los últimos años y meses que han limitado el tráfico, sobre todo en el centro, para abrir más esta ciudad de calles estrechas a los peatones, bicicletas y patines.
El cierre al tráfico de las vías en los muelles del Sena en 2016, la creación después de 60 kilómetros de pistas ciclistas, la supresión de 60.000 plazas de aparcamiento en la ciudad, son otras de esas medidas.
Además, se estudia el cierre del centro histórico a los automóviles particulares de no residentes, inicialmente previsto para 2022 pero que podría ser retrasado un año.
La reducción de la velocidad busca reducir los accidentes, pero también bajar los niveles de contaminación atmosférica y de ruido ha recibido las críticas de asociaciones de automovilistas.
Sin embargo, un 61 % de los parisinos se muestran favorables a la limitación a 30 km/h, según publica hoy el diario Le Parisien, e incluso un 71 % creen que aumentará la seguridad (lo que supone que algunos opuestos a la medida coinciden con este punto).
Solo un 34 % de los habitantes de la capital francesa poseen un automóvil, por lo que muchos de los automóviles que circulan por las calles son de habitantes de la periferia que acuden al trabajo o en busca de ocio y servicios.