Cargando...
Pero con este tipo de argumentos, los padres no hacen más que quitarles las ganas de comer sano a sus niños, opina Julia Litschko, coautora de un libro para padres sobre alimentación infantil editado en Alemania.
Esta asesora de padres recomienda asumir cada tanto la perspectiva de los niños. “Ya sea en el hogar, en el jardín de infancia o en la escuela, los alimentos siempre son divididos en sanos y poco sanos. Esto hace que se genere internamente un rechazo hacia los alimentos saludables”, explica Litschko. Para ella, es mucho mejor dividir los alimentos en “me gusta” o “no me gusta”.
Aprender a comer siguiendo las señales del cuerpo
Cuando los niños se llenan el estómago con algo que les gusta, su cuerpo les muestra lo que es bueno y digerible. “Y de esta forma, el niño hace su propia experiencia”, dice Julia Litschko, quien también es madre.
Si, después de comer muchas patatas fritas, un chico siente que le duele el estómago, lo más probable es que la próxima vez quiera servirse una porción más pequeña o directamente prefiera no comerlas. Litschko llama a esto comer siguiendo las señales del cuerpo.
Esta acción de percibir las señales del cuerpo puede ser acompañada por los padres de forma afectuosa y cuidadosa. Tras consumir una gran porción de patatas fritas, por ejemplo, le pueden preguntar al niño: “¿Qué te dice tu estómago? ¿Se siente pesado? También me pasó alguna vez”. En su opinión, eso es mucho mejor que decirles: “¡Te dije que te iba a suceder eso!”.
No hablar de dietas en la mesa
En líneas generales, se recomienda hablar en familia acerca de cómo reacciona el cuerpo a los alimentos. “Si se comen cosas muy ácidas, se puede tratar de describir entre todos qué efectos tiene esto en las mucosas de la boca, por ejemplo”, sugiere Litschko.
Su recomendación es que los padres ofrezcan una gran variedad de comidas a los más pequeños y eliminen todo pensamiento acerca de dietas, como “justo estoy a dieta” o “estoy gordo”, de la mesa.
En lugar de ello, el objetivo debería ser más bien que los niños disfruten de comer bien. Se les puede enseñar a oler los alimentos, acercándoles, por ejemplo, la fuente a la nariz y preguntándoles: “¿Quieres probar también?”.
“También la antigua frase: ‘antes del postre hay que comer la verdura’ tiene un efecto contraproducente”, asegura Julia Litschko. Afirma que lo único que se logra con esto es que los niños valoren el postre y crean que es una recompensa.
En su opinión, es mucho mejor colocar las dos cosas sobre la mesa, ya que comer solo el postre tampoco sacía. Y esta es una experiencia que los niños también deberían hacer.