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Soledad Leiva (34) es de Eusebio Ayala, Barrero Grande, pero trabaja en una casa en Asunción. Animada porque la familia con la que vive le ayudó a adquirir el abono y las semillas siembra en la vereda toda clase de hortalizas, lechugas, curatú, rúcula, albahaca, cebollita de hojas, tomates y piñas. Lo vimos en el programa Ensiestados, donde nos enteramos que esta señora guapa tiene una huerta urbana y al alcance del que lo pida.
Aprendió de chica, de su mamá, y hace un año durante la pandemia empezó a cultivar en la vereda. Llamativamente la gente no arranca sin permiso, toca el timbre y pide, según refiere, y ella muy amable le entrega una lechuga.
Está experimentando a ver si se da también la piña, pero lo que más planta es lechuga porque crece rápido, en tres meses, y si son hierbas como albahaca o curatú en 22 días culminan. “No estoy muy pendiente de las fechas, pero sí del riego, el primero antes de que salga el sol y el segundo después de que entró”, comparte.
Esta mamá de dos hijos, que también tiene una huerta en su casa de Eusebio Ayala, que le cuida su suegra no tiene tiempo para aburrirse. “Me encanta mi trabajo, me meto en mi huerta, me da alegría que crezca tan saludablemente, y me entristece si se funde alguna planta como ocurrió en la helada, pero se recupera”, se convence ella misma.
Los riegos diarios, los mimos que asegura le da a sus tallos y hojas, el amor que le agrega a sus comidas que llevan sus propias verduras le mueve a seguir con esta actividad. El cantero está ubicado en la esquina de Olegario Andrade y Bélgica, del barrio San Cristóbal, frente a la cancha del Sport Jui.
La riqueza de la tierra convierte las semillas en hojas comestibles, en frutos que ahuyentan el hambre y nos enseña que del trabajo generoso surge una sociedad más amigable. Algo que el mundo aprendió durante la pandemia es lo frágil que puede ser la continuidad de un empleo, y apostar por la huerta es un buen comienzo para ahorrar y consumir sano y rico.
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