La adicción al móvil es la pérdida de control sobre su uso

Estar pendientes del teléfono móvil y detener cualquier actividad apenas se escucha el sonido o la vibración del dispositivo se ha convertido en una práctica muy común: cuando se trata de no perderse nada que provenga de este pequeño aparato, la autodisciplina es dejada rápidamente de lado.

Una imagen común en esta época: la mirada fija sobre la pantalla del móvil.
Una imagen común en esta época: la mirada fija sobre la pantalla del móvil.Christin Klose

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Hay quienes suelen utilizar el móvil mientras está viendo una película. El psicoterapeuta Tim Aalderink, especializado, entre otros, en la adicción a los móviles, no es tan crítico con esta “mentalidad de segunda pantalla”.

El especialista tiene una explicación para este comportamiento: “Los hábitos de uso de los medios de comunicación y nuestra capacidad de atención simplemente han cambiado en los últimos años”, señala, y añade que estamos entrenados para estímulos más rápidos e intensos.

Pero, ¿en qué momento estos hábitos se convierten en algo tan problemático como para poder hablar de adicción? A saber: la adicción no se puede determinar únicamente por la duración de uso del móvil y la cantidad de veces que se lo consulta.

“Hay varios criterios que se pueden aplicar para determinar si existe una adicción o no”, asevera Aalderink, director del Instituto Psicológico de la clínica especializada en trastornos psicosomáticos Schön Klinik, de la ciudad de Bad Bramstedt, en el norte alemán.

Según Aalderink, la pérdida de control es decisiva para hablar de adicción: cuando ya no se puede controlar el uso del móvil e incluso se lo utiliza en situaciones que incluso son percibidas como inapropiadas por uno mismo, por ejemplo, en una cena con amigos.

Una posible adicción también se revela en el cambio de prioridades: cuando el trabajo o las aficiones pasan a un segundo plano. El problema también se manifiesta en el hecho de que el consumo excesivo continúa a pesar de las consecuencias negativas, incluso cuando los amigos se apartan o se comienza a tener problemas en la escuela.

Cuando se es realmente adicto, esconder el móvil y perderlo de vista deja de ser una solución. Si se tiene la sensación de que ya no se puede controlar su uso, lo mejor es ponerse en contacto con un centro de asesoramiento sobre adicciones. “Muchos ya están familiarizados con la adicción a los medios de comunicación”, indica Aalderink.

Dependiendo de la gravedad del problema, el siguiente paso sería una terapia ambulatoria o en régimen de hospitalización. Los objetivos serán dilucidar por qué el uso del móvil se ha convertido en una adicción y trabajar para mejorar el autocontrol de modo que ya no se esté constantemente pendiente del aparato.

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