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¿Pero de qué depende qué recordamos y qué olvidamos? ¿Y cómo se hace para retener el nuevo pin que hay que memorizar por enésima vez? En esta nota, algunos expertos explican cómo funciona la memoria y brindan algunos consejos para evitar los olvidos.
Los dos tipos de memoria
Los legos suelen distinguir en general entre dos tipos de memoria: de corto y largo plazo. En principio, la ciencia hace la misma distinción, sólo que para ellos la memoria de corto plazo se llama memoria de trabajo. En esta se almacenan informaciones hasta 30 segundos.
Según explica Karl-Heinz Bäuml, profesor de Psicología del Desarrollo y Cognitiva de la Universidad de Ratisbona, todo lo que supera esos 30 segundos termina en la memoria de largo plazo.
“Ayuda imaginar la memoria de largo plazo como un sistema de almacenamiento con millones de entradas”, afirma Bäuml. Qué de todo ello será “llamado” en determinado momento depende de los factores externos, como por ejemplo, dónde se encuentra uno en ese momento, y los internos, como el estado emocional.
“Estos factores llevan a que determinadas partes del almacenamiento se activen y uno recuerde cosas”, dice Bäuml. Que podamos recordar bien o mal algo depende de si estas cosas nos parecen relevantes o si nos afectan emocionalmente.
“También nos es más fácil recordar cosas que coinciden con nuestra propio conocimiento del mundo”, explica el profesor.
Esto significa: quien se interesa por la física y la conoce bien, probablemente podrá retener información sobre esta disciplina con más facilidad que alguien que no tiene idea de física.
¿Pero qué pasa con este tipo de informaciones? ¿O con el recuerdo del Año Nuevo de hace diez años? ¿Desaparecen en algún momento de la mente? Como lego se podría creer que sí. Bäuml, en cambio, afirma: “Podría suceder, pero es raro”.
Cómo recordar lo que se olvidó
“La mayoría de las ‘entradas’ de información no se borran, sino que se encuentran en modo pasivo”, indica el investigador. “Con determinados estímulos, lo más probable es que se puedan recuperar”, afirma. Muchas veces, la música despierta un recuerdo. Otras veces, lo supuestamente olvidado regresa a la mente por un olor.
Pero, ¿cómo recuperar el recuerdo del Año Nuevo de hace diez años? Bäuml señala que para ello hay que tratar de recordar primero cómo era la propia vida hace diez años y con qué personas se relacionaba uno.
De esta forma, uno se puede ir acercando al festejo de Año Nuevo. Esto, por supuesto, lleva su trabajo y no es siempre posible en el día a día. Por eso es mejor mantener los recuerdos importantes más o menos “activos”.
“El mejor consejo es intentar ir refrescando cada tanto los recuerdos”, señala Bäuml. “Esto se hace tratando de acordarse de uno mismo”, añade. Es decir: llevar un diario, hablar con los amigos sobre recuerdos comunes, mirar álbumes de fotos. Todo esto mantiene los recuerdos activos.
También sirve tratar de recordar dónde se encontraba uno en momentos clave, como por ejemplo el día del atentado a las Torres Gemelas de Nuevay York el 11 de septiembre de 2001.
Recordar números y nombres con ayuda de historias
Las conversaciones con los demás no sirven, por supuesto, para recordar la clave del cajero automático. Para esto hay otros trucos, según explica Margit Ahrens de la Asociación Federal de Entrenamiento de la Memoria de Alemania.
Para este tipo de informaciones importantes se necesita anclar bien la información en la memoria, de modo de poder llamarla luego de forma activa. Por ejemplo, cuando se está haciendo la larga fila del supermercado.
“El cerebro piensa en imágenes”, explica la entrenadora de la memoria Ahrens. Por eso, aconseja asociar para los números cero a nueve símbolos en la memoria y tratar de recordar los pins o claves con una historia.
La experta explica el método con el pin 1234: el uno es un faro; el dos un cisne; el tres un triciclo; el cuatro un trébol. Luego, enlaza estos símbolos almacenados con una historia: el faro es rodeado por un cisne que va en triciclo y tiene tréboles en la boca.
“Esto alegra al cerebro y vuelve casi imposible olvidarse de un pin”, asegura. En el caso de los nombres, aconseja dividirlos en sílabas e imaginar imágenes correspondientes para cada sílaba, que luego se usan para componer una historia.
Leer vocablos y hablar
Ahrens afirma que todo lo que se quiere recordar debe ser asociado a una imagen. Sin embargo, esto no siempre es posible. Por ejemplo, cuando se aprenden vocablos nuevos.
En estos casos, la entrenadora recomienda echar mano de otro sentido. Es decir, en vez de simplemente leer las palabras en voz baja, pronunciarlas. “Funciona aún mejor si se toma el cuaderno en la mano y se camina por la casa”, añade.
Entrenar el cerebro no sólo es útil para las personas jóvenes que aprenden para la escuela o la universidad. “La memoria se puede entrenar hasta edad avanzada”, subraya Ahrens.
Por eso aconseja a todas las personas que entrenen su cerebro. Asegura que los efectos se comprueban pronto. “Uno se vuelve más perceptivo y resulta más fácil recordar cosas”, añade.