La ciudad del metal

El célebre grupo brasileño Sepultura, junto a sus compatriotas de Almah y los paraguayos Muireadach y Mythika, puso metal pesado a la noche asuncena como solo ellos lo saben hacer.

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Un nuevo capítulo en la edad de oro que está atravesando el Paraguay en lo que a conciertos de música se refiere tuvo lugar en la noche del sábado y madrugada del domingo en Asunción, específicamente en el polideportivo del Club Sol de América, en el barrio Obrero de la capital.

Y es que los visitantes de otras tierras de turno no venían de tan lejos como algunos de los anteriores, que llegaban desde los Estados Unidos, Inglaterra o España, pero aún así tienen un alcance con su música que desconoce de separación de continentes. En esta ocasión, los artistas llegaban desde Brasil para entregar una poderosa noche a los incondicionales del género. Después de todo, Sepultura se ha colocado en la cúspide del metal mundial.

Las cosas debían comenzar a las 21:00, pero el programa se adelantó y mucho antes ya se hallaba en el escenario del polideportivo el grupo paraguayo Muireadach, que con su peculiar power metal con voz femenina –es uno de los extremadamente pocos grupos paraguayos de metal con una mujer vocalista– ya comenzaba a demostrar no solo la promesa de este joven grupo, sino también el poderoso sonido que retumbaba en el estadio, uno de los aspectos más destacables de la producción del evento.

También rescatable de parte de la producción fue el hecho de que las dos pantallas gigantes anexadas al escenario ya funcionaban al servicio de las bandas teloneras, aunque al tratarse las mismas simplemente de lienzos sobre los cuales se proyectaban las imágenes de los grupos en el escenario –nada de LED en esta ocasión–, la luz del mismo atentaba contra la claridad de la imagen.

Lastimosamente a Muireadach le tocó actuar primero, lo que significa que tocó frente a un público aún bastante reducido, pero que sin embargo iba llegando de a poco al lugar y acumulándose en el “campo” y –en menor densidad– en las gradas. Parejas, grupos de amigos, padres con sus hijos pequeños o no tanto, todos unidos en ese colectivo tan singular, y singularmente apasionado como son los fans paraguayos del metal.

Hacia las 21:00 aparecía Mythika –integrada por Julio Franco (cantante y guitarrista), Waldir Torres (guitarra), Osvaldo Sarubbi (bajo), y Renato Iriarte (batería)–, con sus canciones en inglés y su sonido por momentos elaborado y por otros momentos crudo, pero constantemente de una gran potencia. Los fans seguían llegando mientras la poderosa combinación de instrumentos de los paraguayos hacía temblar el polideportivo, que se mostraba oscuro pero acogedor, con un escenario a la altura.

Luego le tocaba el turno a los invitados, y a las 21:45 saltaban al escenario los brasileños de Almah, el grupo formado por el cantante Edu Falaschi –también integrante de Angra–, quien fue un despliegue de carisma y energía desde que pisó el escenario enfundado en una bandera paraguayo y haciendo uso de su prodigiosa voz –que por momentos recuerda bastante a ícono del thrash metal que es Dave Mustaine, de Megadeth–, para abrir su presentación con “Hypnotized”. “¡Buenas noches, Paraguay!”, saludó el vocalista

Se trataba, como dijo Falaschi tras saludar al público –en un más que correcto español, luego de su segunda canción–, de una noche muy especial para el grupo, ya que el concierto en Asunción era el primero que Almah realizaba fuera de Brasil. Y ante un par de miles de personas continuaron interpretando “Beyond tomorrow” y la más clásicamente thrash “Children of lies”.

La frenética batería de Marcelo Moreira y las poderosas cuerdas vocales de Falaschi siguieron brillando en “Days of the new”, también un thrash de corte clásico, no muy distinto a lo que uno podría asociar con Metallica en sus primeros años. Entre canciones, Falaschi –que a medio concierto se puso la camiseta albirroja de la selección paraguaya de fútbol– lanzaba a la audiencia botellas de agua.

La enérgica presentación de Almah llegó a su cierre con dos temas que causaron importantes pogos en entre las miles de personas reunidas en el polideportivo, mientras Falaschi iba de tonos profundos a gritos agudos: “Trace of trait” y “Torn”.

Tras hacer subir al escenario a una fan y tomar prestada de otro una cámara fotográfica para tomarse una fotografía con el público a sus espaldas, los artistas se iban y el público se quedaba esperando por las estrellas de la noche. La espera no sería demasiado larga.

Eran exactamente las 23:00 cuando las luces se apagaban anunciando la inmediatez del comienzo de la presentación de Sepultura. Y ciertamente segundos después el guitarrista Andreas Kisser, el bajista Paulo Jr. y el baterista Eloy Cassagrande ya se hallaban en la introducción instrumental del primer tema de la noche, mientras que pronto saltaba al escenario, para delirio del público que “pogueaba” como enloquecido, el vocalista estadounidense Derrick Green, y en el medio de una niebla azul sonaba “Resist/refuse”. Green, con la fuerza y energía de un demonio, empezaba a dar lecciones de buen ‘frontman’.

Luego llegaba el turno de “Kairos”, canción que da nombre al más reciente disco de la banda fundada en 1984 por los icónicos hermanos Cavalera. Dentro del recinto deportivo las voces de 3.000 personas –cifra oficial de asistentes al concierto, según los organizadores– sonaban como las de 10.000. La imponente voz de Green gritaba “¡Paraguay!”, y el público perdía la cabeza.

Dedicándosela a “los verdaderos fans de la música pesada”, Sepultura tocó luego “Relentless”; la batería de Cassagrande, el chico de 20 años que es el integrante más nuevo de la banda, y el público con sus gritos marcaban por igual el compás de la canción. Si bien las graderías estaban mayormente vacías, el público concentrado no paraba de celebrar el calor del thrash metal brasileño.

Para cuando el grupo llegaba a “Attitude”, el público en el “campo” rebotaba de un lado a otro en uno “pogo” casi absoluto, sintiendo tanto como escuchando la rapidísima batería del joven Cassagrande o, en el caso de “Mask”, el alucinante trabajo de Kisser en la guitarra, que se mantuvo presente en canciones como “Territory”.

Una prolongada introducción instrumental precedió a uno de los clásicos de la banda, la canción de 1987 “Escape to the void”, que fue seguida por ese tema que solo puede describirse como un verdadero himno al thrash metal y a la misma banda que lo interpreta, “Sepulnation”.

“Es un placer estar en Paraguay y sentir esa actitud”, sentenció el vocalista, mientras recibía más aplausos como respuesta a la afirmación.

Aún quedaban por llegar otro clásico de Sepultura, la frenética canción de protesta “Policia” –cantada a tres voces por Green, Kisser y Paulo Jr.–; y un aluvión de metal del más pesado que tuvo al público en un casi constante y totalmente sobrecogedor “pogo” hasta que la recta final llegó y el clímax llevó aún más lejos el descontrol.

Varias canciones después, “Arise” terminaba y el grupo desaparecía cuando la oscuridad se imponía en el polideportivo, y el público insistentemente llamaba en coro a Green y los demás músicos. No tuvieron que esperar mucho, ya que Paulo, Kisser –con una albirroja–, Cassagrande y Green regresaron al cabo de un minuto, y el vocalista de la banda anunciaba que les quedaban aún dos canciones por interpretar.

La primera fue “Ratamahatta”, un perfecto matrimonio de la guitarra de Kisser y la batería de Cassagrande en un energético combo; y la última fue “Roots bloody roots”, otro clásico que terminó de enloquecer a los metaleros que obedecían al pedido en inglés de Green, “quiero ver a todos cantar esta jodida canción, a todos y cada uno”.

“¡Obrigado, Paraguay!”, era el grito de despedida de Kisser, y a las 00:30 de este domingo la música en el polideportivo cesaba, dejando en claro –después de seis años del último encuentro– por qué Sepultura es conocida como una de las bandas más exitosas de Brasil y una de las más imprescindibles del heavy metal mundial.

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