Una inofensiva y entretenida noche en el museo

Totalmente superflua pero con suficientes risas para justificarse, la tercera noche de museo de Ben Stiller es entretenimiento básico sin pretensiones de ser más que eso.

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Para comenzar con una enorme obviedad, existen filmes buenos y filmes malos. Algunos filmes hacen que uno experimente todo tipo de sensaciones intensas y acabe con ganas de agradecer de rodillas a Meliés, los Lumiére y todos aquellos que establecieron los cimientos del séptimo arte, mientras que igualmente hay de los que hacen desear tener el poder de retroceder el tiempo solo para poder evitar el desperdicio de dos horas de la vida.

Y luego tenemos filmes como el que nos ocupa, Una Noche en el Museo 3: El Secreto de la Tumba, que creo no se puede catalogar en ninguna de esas dos amplias categorías. Es un filme que, sin ser realmente bueno o realmente malo, simplemente existe como en un limbo, su existencia casi totalmente irrelevante; el tipo de película cuya existencia suma poco y cuya inexistencia restaría igualmente poco.

Pero en realidad el filme no parece aspirar a la trascendencia y el impacto de un clásico de la comedia. En vez de apuntar a las estrellas y errar, la película de Shawn Levy busca proveer de una excusa para que padres e hijos puedan ir al cine y compartir algunas risas, y en ese cometido hay que decir que, aunque lo hace con resultados decididamente mixtos, acaba teniendo éxito por la mayor parte del tiempo.

La historia nos reúne con Larry Daley (Ben Stiller), el guardia del Museo de Historia Natural de Nueva York, donde por las noches las exhibiciones cobran vida gracias a la magia de una tableta de oro egipcia. Sin embargo, esta tableta comienza a mostrar signos de una misteriosa corrosión, lo que afecta el comportamiento de las exhibiciones.

Tras una desastrosa noche, el faraón egipcio Akhmenrah (Rami Malek) informa a Larry que sus padres, cuyas momias se encuentran en el Museo Británico, pueden saber cómo devolver la tableta a la normalidad, por lo que el guardia decide ir a Londres con un selecto –aunque no tanto como él hubiera querido– grupo de sus aliados del museo.

Como en las entregas anteriores de la saga, la película apela principalmente al humor físico, proveído principalmente por el mono Dexter, que se marca hazañas como heroicos rescates con orina. El propio Stiller, que desde el inicio de la saga se vio atrapado en el papel del “hombre serio” como Larry, se une a la diversión interpretando a otro personaje, un cavernícola que cree que el guardia es su padre. Nada de otro mundo, todo bastante normal y hasta un poco aburrido. Una subtrama sobre Larry lidiando con la aparente falta de ambición profesional de su hijo es totalmente desechable.

El elenco secundario hace un buen trabajo, aunque en cierta medida parecen estar en piloto automático. Robin Williams, en uno de sus papeles finales, vuelve a prestar la sabiduría de su Teddy Roosevelt, aunque con mucho menos protagonismo en esta ocasión, y el dúo miniatura del centurión Octavio (Steve Coogan) y el vaquero Jedediah (Owen Wilson) tiene algunas divertidas intervenciones. La principal nueva integrante del elenco es la inglesa Rebel Wilson como la guardia nocturna del Museo Británico, aunque el filme no le da demasiado tiempo en pantalla; aunque si la saga continúa, eso sin duda va a cambiar.

Pero el filme se anota unos dardos en el blanco cuando trabaja un poco más su humor y explota el factor de figuras históricas o mitológicas tratando de comprender el mundo moderno. Ben Kingsley divierte en su breve aparición como el padre de Akhmenrah, pero el que se roba la película constantemente es el británico Dan Stevens en el papel de Lancelot, el legendario caballero de Camelot. Abrazando con entusiasmo la rutina de heróico caballero aficionado de matar dragones y emprender misiones emocionantes, Stevens es la principal fuente de humor del filme, principalmente hacia el final cuando la acción se traslada fuera del museo y... bueno, decir más sería irresponsable de mi parte.

Sin embargo, creo que tengo que hablar un poco más del final del filme, porque fue toda una sorpresa, al menos hasta cierto punto. Para una saga tan orgullosa de su humor genérico y tan poco propensa a tomar riesgos creativos, el final de la película es sorprendentemente maduro y carga verdadero peso emocional. El filme aparenta terminar en una nota agridulce y reflexiva... y luego Levy decide arruinarlo sacándose de la manga un final feliz más convencional con la misma escena de música y baile que ya vimos mil veces en filmes para niños desde Shrek. Tan, pero tan cerca.

Aunque palidece al lado de filmes “infantiles” como Frozen y La Gran Aventura Lego, que este año probaron que las risas y la profundidad no son mutuamente excluyentes, Una Noche en el Museo 3: El Secreto de la Tumba no es una mala forma de pasar el tiempo. Después de todo, si un niño sale de la sala de cine sonriendo, me parece que valió la pena.

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UNA NOCHE EN EL MUSEO 3: EL SECRETO DE LA TUMBA (Night at the Museum: Secret of the Tomb)

Dirigida por Shawn Levy

Escrita por David Guion y Michael Handelman

Producida por Shawn Levy y Chris Columbus

Edición por Dean Zimmerman

Dirección de fotografía por Guillermo Navarro

Banda sonora compuesta por Alan Silvestri

Elenco: Ben Stiller, Dan Stevens, Robin Williams, Owen Wilson, Steve Coogan, Rami Malek, Rebel Wilson, Skyler Gisondo, Ricky Gervais, Patrick Gallagher, Mizuo Peck, Dick Van Dyke, Mickey Rooney y Bill Cobbs

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