“Tomorrowland”: Bird con las alas mojadas

La nueva película de Brad Bird es una aventura de ideas frescas y filosofía interesante, pero una ejecución que deja qué desear y un guión que flaquea.

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Tomorrowland ha centrado su campaña de márketing en el misterio, dejando los detalles de su argumento mayormente ocultos incluso en la gran cantidad de tráilers que Disney lanzó al mundo previamente a su estreno, y aunque el filme final es mucho menos atípico de lo que este enfoque podría hacer parecer, parece ser la intención de los realizadores que uno vaya a ver el filme sabiendo lo menos posible, y creo que ese deseo debería ser respetado.

Con ese fin, ofrezco al principio de este texto mi conclusión final del filme y recomiendo que aquellos interesados vayan a verlo antes de leerlo por completo. ¿Cómo resultó Tomorrowland? Pues es un filme entretenido y con ideas interesantes, pero con graves fallas que finalmente disminuyen el impacto tanto de sus ideas como el de la invariablemente excelente dirección de Brad Bird. Sirve para pasar el rato, pero no es la gran película que su pedrigrí sugiere.

Si eso le basta para sentirse convencido, por favor deje de leer, vaya a ver la película y vuelva luego. Voy a tratar de mantener la cosa lo más libre de spoilers que pueda, pero van a haber spoilers.

En fin, Tomorrowland es la nueva película de Brad Bird, un cineasta cuya filmografía consiste en tres excelentes películas animadas – dos de ellas con Pixar – y la muy buena cuarta entrega de la saga Misión Imposible. Bird es uno de mis directores favoritos de la actualidad – Ratatouille es una obra maestra, y El Gigante de Hierro y Los Increíbles están muy cerca de serlo también - , así que la perspectiva de verlo trabajando en algo único y original como Tomorrowland era muy atractiva.

¿Pero al final de qué se trata Tomorrowland? Bueno, el filme gira en torno a una ciudad escondida en otra dimensión, una maravilla utópica a la que un gran número de las mentes más brillantes de la humanidad fueron llevadas en 1964 por el inventor David Nix (Hugh Laurie). Con la ayuda de una misteriosa niña llamada Athena (Raffey Cassidy), el joven Frank Walker logra colarse en este otro mundo.

Años después, de vuelta en nuestro mundo, una adolescente llamada Casey (Britt Robertson), hija de un ingeniero de la NASA, entra en contacto con una insignia que le permite viajar momentáneamente a la utopía futurista de Nix. Pronto es contactada por Athena, quien la lleva hasta un envejecido y desterrado Frank Walker (George Clooney), el único capaz de llevarlos definitivamente al Mundo del Mañana.

Es un filme cuyo argumento es bastante simple, pero cuya ejecución complica innecesariamente las cosas. El guión, co-escrito por Bird y el co-creador de Lost Damon Lindelof, pasa mucho tiempo explicando qués y por qués, pero siempre queda flotando un aura de frustrante incertidumbre sobre lo que va pasando. Por ejemplo, el conflicto del filme gira en torno a un aparentemente inminente desastre ambiguo que según una ominosa cuenta regresiva en la casa de Frank está solo a unos cincuenta días, y que es básicamente una metáfora para el mensaje que Bird y Lindelof tratan de dar: que la humanidad se ha acostumbrado a los desastres, a los disturbios, al deterioro del ambiente, básicamente aceptando el fin del mundo.

Este es un concepto complicado, desafiante, y Bird y Lindelof merecen todo el crédito del mundo por tratar de tocar temas así en lo que básicamente es otra adaptación de una atracción de Disneylandia, al estilo Piratas del Caribe, cuando bien podrían haber hecho un simple espectáculo de efectos especiales, y en manos de Bird hubiera sido uno de buena calidad. Pero se quedan cortos, reduciendo un problema complejo a algo con un límite de tiempo y que puede ser solucionado con optimismo y la destrucción de un aparato dañino.

La metáfora – aderezada por la corriente de pensamiento excepcionalista que Bird ya expuso claramente en Los Increíbles - es clara pero torpe, y por la mayor parte de la película es presentada con toda la sutileza de un martillazo en la cabeza; un profesor sermonea sobre las calamidades que afectan al mundo, pero se queda callado cuando Casey le pregunta cuál es la solución, casi cada televisor que aparece habla de desastres y disturbios, Clooney habla una y otra vez de que la humanidad “se rindió”. Se entiende que este es un filme para todo público y que hay que ser claros y concisos, pero redundar tanto en un punto se acerca peligrosamente a ser insultante; ni siquiera un niño necesita que se le repitan las cosas tantas veces.

El mensaje baja mucho mejor cuando se hace de forma sutil. La introducción al personaje de Casey nos muestra a la joven irrumpiendo en el centro aeroespacial de Cabo Cañaveral, desde donde NASA lanzaba sus trasbordadores, y saboteando los explosivos colocados para demoler la plataforma de lanzamiento. Sin palabras, solo con acción, Bird nos muestra no solo el estado del mundo, en que el símbolo del sueño científico y la voluntad humana de mirar hacia el futuro está a punto de ser desmantelado – es el mismo punto que Christopher Nolan hace al principio de Interestelar, pero aquí es expuesto de forma más elegante -, sino también pinta un claro retrato de Casey como una soñadora optimista. Más escenas como esta hubieran venido muy bien.

Otro problema es que el centro de la película, la propia Tomorrowland, no se siente tan importante como debería. El concepto es interesante, una ciudad que congrega a lo mejor de la humanidad; es más o menos lo mismo que la ciudad de Rapture en la que se ambientaba el videojuego Bioshock, aunque sin la locura, el derramamiento de sangre y los habitantes enloquecidos. Esta es una queja menor, pero hubiera sido interesante ver más de Tomorrowland en Tomorrowland. Elementos secundarios como la relación entre Frank y Athena, o el pasado del propio Frank y cómo pasó del niño soñador del principio del filme al cínico hermitaño del futuro son dejados mayormente de lado.

Aún así, si uno puede mirar más allá del redundante guión, hay un filme entretenido allí. Bird sigue cimentando su estatus como un gran director también en terreno “live action”. Saca buenas actuaciones de su elenco – Britt Robertson en particular es excelente como Casey, infecciosamente optimista sin ser irritante, y Clooney hace un trabajo sólido como una variante más mordaz del clásico mentor sabio, como una especie de Obi Wan Kenobi con el cinismo al máximo – y su manejo de la acción es de primera. No hay escenas de acción tan memorables como los mejores momentos de Misión Imposible: Protocolo Fantasma, su debut en el cine con actores de carne y hueso, pero los momentos en los que Bird pone espectáculo en pantalla los resultados son no muy distintos a una buena película de Steven Spielbeg, un paralelismo que se acentúa aún más con la aventurera banda sonora del genial Michael Giacchino, quien puede recordar bastante a John Williams cuando quiere.

Por su ambición, Tomorrowland es admirable, pero es ligeramente decepcionante por la aparente falta de confianza que tiene en su propio público. Aún así, es entretenida y bien actuada. Ciertamente hay cosas mejores en el cine ahora mismo, pero lo nuevo de Disney no deja de ser una buena opción. Aunque debería – y evidentemente quería – ser mucho más.

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TOMORROWLAND

Dirigida por Brad Bird

Escrita por Brad Bird y Damon Lindelof

Producida por Brad Bird, Damon Lindelof y Jeffrey Chernov

Edición por Walter Murch y Craig Wood

Dirección de fotografía por Claudio Miranda

Banda sonora compuesta por Michael Giacchino

Elenco: Britt Robertson, George Clooney, Raffey Cassidy, Hugh Laurie, Tim McGraw, Kathryn Hahn, Keegan-Michael Key y Pierce Cagnon

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