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A veces resulta difícil conciliar el adulto con mente crítica objetiva que se supone debo ser con el niño interno que trato de mantener siempre vivo.
Por un lado no puedo dejar de notar ciertas inconsistencias o defectos en un guión como el hecho de que un personaje esté precisamente donde debe estar para hacer avanzar el guión sin muchas más explicaciones que la mera casualidad, y ese cierto grado de pereza creativa le quita lustre al filme; pero por otro lado, naves espaciales se disparan láseres sobre una ciudad de fantasía con toda la espectacularidad que 170 millones de dólares pueden comprar, y dos personajes y un monstruo gigante pelean saltando de planeta en planeta. Sigo siendo un ser humano.
El gran experimento de Marvel para traer el concepto del universo compartido de sus cómics a la pantalla grande probó ser un éxito con Los Vengadores, y ahora está comenzando a expandirse aún más, abrazando de forma más abierta los riBetes cósmicos introducidos en el primer Thor. Esta nueva aventura del “Dios del Trueno” mantiene la mezcla entre fantasía y ciencia ficción, con los realizadores obviamente enfocados en ir preparando el terreno para lo que vendrá próximamente.
Esa actitud le costó bastante calidad a Iron Man 2 (2010), pero en Thor: Un Mundo Oscuro la ejecución es mucho mejor, con suficientes momentos memorables, acción de primera digna del enorme presupuesto del filme y más buen trabajo actoral para hacer de la película un filme enormemente entretenido que funciona como un filme individual tanto como parte de la saga Marvel.
Una introducción que no estaría fuera de lugar abriendo una película de El Señor de los Anillos introduce el argumento: en tiempos inmemoriales, Malekith (Christopher Eccleston), líder de una raza conocida como los elfos oscuros, fue despojado de un arma de increíble poder que podría acabar con los Nueve Reinos. Ahora, el arma resurge y Malekith vuelve para intentar hacerse con ella.
Lo que sigue es una película sin complicaciones: el villano busca un objeto de gran poder, y Thor debe impedir que se haga con él y lo destruya todo. Esa simpleza permite usar el tiempo menos en diálogo expositorio; el villano queda perfectamente explicado en la introducción, e incluso conceptos como el “Aether” y la composición y jerarquía de los Nueve Reinos se explican rápido o de formas visuales.
Eso deja libre a Taylor y sus guionistas para centrarse en dos cosas: presentar grandiosos momentos de acción y seguir desarrollando la interesante dinámica familiar que se estableció en la película anterior. La relación de Thor con su traicionero hermanastro es ahora una de desconfianza y constantes advertencias, con Hemsworth de nuevo dando asombrosa humanidad y naturalidad a un personaje que ni siquiera es humano, y Hiddleston de nuevo luciéndose en el papel de Loki; él y su madrastra comparten una breve y sutil escena que vuelve a pintar a Loki como un personaje trágico y con profundidad, y hace desear que ambos tuvieran más tiempo de pantalla juntos.
Aunque no todo es perfecto en ese aspecto. Los guionistas siguen sin saber exactamente qué hacer con Jane Foster (Natalie Portman), cuya presencia en la primera película parecía más un trámite obligatorio que una decisión inspirada por una chispa creativa. Ciertamente su situación mejoró en esta ocasión, ya que su presencia al menos tiene incidencia directa en los acontecimientos, pero sigue siendo un personaje bastante poco memorable, lo que no debería ser el caso para alguien que básicamente está en una relación a larga distancia con un dios-alienígena. Lo mismo le ocurre al nuevo villano, Malekith, que se perdería bajo la sombra de Loki aún si el propio Loki no estuviera presente en la película restándole aún más luz.
Pero donde los guionistas a mi parecer cometen su falta más grave es en momentos en los que convenientes coincidencias son lo que mueve la historia. No en una, sino en dos ocasiones clave personajes casualmente están exactamente donde tienen que estar para que la historia avance (una pista: Jane está en ambas escenas). Afortunadamente no se reitera demasiado, con lo que no es suficiente para neutralizar lo positivo.
Y hablando de positivo, esta película tiene algunas de las mejores y más grandes escenas de acción de todas las producciones de Marvel, a veces acercándose en calidad a la batalla de Nueva York de Los Vengadores. Hay ágiles y vertiginosas batallas de naves espaciales a lo Star Wars con naves que ocasionalmente destruyen edificios como si fueran gigantescas guadañas voladoras, la ya mencionada excelente batalla introductoria, una excelentemente coreografiada pelea cuerpo a cuerpo que da a cierto personaje un satisfactorio momento de gloria y un clímax en el que dos personajes pelean pasando de un planeta a otro; haría falta un tipo de persona muy peculiar para aburrirse con esta película.
Visualmente la película es impecable: los efectos por computadora son de primera, Asgard sigue viéndose fantástica y el puente Bifrost sigue siendo probablemente uno de los escenarios cinematográficos mejor y más creativamente diseñados de los últimos.
Marvel sigue dando pasos en la dirección correcta, dándonos una nueva película que de nuevo hace creíbles y reales a seres imposibles, y aún con ciertos problemas notorios en el guión no deja de ser una película imperdible para fans de Marvel y para cualquiera que busque buen espectáculo en su viaje a las salas de cine.
Y, como esta es una película de Marvel, les recuerdo que no salgan de la sala una vez que los créditos comiencen, ya que de nuevo hay un vistazo a lo que vendrá en el futuro.
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Dirigida por Alan Taylor
Escrita por Christopher Yost, Christopher Markus y Stephen McFeely
Producida por Kevin Feige
Edición por Dan Lebental y Wyatt Smith
Dirección de fotografía por Kramer Morgenthau
Banda sonora compuesta por Brian Tyler
Elenco: Chris Hemsworth, Tom Hiddleston, Natalie Portman, Christopher Eccleston, Anthony Hopkins, Rene Russo, Idris Elba, Jamie Alexander, Kat Dennings, Stellan Skargard, Ray Stevenson, Zachary Levi y Jonathan Howard