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La sala en la que ví “Terror en Silent Hill 2” la compartí con algunas parejas jóvenes y un grupo de cuatro adolescentes bastante ruidosas, el público habitual para las películas del género de terror por estos días.
A pesar de no ser una persona demasiado social, considero que el cine es una experiencia de grupo; y aunque este puede suponer alguna situación molesta de tanto en tanto –demasiadas veces una buena sesión de cine pierde algo de brillo por el resplandor de una pantalla de celular o un tono de llamada-, aún creo en el encanto de que un grupo de personas, de desconocidos, se reúnan en la oscuridad para que les cuenten una historia, una costumbre que los seres humanos parecemos venir arrastrando desde la pre-historia.
Como alguien que escribe reseñas de cine, esta experiencia de grupo para mí es doblemente importante, ya que hace mucho más fácil ver las cosas desde la perspectiva de una persona que no maneja conceptos técnicos del cine, desde el punto de vista de la persona promedio que va al cine por entretenimiento, no como parte de su trabajo. Plantearme las cosas de esta manera a veces resulta esclarecedor, pues ayuda a ordenar mis ideas para presentarlas de modo más objetivo posible, por paradójico que eso suene de alguien que escribe una reseña, un artículo opinión, el lado subjetivo del periodismo.
Esto es algo que tengo en mente cada vez que entro a una sala de cine, pero de lo que nunca suelo estar tan consciente como sí lo estuve durante mi función de “Terror en Silent Hill 2”, ya que necesitaba especialmente esa perspectiva neutral al ser un jugador de videojuegos y tener cierto conocimiento sobre la saga de juegos en la que se basa la película.
Lo que rescaté ese sencillo ejercicio mental es que “Terror en Silent Hill 2” es un desastre en lo que a guión se refiere, con un argumento lleno de nombres y acontecimientos que jamás vemos –y que resultarán remotamente entendibles sólo para quienes hayan visto la primera película de “Silent Hill”, estrenada en 2006-, diálogos llenos de exposición que explican de forma superficial ciertas cosas en el mejor de los casos y personajes con motivaciones confusas.
El filme tiene por protagonista a Heather, una joven que vive junto con su padre Harry (aunque, como se revela en los primeros minutos del filme, esos no son sus verdaderos nombres), constantemente huyendo de…algo. Luego de un día lleno de visiones perturbadoras y gente siguiéndola, Heather regresa a su casa para encontrar que su padre ha desaparecido, y que un mensaje en la pared la invita al pueblo maldito de Silent Hill.
Las cosas comienzan con el pie derecho, con el director Michael J. Bassett haciendo gala de su buen ojo para lograr atmósferas represivas y claustrofóbicas, amplificadas por unos diseños de escenarios y, especialmente, de personajes; como ya era el caso con la película anterior, el diseño de monstruos está muy bien logrado, y las criaturas logran transmitir un terror que tiene bastante de visceral y también mucho de psicológico, se ven amenazantes incluso cuando no se mueven. Sin embargo, lo que al principio es una gran virtud se convierte en una desventaja cuando la película comienza a abusar de sus monstruos, haciendo a Heather lidiar con criaturas tan de seguido que efectivamente anula el temor que causan.
Si hay una saga para la cual la táctica de “menos es más” es vital, es para “Silent Hill”, que cuenta con juegos que transmiten genuino terror ocultando a sus amenazas en la oscuridad todo el tiempo posible, poniendo los nervios del jugador de punta con lo que no se ve. En el filme se la pasan apareciéndose directamente frente a Heather, lanzando esos gritos expresamente creados para hacer saltar al público hasta que la situación se vuelve casi cómica y uno se pregunta cómo es que Heather sigue sorprendiéndose. Con todos sus muchos fallos, el primer filme al menos tenía cierto sentido de tiempo, racionando la visibilidad de sus monstruos.
Es una pena, ya que si hay algo que se mantiene casi totalmente constante es la calidad del diseño de las criaturas. Las enfermeras regresan, protagonizando una escena efectiva y llena de tensión, mientras que una criatura que se comporta como araña y está hecha de incontables brazos, piernas, torsos y cabezas de maniquíes definitivamente se merece estar en una mejor película.
Hablemos del guión. El director Bassett confeccionó uno que lastimosamente los personajes más allá de Heather son entidades casi totalmente unidimensionales, y ni siquiera deja en claro sus motivaciones y objetivos, al menos no del todo. Problemas argumentales como el hecho de que la ciudad está en una especie de otra dimensión de la que no se puede salir son resueltos con líneas como “encontré un sello que permite que alguien pueda pasar (al mundo normal)”.
A pesar de que emplean bastante tiempo en explicar cosas, llegan momentos en lo que uno simplemente no entiende del todo qué está pasando y por qué: ¿Por qué ese personaje se transformó en un monstruo? Probablemente para que podamos tener una gran pelea final…lo que no sólo es predecible. Terminar una película que literalmente transcurre en un mundo de pesadilla donde cualquier cosa puede pasar con una pelea cuerpo a cuerpo (mal filmada) entre dos entidades demoníacas evidencia falta de imaginación, una oportunidad perdida. Para cuando llega el clímax del filme ya nos resignamos a no entender el argumento, pero un final memorable hubiera sido de agradecer.
De los actores no hay mucho qué decir. La nóvel actriz australiana Adelaide Clemens mantiene un nivel aceptable durante todo el filme, mientras que el joven Kit Harrington, como el aliado de Heather, deja algo qué desear, aunque su caso tampoco es demasiado grave. En cuanto al resto, Sean Bean, como el padre de Heather, está ausente durante casi toda la película, y los personajes de Carrie-Ann Moss, Deborah Kara Unger y Malcolm McDowell no pasan de máquinas de parlotear pasados y esotéricas explicaciones.
Quería, como fan de los videojuegos y de “Silent Hill” en especial, y como cinéfilo independientemente de mi afición al ocio electrónico, que me guste esta película, pero al final no puedo recomendarla, salvo a aquellos que sólo busquen ver un buen trabajo de diseño visual y escuchar una muy buena banda sonora –obra del mismo compositor de los juegos, Akira Yamaoka-.
Bueno, también hay algunos guiños directos a los juegos que seguro harán sonreír a los fans. Así que ese es otro punto a favor.
Si usted no cae en la demografía de los fans de los juegos o busca un filme con un argumento que pueda seguir sin problemas…bueno, hay dos películas nominadas al Oscar por sus guiones en estreno este fin de semana, quizá debería probar con ellas.
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TERROR EN SILENT HILL 2 (Silent Hill: Revelation)
Dirigida por Michael J. Bassett
Escrita por Michael J. Bassett (basada en un videojuego de Kazuhide Nakazawa)
Producida por Don Carmody y Samuel Hadida
Edición por Michele Conroy
Dirección de fotografía por Maxime Alexandre
Banda sonora compuesta por Akira Yamaoka y Jeff Danna
Elenco: Adelaide Clemens, Kit Harrington, Sean Bean, Carrie-Ann Moss, Malcolm McDowell, Radha Mitchell, Erin Pitt, Martin Donovan y Deborah Kara Unger