“Terremoto”: malas vibraciones

Aunque tiene momentos inspirados de espectáculo, “Terremoto: La Falla de San Andrés” llena la mayor parte de su tiempo de duración con destrucción sin peso y personajes poco interesantes.

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Los 114 minutos de metraje de Terremoto: La Falla de San Andrés son un asunto agridulce, con un mayor porcentaje de momentos agrios, aunque no en la forma que los realizadores planeaban.

Aunque es una comparación fácil, sencillamente no encuentro una forma más sencilla y adecuada de describir el filme que decir que es una película de Roland Emmerich hecha con las mismas limitaciones narrativas que las películas ese director tan vinculado al “cine desastre”, pero sin su talento para el espectáculo y su irónicamente beneficiosa falta de pudor a la hora de (des)balancear drama y artificio.

Como los filmes de Emmerich que lidian con desastres naturales, tales como El día después de mañana y 2012, Terremoto busca – de forma bastante torpe – integrar las masivas escenas de destrucción a gran escala con drama humano, pero no solo es esta parte de la historia frustrantemente poco novedosa, sino que parece meterse en el filme en todos los momentos en que no hay edificios derrumbándose de una forma que no tarda en volverse molesta por su falta de efectividad.

Nuestro héroe principal – y su índice de heroísmo es en realidad cuestionable, aunque de eso hablaré más tarde – es Ray Gaines (Dwayne Johnson), un habilidoso piloto de helicópteros que trabaja para el Departamento de Bomberos de Los Ángeles, y quien además se encuentra en proceso de divorciarse de su esposa, porque nunca vimos eso antes en este tipo de películas.

Los planes de Ray de llevar a su hija – con quien sorprendentemente se lleva bien, esquivando al menos un cliché - a San Francisco se ven frustrados cuando un terrible sismo tiene lugar en la cercana Nevada, destrozando la icónica presa Hoover. Ray es movilizado para ayudar con las tareas de rescate, pero antes de que pueda dejar Los Ángeles esa ciudad también es golpeada por un devastador terremoto.

La película divide su atención en tres historias paralelas que en orden de menos a más interesantes son: Ray y su esposa Emma (Carla Gugino) viajando a San Francisco para encontrar a su hija Blake (Alexandra Daddario), la propia Blake intentando sobrevivir en dicha ciudad acompañada de un joven ingeniero británico y su hermano adolescente, y un sismólogo interpretado por Paul Giamatti que descubre que puede predecir los sismos e intenta advertir al público de lo que viene.

El filme tiene algunas cualidades que lo salvan de ser un completo desastre equiparable al que golpea a California. El más obvio es que las escenas de acción, aunque ocasionalmente vacías de peso y sin el buen ojo técnico que benefició a filmes como 2012, son por lo general bastante espectaculares. Secuencias como el terremoto inicial en Los Ángeles y la surreal imagen de embarcaciones tratando de atropellar un tsunami son particularmente memorables y entretenidas. La forma en que los sismos golpean, más que sacudir, es particularmente aterradora.

Pero la buena voluntad que el filme acumula con esas escenas es anulada por su insistencia en dedicar la mayor parte de su metraje a la gastada historia de Ray y su familia. Obviamente todo parte de un intento de dar cierta profundidad a los personajes, lo que es importante, pero la rutina de la pareja separada por una tragedia del pasado es algo demasiado repetido, y el guión no ofrece nada nuevo en ese aspecto. Así, las escenas en que Ray y Emma tratan de lidiar con su relación – que para mayor frustración incluye al estereotípicamente detestable nuevo prometido de la mujer –, escenas que deberían añadir drama al espectáculo y hacer que nos interesemos más por la suerte de ambos, acaban siendo simplemente aburridas.

Lo peor es que esto es en detrimento de las otras dos líneas argumentales del filme, que son más interesantes. Si bien tampoco son precisamente originales, la odisea de Blake y sus dos nuevos amigos por San Francisco al menos no está tan sumergida en clichés, y las partes del filme que involucran al sismólogo al menos tienen el impulso que le dan actores de alto calibre como Paul Giamatti y Archie Panjabi.

Y volviendo al personaje de Ray, aunque por lo general algo de ambigüedad moral no suele ser – al menos en mi opinión – un problema, resulta algo raro que nuestro héroe sea un hombre que simplemente se apodera de un helicóptero de rescate, efectivamente un bien público que va a ser enormemente necesario en Los Ángeles tras un devastador terremoto, y se lo lleva a otra ciudad para rescatar a su hija. Mucha gente de Los Ángeles probablemente también tiene hijos e hijas, Ray. Y lo que hace Ray se entiende, es lógico; si yo fuera padre, tuviera acceso a un helicóptero y supera que mi hija está en peligro en otra ciudad, probablemente haría lo mismo. Pero sería interesante que el filme al menos reconozca el dilema moral de alguna forma, que enfrente a Ray con la noción de que su aventura significó un helicóptero menos para ayudar a rescatar a sobrevivientes de Los Ángeles. Pero no, los celos de Ray por la nueva vida de su exesposa y su rutina de héroe atormentado por su pasado son más importantes, y el filme pierde la oportunidad de inyectar algo de verdadero drama a su historia en la subtrama que más lo necesita.

Terremoto: La Falla de San Andrés es una de esas películas que son frustrantes por los errrores que comete y las oportunidades que desperdicia. Es difícil declararlo un completo desastre ya que tiene sus momentos de genuina emoción, aunque sean secuencias de espectáculo aisladas, pero al final la sensación que el filme deja es una de decepción tan profunda como los abismos que se abren en los campos de California.

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TERREMOTO: LA FALLA DE SAN ANDRÉS (San Andreas)

Dirigida por Brad Peyton

Escrita por Carlton Cuse

Producida por Beau Flynn

Edición por Bob Ducsay

Dirección de fotografía por Steve Yedlin

Banda sonora compuesta por Andrew Lockington

Elenco: Dwayne Johnson, Carla Gugino, Alexandra Daddario, Hugo Johnstone-Burt, Art Parkinson, Paul Giamatti, Archie Panjabi, Ioan Gruffudd, Will Yun Lee, Colton Haynes y Kylie Minogue

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