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El texto, impregnado de un alto carácter denunciativo, animándose al hiperrealismo semántico, que en la unidad de acción y tiempo en que se desarrolla, se fusiona magistralmente con la faceta más mágica y onírica de uno de sus niveles de percepción –el aquí y ahora–, mantiene tal incertidumbre que su desenlace es una exquisita incógnita.
Omar Marecos –alejado bastante de la línea interpretativa de sus últimos roles–, logra veracidad orgánica en cada cambio de identidad creativa concedida en el texto mismo y donde se ve la libertad que planteó el director.
En ese sentido, la sutileza en los matices y reacciones –resultado de un método que Silvio Rodas debería patentar–, borra por momentos la idea de una representación, aunque nunca deja de serlo, y levanta acusaciones morales, con las que uno puede estar de acuerdo o no, pero no puede ignorarlas.
La ambientación es un regalo a los sentidos y estoy convencido de que la vista agradece el descanso, ya que el eco de la sala, el pasto seco en el suelo, el incienso y el paisaje sonoro del centro de Asunción a las 21:15, es todo un ensayo social sobre el comportamiento de las pequeñas ciudades tropicales y la obra, es aún más simbólica por eso.
Rayam Mussi y su personaje del sacerdote complaciente que poco a poco pierde todos los estrivos en los que cree creer, debería ser un arquetipo del terror.
La sutileza de su ignorancia y crueldad, solo puede ser superada por los titulares complacientes.
Erik Gehre triangula con bastante equilibrio en sus intervenciones, esta disputa dialéctica entre Marecos Y Mussi, aunque sus parlamentos, por momentos, se perciben inconexos con la ironía que plantean.
Pablo Fuster completa el elenco de El loco y su participación, resulta una grata sorpresa.
Las funciones culminan hoy a las 21:00 en Espacio E (Estrella 977 entre Colón y Montevideo). El costo de las entradas es de G. 30.000.
Rescatar textos, a sus dramaturgos y plantear construcciones con libertad colectiva, es un acto de resistencia.
El teatro independiente cobra nueva fuerza y pese a lo efímero de las temporadas, en gran parte, por la concreción De aspectos financieros en el oficio, que la falta de recursos condiciona, el ímpetu por generar propuestas de alto nivel estético, aúna el tiempo y la decantación de conocimiento en la profesión.
“Donde todo sobra, menos yo”, es un silogismo sencillo, factoreable en cientos de corrientes de pensamiento y en nuestro país, hoy nos habla de cultura.