“Sin Salida”: sin salvación

Este filme de suspenso y acción ambientado en Asunción falla en generar tensión o emoción, o siquiera tener mucho sentido debido a un guión, dirección y actuaciones uniformemente malas.

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A primera vista, Sin Salida puede parecer, para alguien que se dedica a escribir sobre cine, un blanco fácil, un filme cuyas falencias son obvias incluso desde el tráiler que presenta una historia que se toma demasiado en serio para un filme con actuaciones tan pobres, escenas de acción tan básicas y efectos especiales tan malos. Pero a medida que su corto pero angustioso tiempo de duración avanza, la película sigue apilando problemas, errores, ineptitud y pobres decisiones hasta el punto que se vuelve sencillamente sobrecogedor.

La cosa comienza “in medias res” con un personaje con acento español lamentándose a los gritos mientras otro yace herido y sin memoria en el suelo. El personaje herido y amnésico es nuestro protagonista, Juan de los Santos (Héctor Echavarría), un ex agente antidrogas de Paraguay caído en desgracia luego de que su esposa fuera asesinada por narcos en Estados Unidos. Entre coquetear con el suicidio, decide pedir empleo como guardia de seguridad en una discoteca de Asunción, aunque debe conformarse con ser el nuevo lavaplatos. Lógicamente, se da la casualidad de que el narco que ordenó el atentado contra el ex agente, Don Cáceres (Danny Trejo) es también el dueño del club nocturno.

Esa es solo la primera, y quizá la menos molesta de las coincidencias astronómicas y giros sin sentido que permiten que el esquizofrénico argumento del filme se mueva hacia adelante, estableciendo un montón excesivo de personajes y líneas argumentales que apenas tienen tenues vínculos entre sí. La historia de venganza en realidad no es tal hasta la parte final del filme, porque de alguna forma Juan no se percata de que su empleador es el autor moral del atentado que le arruinó la vida hasta muy avanzada la película; su principal motivación es ayudar a una española convertida en esclava sexual, Ángela (Carlotta Bosch), a escapar de las garras del mafioso.

Dos argumentos que podían haber funcionado bien por sí solos – además de algunas ideas interesantes como la de la amnesia recurrente de Juan, que podría haber tenido implicaciones interesantes - son innecesariamente entremezclados en un monstruo de Frankenstein cinematográfico que además se sobrecarga de otras sub-tramas como la de dos niños pobres que limpian vidrios en el centro de Asunción y ayudan a Juan, la ambición de Don Cáceres de introducir una revolucionaria nueva droga (que jamás vemos directamente) a los Estados Unidos, momentos de comedia con Celso Franco – quien, dicho sea de paso, es mucho más creíble y natural como lavaplatos contemporáneo que como la versión joven de uno de los más grandes músicos del Paraguay - y Héctor González, entre otras tramas que van a ninguna parte, todo agravado aún más por el uso del recurso “in medias res”, que cada tanto nos devuelve al instante donde comenzó la película, mientras Juan intenta recordar lo que pasó ayudado por su amigo Martín (Christian Rodrigo).

Lo que comienza como algo malo pero ligeramente entretenido acaba como una maraña insoportable de ideas, personajes e historias, el equivalente cinematográfico de un montón de cables enredados detrás de un escritorio, que el espectador debe tratar de desenredar.

No ayuda el hecho de que la forma en que el filme hace sus transiciones de escena a escena es terrible, a menudo convirtiendo secuencias sencillas en rompecabezas que el espectador debe armar. En un momento dado, Juan y Ángela se encuentran en una tensa persecución a pie con un sicario que les pisa los talones, algo que Echavarría interrumpe para mostrarnos brevemente una de las múltiples escenas olvidables de Don Cáceres en la discoteca, para luego volver a Juan y Ángela hablando relajadamente, como si hubieran olvidado completamente que un asesino estaba siguiéndoles los pasos.

Eventualmente, todas las tramas y sub-tramas hacen colisión en un clímax que no solo tiene poco sentido por la falta de concentración del filme en general – y que jamás justifica el recurso de ir y venir entre el pasado y el presente que la película postula al principio –, sino que tiene el atrevimiento de tirar aún más giros que vienen de ninguna parte y van a ningún lugar, y además presenta escenas de acción excepcionalmente pobres. Los tiroteos son estáticos y estériles, y las peleas cuerpo a cuerpo – lo que debería ser un punto fuerte del filme teniendo en cuenta que Echavarría es un experimentado artemarcialista y tiene a gente como Francisco Lefebvre en su elenco de matones – se sienten lentos y sin impacto. Eso sin mencionar una de las persecuciones vehiculares menos convincentes que jamás vi en una película.

Y todo lo que escribí es solo parte de lo que el filme hace tan mal. Ni siquiera me explayé sobre la actuación, universalmente mediocre; solo Echavarría, Trejo, Franco y González dan actuaciones ocasionalmente aceptables – y cada uno tiene su buena cantidad de momentos pésimos para equilibrar – y el resto del elenco va de inofensivamente amateur a dolorosamente malo.

Es obvio que Sin Salida nunca aspira a más que simple entretenimiento “clase B”, pero la única forma en que uno podría entretenerse con esta película es tomándola como la parodia que claramente no es.

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SIN SALIDA

Dirigida por Héctor Echavarría

Escrita por Héctor Echavarría

Producida por Pablo García, Mark Moore, Bruna Nogueira y Ken Schwenker

Edición por Héctor Rodríguez

Dirección de fotografía por Seo Mutarevic

Elenco: Héctor Echavarría, Danny Trejo, Carlotta Bosch, Celso Franco, Estella Warren, Robert Miano, Christian Rodrigo, Héctor González, Clara Jasy SegoviaFrancisco Lefebvre y Lilian Ruíz

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