Simplemente duro

La quinta parte de “Duro de Matar” es un aceptable filme de acción que se siente extrañamente desconectado del resto de la saga.

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Cuando uno mira hacia atrás al panorama del cine de acción a finales de la década de 1980 e inicios de los '90, puede ver claramente que el mismo estaba dominado por tres figuras: Sylvester Stallone con “Rambo”, Arnold Schwarzenegger con sagas como “Conan el Bárbaro” y “Terminator”, y Bruce Willis gracias al filme de 1988 “Duro de Matar”.

Sin embargo, había una marcada diferencia entre Stallone y Schwarzenegger, cuyos personajes de acción tendían a ser más caricaturescos, algo quizá incluso adecuado debido a la impresionante presencia física de ambos; y el personaje que Willis interpretaba en “Duro de Matar”.

Parte de lo que hizo al filme tan popular y e hizo su héroe John McClane conectara tan bien con el publico es que no era un super hombre como Rambo, sino un simple policía atrapado en una situación imposible, no inmune al dolor o a las heridas; una de las escenas más icónicas del primer filme de la saga era una dolorosa secuencia en la que McClane se ve obligado a caminar descalzo sobre vidrios rotos.

Quizá luego de cuatro película McClane se endureció aún más, hasta el punto que, aunque sigue llamándose igual y aún tiene el rostro de Bruce Willis y su actitud de siempre, parece otro personaje. El McClane que vi en “Duro de Matar: Un Buen Día para Morir” está mucho más cerca de Rambo o el Terminator que del sobreviviente del Nakatomi Plaza; este sale casi inmune de impresionantes choques de vehículos y peligrosas caídas, y masacra oleadas enteras de enemigos con facilidad.

El argumento de este filme es el siguiente: John McClane se ve obligado a viajar a Rusia cuando su hijo Jack es arrestado por intento de homicidio. Sin embargo, la corte donde se iba a llevar a cabo el juicio es atacada por hombres armados. Descubriendo que su hijo trabaja para la CIA, John intenta ayudarlo a cumplir su misión al mismo tiempo que trata de reparar su relación con su hijo.

No es que haya nada inherentemente malo en un filme con un superpolicía imparable como protagonista; después de todo, ciertamente es excusa para escenas de gran espectacularidad cuando uno se olvida de conceptos como el realismo, pero quita cierta parte del encanto al personaje de McClane, que se destacaba de sus contemporáneos por ser básicamente un hombre más o menos normal en una situación extraordinaria.

Las cosas comienzan de forma bastante confusas, con una introducción no muy bien armada en la que se sientan los precedentes del filme con elementos de intriga política y elementos más propios de un filme de espionaje tradicional, elementos que finalemente no van a ningún lado y son prácticamente olvidados o rápidamente despachados cuando comienza la repartición de balas.

Luego de aproximadamente 20 minutos de cosas que no se entienden del todo bien ocurriendo a personajes que en ningún momento se hacen lo suficientemente interesantes para merecer el metraje que se gasta en ellos, finalmente llegamos a la acción, y es casi un paradójico alivio cómo el superficialmente complicado argumento gradualmente se simplifica cuando pasa a convertirse en nada más que relleno para las pausas entre escenas de acción.

El director John Moore, realizador con experiencia en el cine de acción con películas como “Tras las Líneas Enemigas” (2002) en su currículum, dirige de forma correcta las secuencias de acción, incluyendo una persecución que no tiene igual -que yo pueda recordar en el momento, al menos- en la cantidad de vehículos que son destruidos mientras se desarrolla. Moore aplica la técnica de cámara en mano y cortes rápidos para dar una sensación de mayor adrenalina, aunque afortunadamente no abusa de esos recursos hasta el punto de hacer incomprensibles sus escenas.

No hay mucho que se pueda decir del trabajo de Bruce Willis en el filme, ya que es básicamente la misma actuación que en las películas anteriores, en especial en relación a la cuarta parte, “Duro de Matar 4.0”; es un Willis en piloto automático, aunque el filme jamás le da la oportunidad de mostrar más de lo que puede hacer, como hizo de forma tan magistral en la reciente “Looper” (2012), donde da una de las mejores actuaciones de su carrera.

Y eso es extraño considerando que se tenía a mano la subtrama de la complicada relación entre John y su hijo, interpretado por el actor australiano Jai Courtney, a quien actualmente también podemos ver en salas paraguayas en “Jack Reacher”.

Aún cuando ciertamente es divertido ver a McClane padre e hijo acabar con los malos, su interacción -como casi todo el resto del filme, en realidad- no pasa de aceptable, con momentos que se sienten genuinos gracias al buen hacer de Willis y Courtney contrastados con la superficialidad predominante que no deja desarrollar del todo al personaje de Jack -quien comienza el filme como poco más que otro ejemplo del cliché de “odio a mi padre porque no me dedicó suficiente tiempo”- y un cambio en la relación demasiado rápido para ser creíble.

Puede parecer que estoy siendo muy duro con una película que jamás debería como nada más que simple entretenimiento sin exigencias, una excusa para apagar el cerebro y pasar dos horas viendo escenas de acción, pero aunque el filme jamás va hasta el extremo en que uno puede considerarlo directamente malo -como dije, las escenas de acción y algunos momentos bien logrados entre los McClane dan cierto valor al filme-, comete un pecado que para mí es casi igual de malo: ser olvidable.

Hablando de una forma menos profesional y más subjetiva, me considero a mí mismo un fan tanto de la acción más auténtica y humana de filmes como el primer “Duro de Matar” como de las caricaturescas aventuras de personajes como Rambo. Me gustó ver a McClane pelear con terroristas en un edificio tanto como ver a Rambo batallar prácticamente solo contra decena tras decena de soldados birmanos, no por el enfoque que daban a la acción sino porque se trataban de escenas memorables, filmadas y actuadas de una forma que hacen que se queden con uno; es la razón por la que seguimos hablando de “Duro de Matar” casi 24 años después de su estreno, la razón por la que siguen saliendo películas de la saga.

No hay nada igual de memorable en esta quinta entrega; no hay un momento emblemático equivalente a la escena de los vidrios del primer filme, a la de la pista de aterrizaje del segundo...inclusive a la de la secuencia del túnel en la cuarta película.

“Duro de Matar: Un Buen Día para Morir” no es totalmente mala, pero es mucho menos que lo que un personaje como John McClane y su público se merecen.

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DURO DE MATAR: UN BUEN DÍA PARA MORIR (A Good Day to Die Hard)

Dirigida por John Moore

Escrita por Skip Woods

Producida por Alex Young

Edición por Dan Zimmerman

Dirección de fotografía por Jonathan Sela

Banda sonora compuesta por Marco Beltrami

Elenco: Bruce Willis, Jai Courtney, Sebastian Koch, Yulia Snigir, Rasha Bukvic, Cole Hauser, Amaury Nolasco y Mary Elizabeth Winstead

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