“Sicario”: la guerra de la dualidad

Con poderosas actuaciones de Emily Blunt y Benicio del Toro, “Sicario” presenta una desgarradora historia del conflicto entre la moralidad y la brutalidad que se debaten en el ser humano.

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Personalmente, soy un gran admirador de la forma en que guionistas y cineastas hábiles usan el contraste y la contradicción como herramientas para reforzar su historia, y Sicario es un filme que se empapa en contraste.

Es una película de hermosos colores y fotografía alucinante que retratan escenas de violencia y crueldad, en los que el idealismo y la moralidad se enfrentan al salvajismo del que el animal humano es capaz. Luces y sombras, blanco y negro, elementos contradictorios que se revuelven hasta que solo el gris queda.

La película gira en torno a Kate Mercer (Emily Blunt), una agente del FBI que forma parte de una redada a una vivienda en Arizona, Estados Unidos, en la que son se hallan decenas de cuerpos de personas ejecutadas por el cartel mexicano de Sonora. Ya en esta introducción, el director Denis Villeneuve comienza a jugar con los contrastes; el paisaje árido de una aparentemente apacible tarde en un suburbio de Arizona es interrumpido por la aparición de hombres en armadura de combate y poderosas armas.

Tras la sangrienta redada, Kate es seleccionada por su jefe para formar parte de un operativo especial con la CIA, acompañando al efectivo de la Agencia Matt Graver (Josh Brolin) y a su enigmático socio, Alejandro Gillick (Benicio del Toro) a Ciudad Juárez, México, en un operativo que tiene como (aparente) objetivo capturar a Manuel Díaz (Bernardo P. Saracino), el mafioso supuestamente responsable por la masacre en Arizona.

Desde ese punto, Kate inicia un viaje a través de un mundo de moralidad retorcida y compromisos éticos que recuerda bastante al de la protagonista de la excelente Zero Dark Thirty, enfrentando la idea de tener que ser testigo y cómplice de cosas que su conciencia le dice son reprobables. La interrogante de si el fin justifica los medios flota sobre Kate mientras la gente muere o es torturada por información a su alrededor. Como aquella película de Kathryn Bigelow, Sicario no ofrece respuestas definitivas a sus interrogantes; eso depende del espectador.

El contraste de Kate es Alejandro, un personaje cuya verdadera naturaleza solo queda clara cuando el filme termina, pero que Del Toro interpreta con la mezcla ideal de humanidad aún viva, pero sepultada bajo los escombros dejados por la violencia a la que ha sido expuesto y de la que ha sido artífice. Blunt es la estrella, y la actriz vuelve a demostrar que su repentino ascenso a una de las actrices del momento es enteramente justificado, aunque es el personaje de Del Toro el que personifica las ideas del filme. Una vez que todas las verdades sobre Gillick son reveladas, el rompecabezas del filme se siente mucho más completo y coherente.

Sicario hace su comentario de la forma ideal: no haciéndolo, al menos no directamente. En vez de predicar, el filme quiere una conversación, exponiendo los hechos y dejando que el público los medite. En ningún momento un personaje se pone a pontificar sobre la situación; la película habla en acciones, e incluso cuando sus personajes hablan de forma explícita invitan a pensar; sin revelar demasiado, hacia el final se descubre que gran parte del “plan” que mueve el argumento del filme gira en torno al establecimiento del orden por medio del manejo del factor que genera caos, pero no su eliminación. El dilema no es solo combatir la violencia con actos violentos, sino permitir la violencia para evitar el caos.

Otro gran punto de contraste, como ya mencioné, es en lo visual. Villeneuve y el infalible director de fotografía Roger Deakins - quien seguramente va a estar nominado a un Óscar otra vez por este filme y probablemente volverá a perder ante Emmanuel Lubezki - enmarcan la estremecedora acción en imágenes cautivadoras y con cierta perturbadora belleza; la lente de Deakins le da una cualidad muy ligeramente de ensueño a los grises y colores de tierra con que presenta a Juárez y a Arizona. Eso sin mencionar una gran secuencia que es mostrado casi totalmente en el blanco y negro de una lente de visión infrarroja, como si estuviéramos viendo a alienígenas blancos deambular por algún paraje extraterrestre. La atmosférica banda sonora de Jóhann Jóhannsson contribuye aún más a esa sensación de ansiedad que empapa a toda la película.

Villeneuve imprime gran tensión a estos puntos clave, estas grandes secuencias de acción. Un breve pero inolvidable enfrentamiento en una autopista llena de automóviles en un embotellamiento es probablemente el mejor momento del filme en lo que se refiere a pura acción, y es un momento más realista que hollywoodense, consistiendo más en anticipación y nerviosismo; las balas solo vuelan durante unos pocos segundos.

Sicario es al mismo tiempo un thriller de primera categoría con más que suficiente suspenso y acción para mantener a uno entretenido, y un filme con sustancia, con contenido interesante y complejo dentro de su caparazón de película de acción.

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SICARIO

Dirigida por Denis Villeneuve

Escrita por Taylor Sheridan

Producida por Basil Iwanyk, Thad Luckinbill, Trent Luckinbill, Edward McDonnell y Molly Smith

Edición por Joe Walker

Dirección de fotografía por Roger Deakins

Banda sonora compuesta por Jóhann Jóhannsson

Elenco: Emily Blunt, Benicio del Toro, Josh Brolin, Maximiliano Hernández, Daniel Kaluuya, Jon Bernthal, Victor Garber, Jeffrey Donovan, Bernardo P. Saracino, Raoul Trujillo y Julio Cedillo

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