“Puente de Espías”: la guerra de los secretos

Steven Spielberg suma otra gran película a su legendaria filmografía, con un tenso, humano y fascinante drama de suspenso envuelto en el gélido ambiente de paranoia de la Guerra Fría.

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Cuando no está ocupado creando algunas de las historias cinematográficas de fantasía, ciencia ficción y aventuras más memorables de la historia del cine en Hollywood – el tipo de películas que hacen que niños y jóvenes deseen volverse cineastas, o al menos escribir sobre cine –, Steven Spielberg tiene como pasión mirar al pasado, con filmes que han hecho inolvidables crónicas de algunos de los momentos más difíciles de la Historia reciente.

El horror y el sinsentido de hombres cayendo ante balas y explosivos en Rescantando al Soldado Ryan, la demencial exterminación sistemática e industrial de seres humanos en La Lista de Schindler, la ridícula y tan arraigada noción de que algunos seres humanos son inferiores a otros por su color de piel en El Color Púrpura, Amistad y Lincoln. Puente de Espías pertenece a esa segunda categoría de la filmografía de Spielberg, la del director historiador, explorando con fascinación un otro momento en la Historia repleto de errores y lecciones.

En Puente de Espías, Spielberg nos lleva a 1957, en medio de una guerra especialmente aterradora no solo por la constante Espada de Damocles que era el peligro de un intercambio nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética colgando sobre el mundo en todo momento, sino porque era una guerra en la que los combatientes enemigos no marchaban en uniforme, sino que se escondían a plena vista, disparándose secretos y mentiras entre sí en vez de balas.

El filme comienza con Rudolf Abel (Mark Rylance), un espía soviético viviendo en Nueva York, que es capturado por las autoridades. Eventualmente la situación involucra al letrado James B. Donovan (Tom Hanks), a quien asignan como abogado defensor de Abel, lo que lo pone en la difícil situación de ser el hombre encargado de intentar, por obligación profesional, conseguir la absolución de la persona más temida y odiada en su país.

Ahora, esa premisa en sí ya hubiera sido más que suficiente para sacar una película grandiosa. Es un drama fascinante, de un hombre intentando hacer en un ambiente cada vez más hostil lo que su moral, su profesión y la ley le exigen, en una situación en la que por simplemente hacer su trabajo se convierte a sí mismo y a su familia en posibles blancos directos del miedo de la guerra de espionaje. Repentinamente, Donovan es el hombre que está intentando ayudar al enemigo.

La primera parte de la película es, pues, un intrigante drama legal con un guión – coescrito por los hermanos Ethan y Joel Coen con Matt Charman – que mantiene los procedimientos emocionantes y llenos de suspenso, al mismo tiempo que plantean cuestionamientos fascinantes trazando líneas comparativas directas entre Abel, Donovan y cualquier soldado peleando una guerra: independientemente de banderas o ideologías, ¿merece alguien ser condenado a la muerte por hacer su trabajo Interesantemente, Donovan se arropa en el patriotismo, la noción de que por idealismo los Estados Unidos deben dar al mundo una imagen de justicia incuestionable, y por practicidad no es inteligente matar a un prisionero tan valioso cuando una situación similar puede darse al otro lado de la Cortina de Hierro y los norteamericanos podrían neecsitar alguien a quien intercambiar.

En su segunda parte, la película se vuelve un vibrante thriller de espionaje e intriga al probarse que Donovan tenía razón. Un piloto de avión espía estadounidense, Francis Gary Powers (Austin Stowell), es derribado sobre territorio enemigo y capturado por los soviéticos, y Donovan, en su carácter de civil, es enviado por la CIA a una Berlín aún en proceso de terminar de dividirse entre el capitalismo y el comunismo, para intentar negociar un intercambio: Abel por Powers.

Spielberg y sus guionistas hunden a Donovan en las aguas turbias y heladas de un conflicto político que se complica más y más con cada nueva reunión a puertas cerradas y encuentros con guardias armados, momentos que en los que el director acentúa la sensación de paranoia e incertidumbre al dejar largas conversaciones en alemán o ruso sin subtitular; nos quedamos como Donovan, intentando descifrar intenciones y sacar información de gestos corporales y tonos de voz.

Y al eterno crédito de Spielberg, los Coen y Charman, la maraña de medias verdades y giros de tuerca políticos que afectan la odisea del Donovan nunca se siente sobrecogedoramente complicada, y nadie que esté prestando el mínimo de atención debería sentirse perdido. Puente de Espías es también una de esas películas muy largas que apenas se sienten como tales; hay un ingenio empapado de humor negro que a menudo asoma en el guión, y es incluso notable en la forma en que el filme está editado, uniendo escenas no relacionadas de una forma que generan un eco irónico, como un juez pidiendo que los presentes en un Corte se pongan de pie para saltar a un grupo de niños en una escuela poniéndose de pie para recitar el saludo a la bandera.

Unir dos escenas como esa no solo sirven como una transición creativa, sino también ayudan a ilustrar mejor el mundo que el filme presenta; la escena de la escuela tiene a los niños - incluyendo al hijo de Donovan - viendo un vídeo informativo sobre un eventual ataque nuclear, y en la siguente escena el abogado lo encuentra llenando una bañera con agua y recitando los pasos a seguir cuando las sirenas comiencen a sonar. En esta escena, la película explica explícitamente las motivaciones de Donovan cuando este intenta tranquilizar a su hijo, e implícitamente el ambiente de terror constante que se vivía allí entonces. En ese contexto, la paranoia irracional de quienes miran mal en el tren a Donovan por defender al "enemigo", aunque siempre injustificable, no es caricaturizada como mezquinidad; esa facilidad de Spielberg de mostrar todo un mundo en una conversación o una breve escena en alguna pequeña habitación siempre ha sido una de sus grandes virtudes.

Como la trepidante carrera contra el tiempo de Abraham Lincoln y sus colaboradores por conseguir los votos para pasar la enmienda emancipadora de esclavos en Lincoln, la forma en que Donovan va ganando destreza en el juego de los espías es fuente de mucha tensión y fascinación.  Tom Hanks, en su cuarta colaboración con Spielberg – una alianza que siempre ha engendrado calidad, y sí, estoy incluyendo a La Terminal en esa afirmación, voy a defender esa película de aquí a la Antártida – hace un gran trabajo como Donovan, transmitiendo la rectitud y calidez de alguien capaz de plantarle cara a tanta irracionalidad, y a la vez ser lo suficientemente astuto para hacer frente a obstáculos y vencer en duelos de póker ideológicos.

Igualmente, Mark Rylance está brillante como Abel, incluso si Spielberg por momentos exagera al usarlo para martillar la idea del “no somos tan diferentes después de todo”; no me sorprendería ver a Rylance logrando alguna que otra nominación a premios como actor de reparto.

Puente de Espías es otro gran filme de uno de los grandes hombres de cine de nuestra actualidad. Absolutamente recomendada.

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PUENTE DE ESPÍAS (Bridge of Spies)

Dirigida por Steven Spielberg

Escrita por Ethan Coen, Joel Coen y Matt Charman

Producida por Steven Spielberg, Kristie Macosko Krieger y Marc Platt

Edición por Michael Kahn

Dirección de fotografía por Janusz Kamisnki

Banda sonora compuesta por Thomas Newman

Elenco: Tom Hanks, Mark Rylance, Austin Stowell, Amy Ryan, Scott Shepard, Alan Alda, Sebastian Koch, Will Rogers, Jesse Plemons y Dakin Matthews

Enlance copiado
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