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Cuando las canciones encuentran un lenguaje que trasciende las formas y emociona, la música ha encontrado su verdadero cometido. Es lo que esta banda de rock nacida en Uruguay halló y dejó en claro en la noche del sábado en el local de Arena Circo.
Con un repertorio que se remonta a sus inicios, pero también a “El calor del pleno invierno” –su más reciente producción–, el líder de la banda, Emiliano Brancciari, y sus compañeros saltaron al escenario alrededor de las 22:33, luego de la presentación de la banda local Pipa Para Tabaco.
Desde el nuevo álbum, el recital comenzó al ritmo de “Destierro”. En medio de aplausos, sonaba inmediatamente la rítmica “Pensar”.
“¡Buenas noches, Asunción!”, saludó el vocalista, para luego agradecer el cariño de los paraguayos. “Es un placer enorme volver por cuarta vez a tocar a Paraguay. Muchísimas gracias por el cariño. Cada vez que venimos la pasamos de primera”, aseguró, mientras los gritos marcaban el inicio de la noche.
La fuerza del último disco seguía con “Con el viento” y “Por el agua”, mientras los aplausos del público eran una constante. Tras una breve pausa, “Arde” marcaba el pulso de los fans, entre solos de guitarra que provocaron gritos.
Las guitarras seguían haciendo de las suyas con la meditativa “Al vacío” y una “Nada para ver” llena de arreglos de vientos.
Con la percusión al frente, era momento de “De nada sirve”, que bien sirvió para calmar tensiones e invitar a la reflexión de una historia de amor que termina.
Entre cantos que los fans dedicaban pronunciando el nombre de la banda, Brancciari aprovechaba para agradecer, esta vez, a sus colegas de Kchiporros. “Muchas gracias a los amigos de Kchiporros por ayudarnos a organizar esta noche. A ustedes, por esperarnos hace rato”, siguió, mientras invitó a los fans al recital que el lunes darán en Formosa.
Con reminiscencias al segundo disco, los uruguayos interpretaron la chacarera “Mucho más feliz”, que invitó a bailar y hasta animó un pogo de lo más folclórico.
De pronto, sonaba la melódica y potente “Hijo de las armas”, que movilizó a las masas. Al rato, y entre brazos levantados de todo Arena Circo, era el momento de “El error”.
Otra vez la furia del rock rioplatense llegaba “Sin pena ni gloria”, en medley con la eufórica “Te voy a llevar”, canción con la que el cantante volvió a agradecer a sus seguidores.
En una bendita postal de un cálido público y una banda emocionada, los uruguayos interpretaban “Ese maldito momento”, corte de difusión de su último material.
Un instante emocionante fue el de “Clara”, aquel bello candombe que puso a los fans a bailar, entre coros y palmas. Esas palmas seguían la percusión, y la fiesta recién empezaba.
“Realmente, mil gracias”, insistió Brancciari. Y ya era tiempo de “Tan lejos”, canción que generó una serie de pogos y coros al unísono.
Desde “El calor del pleno invierno”, los fans cantaron “A las 9”; para seguir con “No hay dolor”, casi un himno de la banda, editado en 2002.
Y, si de himnos se habla, pronto llegaba “Cero a la izquierda” y “Chau”, ambos celebrados por los fans. “Gracias a todos, ¡fuimos muy felices!”, gritó el vocalista, definiendo –de alguna manera– la última etapa del concierto.
Con una mención al recordado tecladista de la banda Marcel Curuchet, fallecido en julio del año pasado, sonaba la vertiginosa “Fuera de control”, que logró mover (y conmover) a todos.
De pronto, los músicos se retiraban del escenario, pero regresaban para volver a expresar su agradecimiento. “Muchas gracias. ¡Es imposible irse! ¡Muchas gracias por el cariño!”, y allí el cantante se refirió especialmente “a los que están afuera”, haciendo alusión a las personas que tuvieron que quedar afuera de Arena Circo por la falta de tickets.
Con arreglos de vientos, sonaba una bailable “Mirarte a los ojos”, para dar lugar después a “Más mejor”.
Cerrando el derrotero de una noche de rock, No Te Va Gustar se despedía con “No era cierto”, otro clásico que fue coreado hasta el cansancio por las 4.000 almas que estaban allí.
En medio de fuegos artificiales, la banda de rock uruguaya ponía broche de oro a una noche a la que nada supo faltarle, para “volver a casa” con la firmeza de que la espera valió la pena.