"Need for Speed": un filme con dos caras

Por buenas que sean sus secuencias de acción, una película no puede vivir sólo de persecuciones, y eso es todo lo que “Need for Speed” tiene que ofrecer.

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A primera vista la idea de adaptar algo como Need for Speed al cine puede resultar ilógico. Después de todo, al menos en la mayoría de los casos, las tramas de los juegos de la popular serie de simuladores de conducción tenían la misma complejidad que las de los primeros Mortal Kombat; entiéndase, no eran más que meras excusas para enmarcar la acción, para los jugadores a los que pueda importarles eso.

Pero en realidad tiene sentido. Una licencia de Need for Speed es básicamente una oportunidad de escribir lo que a uno se le dé la gana -siempre que haya autos- y ponerle la etiqueta de una franquicia multimillonaria con una base de fans que se cuenta en los millones. No hay personajes emblemáticos que respetar ni una complicada historia. Todo lo que se necesita son buenas escenas de acción y un guión que por lo menos tenga cierto grado de sentido, por básico que sea.

Need for Speed la película al menos cumple con uno de esos dos requisitos.

El argumento es relativamente simple: Tobey Marshall (Aaron Paul), mecánico y corredor prodigio, es condenado por una muerte ocurrida durante una carrera que en realidad fue ocasionada por su rival Dino Brewster (Dominic Cooper). Al salir de prisión, decide cobrar venganza humillando a Brewster en una legendaria y exclusiva carrera clandestina al otro lado del país.

Primero lo bueno: las persecuciones son soberbias. Esta película tiene algunas de las carreras y persecuciones mejor filmadas que recuerdo haber visto. El trabajo de cámaras es fluido y nunca desorienta, el director Scott Waugh se abstiene de sacudir la cámara innecesariamente o editar de forma frenética la acción, y siempre pone su punto de vista en ángulos que acentúan la sensación de vértigo que uno asociaría con manejar a 150 kilómetros por hora en contramano en una autopista o tomar curvas a velocidades ridículas.

Hay una cualidad de “vieja escuela” en la forma en que se presenta la acción que funciona de maravilla, sin duda producto de la decisión de Waugh y su equipo de filmar toda la acción a la antigua, con “autos de verdad chocando y gente tonta de verdad conduciéndolos”, como diría el doble de riesgo Mike. En esta época de comodidades generadas por computadora, eso es admirable, y esas escenas casi hacen por sí solas que valga la pena el precio de la entrada. Pero ese otro requisito que mencioné hace un par de párrafos...

El marco argumental es efectivo en su simplicidad: un villano claro y definido, un recorrido a través del país que se presta para muchas escenas de acción e incluso una cuenta regresiva para dar una vaga sensación de suspenso -Tobey tiene 48 horas para cruzar varios estados y clasificar a la carrera-, todo básico pero bueno. Pero es en los detalles donde el filme suma errores que en realidad no deberían importar en una película como esta, donde la prerrogativa es básicamente que se trata solo de entretenimiento sin sentido.

Pero importa, no porque quepa esperar una complejidad digna de El Origen en una película como esta. Nadie pide eso del filme -y si alguien lo hace demuestra gran ingenuidad-, pero a menos que la película se considere a sí misma una parodia, el poco argumento que la película presente por lo menos tiene que estar libre de agujeros de lógica, o al menos mantenerlos en el mínimo.

Al no cuidar eso el guionista deja al público pensando en cosas como “¿Acaso la policía no revisó el auto de Tobey antes de mandarlo a prisión? Si no tiene rastros de haber golpeado el otro auto, ¿cómo pudo haber ocasionado el accidente?” o “¿Cómo es que un millonario (Michael Keaton) es capaz no solo de mantenerse anónimo y organizar una carrera de enorme peligrosidad, sino también transmitir un podcast por internet sobre eso sin ser molestado por las autoridades? ¿Es Monarch otro alias de Bruce Wayne?”, en vez de concentrarse en la genial acción.

No quiero pensar que Paul (Jesse Pinkman en la excelente serie Breaking Bad) no es material de protagonista de cine, pero probablemente el papel de intrépido héroe de acción no es lo suyo; su trabajo es sólido, pero el actor parece en piloto automático. El generalmente muy carismático Cooper también está curiosamente apagado, mientras que Keaton se devora la escenografía sin vergüenza. Lo mejor del elenco es la británica Imogen Poots, que hace un divertido trabajo como la co-piloto de Tobey.

Y aunque, reitero, las carreras y persecuciones son fantásticas, incluso eso acaba por volverse ligeramente repetitivo. Falta un poco de variedad, una lección que los realizadores podrían haber aprendido de la saga Rápido y Furioso, que solo en su última película nos dio una carrera normal, una persecución policial con autos capaces de hacer volar por los aires a otros autos, una batalla de autos contra un tanque y una persecución a un avión.

En conclusión, me veo dividido en mi propia opinión sobre Need for Speed. Quiero recomendarla por la acción, pero el filme sufre por su guión hasta el punto que distrae de lo bueno. Si las impresionantes escenas de acción que se suceden a ritmo de vértigo -y créame, son muchas- en su opinión pesan más que un guión que hace agua por demasiadas partes, entonces probablemente no se va a arrepentir de ir a verla.

Aunque quizá prefiera hacerlo en el formato tradicional, ya que pagar una entrada a una función en 3D en este caso es dejar que le roben.

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NEED FOR SPEED

Dirigida por Scott Waugh

Escrita por George Gatins

Producida por John Gatins, Patrick O'Brien y Mark Sourian

Edición por Scott Waugh y Paul Rubell

Dirección de fotografía por Shane Hurlbut

Banda sonora compuesta por Nathan Furst

Elenco: Aaron Paul, Dominic Cooper, Imogen Poots, Scott Mescudi, Michael Keaton, Ramón Rodríguez, Rami Malek, Harrison Gilbertson y Dakota Johnson

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