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Moana es, en cierta forma, una contradicción. Una película que gira en torno al deseo de explorar lo desconocido, de ir más allá de las barreras de lo familiar y seguro, pero que se mantiene firmemente en la estructura del Disney clásico y el cine de aventuras para todo público en general.
Si eso sonó a una queja, sepan que realmente no lo es. La innovación es importante, y haber visto filmes de Disney en los años recientes que tomaron riesgos y dieron pasos más ambiciosos en sus historias ha sido refrescante, pero hay mérito también en el perfeccionamiento de una disciplina, y contar historias de aventuras de esqueleto tradicional pero extraordinaria producción y gran valor de entretenimiento es algo que a estas alturas los animadores de Disney tienen reducido a una ciencia casi exacta.
La película comienza contándonos cómo el semidios Maui roba el talismán que era el corazón de la diosa Te Fiti, creadora de vida, pero lo pierde luego peleando con otra poderosa deidad. Acto seguido, en la primera de varias escenas en el filme de esas que dejan a uno boquiabierto ante la belleza de la animación, el océano mismo cobra vida y le entrega a Moana el corazón de Te Fiti, pero su atracción por el mar se ve obstaculizada por su padre, el jefe de la isla de Motonui, que insiste en que la isla es todo lo que se necesita para la felicidad. Solo cuando Moana (Auli'i Cravalho) ya es una adolescente la oscuridad, consecuencia de la falta del corazón de Te Fiti, comienza alcanzarlos, y Moana se hace a la mar para hallar a Maui (Dwayne Johnson) y obligarlo a que devuelva el corazón.
Esta es la primera vez desde Enredados que Disney hace lo que es indefectiblemente una de sus clásicas “películas de princesas”, y en cierta forma Moana se adhiere mucho más a la estructura y los componentes clásicos de ese estilo de filmes que incluso la película de Rapunzel – Frozen, después de todo, es abiertamente una crítica a los clichés de las historias de princesas de Disney, y una bastante filosa.
Moana es la joven mujer dividida entre sus responsabilidades sociales – en este caso heredar el puesto de jefa de su padre – y los anhelos de su corazón, la muerte de un familiar juega un papel clave en la historia, hay animales acompañantes, un co-protagonista que se encarga de la comedia; todos los elementos están allí.
Obviamente, si uno pone a cargo a directores de la vieja escuela como Ron Clements y John Musker – estamos hablando de la gente detrás de filmes como La Sirenita y Aladdin –, uno obtiene un filme con sensibilidades de la vieja escuela de Disney.
Pero al tomar esos elementos clásicos y usarlos en una historia basada en una mitología y una raza que han recibido poca atención no solo de Disney sino del cine occidental en general, el filme se las arregla para tener un sabor clásico pero no anticuado, y las actitudes más progresistas que el estudio ha mostrado recientemente aún están ahí; en Moana vemos a una joven mujer valiente e intrépida, con un sentido de responsabilidad que, a diferencia de tantos protagonistas de historias en las que están destinados a posiciones de autoridad, ya está allí desde el principio; el viaje que Moana emprende no es uno que le enseña lo necesario para ser la próxima jefa de su isla, resulta evidente que la joven ya está lista cuando la vemos tomar decisiones junto a su padre.
Así que el filme tiene el corazón necesario y le tira encima la creatividad visual y el sentido de humor y entretenimiento que Disney ya tienen tan bien refinado, y el resultado es sencillamente otra gran adición al canon de largometrajes animados que comenzó en 1937 con Blancanieves.
Decir que el filme se ve increíble es una obviedad a estas alturas, pero aún en esta época en la que estamos acostumbrados al espectáculo de estos filmes se las arreglan para incluir escenas que impactan, momentos como el ya mencionado momento con el océano al principio del filme y una secuencia similar hacia el final. Una secuencia extendida de acción hacia la mitad del filme es un inesperado homenaje visual y musical al mejor filme de acción de los últimos 10 años, y el diseño del antagonista principal del filme es sencillamente asombroso.
Y, por supuesto, están las canciones. Para hacer la comparación fácil con Frozen, no hay una canción que golpee precisamente tan fuerte como la inolvidable Let it Go, pero las canciones de Moana – creadas por Opetaia Foa'i y el gran Lin-Manuel Miranda – son de un nivel consistentemente excelente.
Auli'i Cravalho es grandiosa en la canción central del filme, Dwayne Johnson demuestra que realmente lo puede hacer todo, incluso cantar; el excelente Jemaine Clement se da el lujo de canalizar a David Bowie en la mejor canción de un villano de Disney desde Friends on the other side, y la escena con la canción I am Moana es fácilmente uno de los momentos cumbre del año en lo que a cine se refiere, uno de esos momentos de emoción sobrecogedora que prácticamente ruega ser liberada con un canto a todo pulmón acompañado de un coro y una orquesta.
Es comprensible y válido lamentar que en Moana no haya la ambición temática de Frozen, o la fuerte conciencia social de Zootopia, pero la noción de que una cultura tan única y variada como la de los mares del sur del Pacífico pueda prestarse tan bien al estilo clásico de Disney sin perder su identidad, sino nutriendo con ella a dicho estilo, es en sí un mensaje bastante fuerte.
Disney tiene un montón de nuevos personajes enormemente lucrativos, y sus canciones para competir por los Óscar, y nosotros recibimos una gran película a cambio.
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MOANA (****)
Dirigida por Ron Clements y John Musker
Escrita por Jared Bush
Producida por Osnat Shurer
Edición por Jeff Draheim
Canciones originales escritas por Opetaia Foa'i y Lin-Manuel Miranda
Banda sonora compuesta por Mark Mancina
Elenco: Auli'i Cravalho, Dwayne Johnson, Jemaine Clement, Rachel House, Temuera Morrison, Nicole Scherzinger y Alan Tudyk