Metal y sentimiento con Sonata Arctica

La banda finlandesa Sonata Arctica hizo vibrar a sus fans locales en la noche del miércoles, en el Salón Auditorio del Banco Central del Paraguay.

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Se hicieron esperar. El show estaba previsto para las 21:30, pero empezó casi una hora después. El público ingresaba al Banco Central del Paraguay mucho más tarde de lo previsto, muchos quedaron afuera: a último momento, la banda decidió no tocar al aire libre y tuvieron que desmontar y montar el escenario en el teatro lírico. Esto evitó que ingrese la cantidad esperada –unas 800 personas–, para reducirse a 500, según indicaron fuentes de la producción. Los paraguayos de la banda telonera local Mythika –como muchos de los fans– también quedaron fuera del show.

A pesar del sinsabor de la espera de unos y la decepción de otros, los finlandeses Tony Kakko (voz y teclados), Henrik Klingenberg (teclados), Tommy Portimo (batería), Marko Paasikoski (bajo) y Elías Viljanen (guitarra) demostraron sobre el escenario esa consistencia escénica y musical que tiene su raíz en influencias como Stratovarius, Helloween y Nightwish.

Sonata Arctica es capaz de lograr las más profundas bases rítmicas, pero también las más dulces y sintetizadas melodías del metal.

El repertorio hizo un recorrido interesante que despegó con “Only the Broken Hearts (Make You Beautiful)”, mientras Kakko saludaba a sus fans ubicados en distintos sectores.

La fuerza tomaba impulso con “Black Sheep”, que dejó escuchar el grito de “¡Paraguay!”, para deslizarse después con esa deliciosa melodía ampliamente coreada, “Alone In Heaven”.

El show seguía su ritmo con “Shitload of Mone” y la distorsión de guitarras tomaba protagonismo con “The Gun”.

Con dedicatoria a las “chicas latinas” incluida, la banda tocó “The Day”, con esplendorosa potencia en los teclados.

La contundencia de “I Have a Right” sirvió para mediar con una dosis de transparencia en una lírica que habla sobre los derechos de la niñez, mientras que con “The Last Amazing Grays”, el vocalista decidió interactuar con su público, con una coordinación de brazos y palmas, al ritmo de su música frenética.

El frontman se lucía de vuelta con la vibrante “Broken”, que dio lugar después a la presentación de los músicos.

“Paid in Full” entregó sus estridentes beats y “Losing My Insanity” puso de nuevo a bailar a un público saciado de metal.

La atmósfera regresó a la intimidad con “Tallulah!”, y unos poderosos arreglos de teclado. Con “FullMoon”, esa melódica y a la vez intensa canción con los beats per minute en la intro, volvieron a estimular los gritos de sus fans, mientras el vocalista lucía la camiseta albirroja.

Sentado en algún rincón junto al guitarrista, era el momento de “Réplica”, ese medio-tiempo grabado en su primer disco “Ecliptica” (1999). La canción fue acompañada por todo el público, convirtiéndolo en un momento sublime.

Con la batería en toda su dimensión, era momento de “Cinderblox”, anunciada como la penúltima canción de la noche. Ya para el final entonces, sonaba “Don’t Say a Word”, esa poderosa canción que habla de la agonía del amor, de cómo se ama y se puede odiar al mismo tiempo.

Una banda para descubrir, escuchar en vivo y que ayuda a redescubrir –una vez más– esa fusión tan intrínseca de metal sobrecargado de sentimiento y, por supuesto, la pasión de un público no masivo, pero no por eso, menos exigente y especial. La fuerza del power metal de Sonata Arctica pudo compensarlo todo... al menos para quienes sí ingresaron.

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