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“Nos da muchísimo gusto estar esta noche y empezar esta parte de la gira en este país que nos ha dado tantas energías, tanta alegrías”. Eran las palabras de Fher Olvera, hacia el principio de la noche, en la apertura sudamericana de su Cama Incendiada Tour. Y más allá de la demagogia escénica típica de recitales, tanto al vocalista como a sus compañeros (y amigos) Juan Calleros, Alex González y Sergio Vallín se los veía con esa sensación. Como aquellos muchachos de 21 que se juntaban a tocar en bares… y terminaron escribiendo parte importante del rock en nuestro idioma.
Las dos horas de show no daban respiro a sus fans (unos 15 mil, según cifras otorgadas por la producción). Después de la presentación de los locales de Abril –una propuesta de pop rock que aún necesita madurar en escena–, el grupo mexicano empezó por lo alto: desde su último álbum (Cama incendiada, 2015), La prisión abría el fogoso encuentro, que no se guardó nada: ni hits desenfrenados como Corazón espinado –grabado originalmente junto al mítico Carlos Santana, para su álbum Supernatural (1999)–, la enamoradiza Eres mi religión, la bellísima En el muelle de San Blas o el tema de fogata Clavado en un bar –todo un himno de su repertorio, combinada con llamas de fuego en el escenario–.
En el intermedio, hubo aplausos y adrenalina con episodios como el que dejaba Cuando los ángeles lloran –que revelaba, una vez más, las virtudes del batería Álex González–, la bellas y recientes Ironía y Mi verdad… esta última, grabada en dúo con Shakira, quien –obviamente–apareció proyectada en pantalla.
El guitarrista paraguayo Adans Lezcano –seleccionado por un concurso– se dio el gusto de compartir escenario con sus ídolos, al ritmo de la enérgica Me vale. Virtuosismo y desparpajo de un paraguayo que dará que hablar.
Los coros seguían –una y otra vez– con una versión rockera de El rey, antes del celebrado solo de batería de González (elevado desde su plataforma especial).
Una especie de cama gigante aparecía en los límites de los sectores vip, sirviendo de escenario secundario y permitiéndoles un intimista y cercano contacto con su público. El plan, por entonces, era repasar momentos anteriores de su discografía –por momentos, acompañados por dos eufóricas fans–. Con canciones como El reloj cucú, la inspirada Vivir sin aire, la sarcástica Mariposa traicionera y la apasionada Bendita tu luz, los mexicanos se ganaron las loas del público, antes de una intensa versión de Si no te hubieras ido –de su compatriota Marco Antonio Solís– y la melódica Oye mi amor.
“¡Qué buen inicio de gira aquí en Asunción!”, aseguraba el vocalista, entre más aplausos… y hasta llantos.
El guitarrista Sergio Vallín se metía a los paraguayos en el bolsillo cuando saludaba a la guitarrista clásica Berta Rojas (incluyendo a su familia y amigos), entre recuerdos al célebre guitarrista paraguayo, Agustín Pío Barrios “Mangoré”.
“Aguantan como los guerreros y nos divertimos de puta madre”, pronunciaba Olvera, casi como dictando sentencia. Sentencia que se aplicaba a la euforia generalizada, al ritmo de los hits del final: la metafórica Labios compartidos y la histórica Rayando el sol.
Fue cuando luces, fuego y pirotecnia terminaban de encumbrar la noche en la que –los recientemente merecedores de una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood– brillaban con luz propia. Como los grandes exponentes que son. Como los grandes guerreros del latin rock.